“Hay en la conciencia una magia con la que uno puede ir más allá de las cosas. Y el peyote nos cuenta dónde está esa magia”, escribió Antonin Artaud. Su testimonio sobre los usos del cactus en el pueblo tarahumara inauguró en la primera mitad del siglo XIX un nuevo capítulo en la historia occidental de las drogas: los viajes de escritores, investigadores y antropólogos en busca de plantas y sustancias vegetales utilizadas con fines medicinales y rituales por comunidades indígenas de México, Colombia, Brasil, Ecuador y Perú. Los relatos de William Burroughs, Timothy Leary, Allen Ginsberg, Robert Gordon Wasson, Carlos Castaneda y Terence McKenna, entre otros, trazan un mapa psicodélico de América Latina en torno a ritos ancestrales de los pueblos originarios.

Las experiencias con enteógenos, como se llama a las sustancias vegetales que provocan estados alterados de conciencia, también pueden encontrarse en la literatura argentina. Los textos de Néstor Perlongher dedicados a la ayahuasca, los ensayos de Oscar del Barco en Alternativas de lo posthumano (2010) y otros libros como Cuadernos del peyote (1988) y La forma oscura (2014), de Carlos Riccardo, El camino del peyote (2018), de Martín Cristal, y Ayahuasca, medicina del alma (2010), del psiquiatra Néstor Berlanda y el antropólogo Diego Viegas, son títulos destacados en la especialidad.

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