Las personas que tienen un trastorno bipolar, una enfermedad psiquiátrica que se caracteriza por episodios que alternan la euforia con la depresión, tienen más riesgo de sufrir adicciones que les lleven a consumir en exceso sustancias como el alcohol y las drogas.

Además existen estudios que avalan que el cerebro de las personas con trastorno bipolar, un mal psiquiátrico que tiene un origen biológico relacionado con alteraciones genéticas y neuroquímicas, es muy sensible al efecto de los tóxicos y pueden producirles un mayor daño que a las personas sin este problema de salud.

Los psiquiatras Ana González Pinto, jefe de Psiquiatría del Hospital Santiago Apóstol de Vitoria, y Eduart Vieta, responsable del Programa de Trastornos Bipolares del Instituto Clínico de Psiquiatría y Psicología, destacaron en un coloquio de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) la necesidad de conocer mejor esta enfermedad, que afecta a cerca de medio millón de españoles.

La enfermedad bipolar se confunde a veces con otros problemas psiquiátricos como el trastorno de la personalidad, la depresión e incluso la esquizofrenia, a pesar de que tiene una alta prevalencia y de que afecta a más de un uno por ciento de la población.

Hay muchas personas famosas que han sido diagnosticadas como bipolares y algunas de ellas fueron capaces de ser grandes artistas a pesar de su enfermedad, como el pintor Van Gogh o la escritora Virginia Woolf. Los bipolares, que hace unos años eran más conocidos por la denominación de maniacos-depresivos, tienen periodos en los que desarrollan una gran actividad y en los que gozan de un optimismo y una auto confianza exagerada.

Debido a este incremento de la actividad, que puede ir acompañado de un sentimiento de invunerabilidad, algunos bipolares pueden incluso poner en peligro su vida, al creer que son inmunes a todo y que nada les puede pasar. Este exceso de autoestima, en ocasiones casi un delirio de grandeza, puede conducir a tomar decisiones demasiado rápidas en los negocios, a gastar demasiado y a tener conductas exageradas en distintas facetas de la vida con un incremento de la actividad física, mental y a veces sexual.

Después los bipolares suelen caer en el extremo opuesto y sufren entonces episodios de tristeza y desesperanza, hasta llegar a graves depresiones, con fuertes sentimientos de culpa, pesimismo, indiferencia y apatía. Existe una gran variabilidad tanto en la frecuencia de los brotes como en la forma de manifestarse, y aunque en la mayoría de los afectados es una enfermedad grave, en algunos casos puede darse un solo episodio de manía o depresión, o de ambos combinados, en algún momento de la vida.

En la actualidad, los tratamientos farmacológicos, si se toman con regularidad, pueden conseguir que los enfermos lleven una vida normal en la mayoría de los casos.

Sin embargo, los fallos diagnósticos, la falta de disciplina en la toma del tratamiento o la evolución hacia formas graves de la enfermedad hace que se calcule que entre el 25 y el 50 por ciento de los pacientes con trastorno bipolar intentan suicidarse al menos una vez en la vida y que entre un 10 y un 20 por ciento lo consiguen.

Es una enfermedad que puede surgir en cualquier momento y lo más habitual es que se inicie entre los 20 y los 25 años, aunque la alteración de la conducta puede comenzar a manifestarse en la infancia y también después de la tercera década de la vida.

Hay datos recientes que sugieren, a pesar de que los factores psicosociales modulan la expresión de la enfermedad, un origen genético de la bipolaridad en algunas familias, de forma que si el trastorno bipolar lo tiene uno de los progenitores, la posibilidad de que se repita en los descendientes es del 25% y si lo tienen ambos padres esta probabilidad aumenta hasta el 60%.