La lógica dice que el tolueno, un derivado del petróleo, debería utilizarse sólo como solvente en la industria química. Eso tendría que ser. Pero en la realidad, esta sustancia llega hasta la nariz y el cerebro de cada vez más niños y adolescentes. Para ellos, el tolueno es sinónimo de alucine y reventón; es una droga de moda, barata y fácil de conseguir.

Tan fácil como visitar alguna de las tantas vecindades que hay en los alrededores de Garibaldi; en las colonias Guerrero y Morelos. Tan fácil como ir a una de las fiestas que se organizan sólo para “inhalar”. Tan fácil como comprar una dosis por tres o cinco pesos.

El tolueno es uno de los principales compuestos del thínner, de los limpiadores de PVC, de pegamentos y de otros solventes utilizados, durante décadas, como drogas “inhalables”. Hasta hace unos años, no era tan sencillo adquirir tolueno en las calles. Esto ya cambió.

Usuarios de inhalables e investigadores en adicciones reportan que en México existe un mercado negro de tolueno. “En la Ciudad de México, por lo menos, sabemos que existen miles de canales de distribución de estas drogas”, dice el investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría, Arturo Ortiz. “Los chavos están reportando consumos muy altos de esta sustancia, y eso sólo se pueden explicar por lo fácil que es conseguir estos productos, tanto en comercios establecidos (tlapalerías), como en el mercado negro”.

De Pemex al tráfico ilícito

En México, Petróleos Mexicanos es quien lo produce y vende el tolueno a empresas de la industria química que lo usan para fabricar pinturas, limpiadores de PVC y otros solventes.

De enero a agosto de 2010, según cifras de la propia paraestatal, se produjeron 122 mil toneladas de tolueno.

El profesor del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Química de la UNAM y especialista en sustancias tóxicas, Benjamín Ruiz Loyola, considera que no es difícil que exista un mercado negro de esta sustancia derivada de petróleo. “Es posible que se dé un robo hormiga en el momento en que se transporta”.

La existencia del mercado negro de tolueno se comprueba al visitar las calles de Panaderos, en la colonia Morelos; y Violeta y Zarco, en la Guerrero. También los alrededores de la plaza Garibaldi. En algunas de las descuidadas vecindades de estos barrios es posible comprar, por 20 o 30 pesos, el solvente que se entrega en botellas de refresco o de agua.

El tráfico ilegal del tolueno no se limita a la zona del Centro Histórico del DF.

Encuestas realizadas por los Centros de Integración Juvenil (CIJ) y por el Instituto Nacional de Psiquiatría muestran que esta sustancia se utiliza sobre todo en el noroeste y centro del país. Incluso es uno de los solventes que más prefieren los consumidores, a la par que los limpiadores de policloruro de vinilo (PVC) y el thínner.

El tolueno también se vende en Internet. Ahí, sobre todo, se ofrece entre los fanáticos del automovilismo y la velocidad. Lo recomiendan para incrementar la potencia del motor.

Daño neuronal

Cuando el mercado negro del tolueno aún no se extendía, la doctora Rosario Barroso Moguel, investigadora del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, pidió a funcionarios de Pemex una mayor regulación en el uso y comercialización de esta sustancia. No obtuvo respuesta.

Esta investigadora, quien falleció en 2006, tenía motivos suficientes para insistir en una mayor regulación del tolueno. Barroso Moguel fue pionera en los estudios en México sobre los efectos de los inhalables.

Al hacer pruebas con ratones, encontró que después de una exposición crónica al tolueno, los ratones presentaban daño neuronal. Si los hijos de esos ratones seguían inhalando, el daño se heredaba hasta la cuarta generación.

El cerebro tiene una función conocida como “neuroplasticidad”. Esto quiere decir que si hay muerte de neuronas, es posible que el cerebro realice una especie de reacomodo y “entrene” a otras neuronas para realizar las funciones de las que ya se perdieron. El problema —dice la doctora Laura León, subdirectora de Hospitalización de los Centros de Integración Juvenil— es que cuando existe un consumo excesivo de solventes, sobre todo en un cerebro que todavía no está del todo maduro, como sucede con los adolescentes, existen altas probabilidades de que no funcione este reemplazo de funciones en el cerebro.

El doctor Arnulfo Albores, del Cinvestav, resalta que el tolueno altera la funcionalidad de las membranas celulares de todo el cuerpo, pero en particular las del cerebro; es decir, provoca la pérdida de neuronas.

El repunte de los solventes

Hasta hace 5 años se creía que el uso de las drogas inhalables iba a la baja; se pensaba que eran utilizadas por una población marginada, en especial niños y jóvenes en situación de calle.

Esas ideas ya comenzaron a derrumbarse. “Desde hace unos cuatro o cinco años estamos viendo que su consumo va en aumento sistemático y continuo”, dice Bruno Díaz Negrete, subdirector de Investigación de los Centros de Integración Juvenil.

Jorge Villatoro, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría, explica que las encuestas realizadas entre estudiantes de Secundaria y Bachillerato, a partir de 2006, muestra que los inhalables ya son la segunda droga de inicio más utilizada, después de la mariguana.

Donde más se utilizan son el Distrito Federal, Nuevo León, Jalisco, Colima, San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro, Baja California, Yucatán, Tlaxcala y Sonora, entre otras entidades.

Si la tendencia sigue —señala Villatoro—, para 2012 o 2015 las sustancias inhalables podrían alcanzar y tal vez rebasar a la mariguana, que durante décadas ha sido la principal droga de inicio en el país.

Algo que tiene sorprendido a Villatoro es que los inhalables ya no son una droga que se utiliza unas cuantas veces y después se deja o sustituye por otra. “Lo que ahora estamos viendo es que los jóvenes continúan consumiendo inhalables hasta el bachillerato”.

Moda que se inhala

La canción tiene un ritmo simple, pero pegajoso: “Una, dos, tres, cuatro “monas” se metió,/ una, dos, tres, a la cabeza se le subió,/ una, dos, tres, esa chica se “viajó”,/ una, dos, tres, de tanto que se “moneó”… ya pasó de moda la mariguana,/ ahora es la “mona” y la Dolce & Gabbana…”.

Es común escuchar este reguetón en las fiestas —“perreos”, en el argot de los adolescentes— que se organizan para inhalar solventes. “Ahí sólo van chavos de 18 años para abajo”, dice Alejandro, quien tiene 17 años.

Él vive en Jardines de Morelos, en el municipio de Ecatepec. Comenzó a inhalar a los 14, cuando un compañero de su escuela le compartió la “mona”, como le llaman al pedazo de estopa, de papel de baño, servilleta o pañuelo desechable mojado con thínner, tolueno o limpiador de PVC.

—Comprábamos cinco pesos de thínner. Nos lo vendían sin bronca. Un cuate nos dijo que el thínner no “ponía” y nos dio limpiador de PVC. Con ese te “viajas” más chido. Yo veía figuras en las nubes.

Hasta hace unos meses, Alejandro estudiaba en una preparatoria particular en Ecatepec. Su mirada se pierde entre el piso y el cielo. Habla lento, como si acabara de despertar. En la tlapalería donde compraba el limpiador de PVC no era necesario que hablara. Sólo colocaba 30 pesos en el mostrador de la tlapalería, y sin mencionar nada, recibía la droga.

Alejandro también era cliente en el mercado negro del tolueno: “Llegaba a la vecindad y la señora que me vendía decía que era su nieto”.

El dinero para comprar la lata de policloruro de vinilo (PVC) y la botella con tolueno lo conseguía durante las fiestas. Ahí se dedicaba a vender monas a cinco pesos.

Está en rehabilitación en uno de los centros que tiene la Fundación Renace. Lleva dos semanas sin inhalar.

En el centro hay por lo menos 20 adolescentes internados. Todos por consumo de inhalantes.

Mario Domínguez, investigador del Instituto Nacional de Siquiatría, ha documentado que el consumo de solventes es una moda entre los adolescentes. “Ellos están relacionando el consumo de inhalables con el reguetón y el culto a San Judas Tadeo”.

Efecto inmediato

Cuando se inhala un solvente, el químico tarda en llegar al cerebro entre dos y cinco minutos. Su efecto dura entre 45 y 50 minutos.

—La primera vez que inhalé tenía 12 años, iba en sexto. Mi mamá trabajaba toda la tarde y yo me salía. Ahí, en la calle, mis amigos me dieron. Sentía que los carros me hablaban. Alucinaba y cuando se “bajaba”, volvía a inhalar.

Aranza, como quiere que se le llame, cumplirá 14 años en febrero; los mechones rubios la hacen ver de 18. Desde hace tres semanas vive en un centro de rehabilitación.

Durante dos años inhaló, sobre todo, tolueno. Le ponía guayaba, polvos para preparar agua de sabor o el líquido que traen algunos chicles. Así —dice— la “mona” olía mejor y parecía refresco.

La investigadora Silvia Cruz Martín del Campo, del Cinvestav, lleva años estudiando los efectos de las sustancias inhalables en el organismo.

En uno de sus artículos escribió que el tolueno se absorbe fácilmente por los pulmones y el tracto gastrointestinal. Una exposición aguda provoca periodos cortos de pérdida de memoria, inestabilidad emocional, deficiencia de las funciones cognoscitivas y falta de equilibrio. Su consumo crónico provoca pérdida del sentido del olfato, disminución auditiva, problemas con la vista, cambios en la personalidad y daño cerebral.