Enrique tiene 15 años y sus notas escolares han bajado drásticamente. Los informes del colegio hablan de falta de atención e interés, de que se duerme en clase y de frecuentes ausencias no justificadas. Eso fue lo primero que hizo saltar las alarmas en su casa, donde sus padres ya habían observado que se encerraba en su habitación horas y horas y se negaba a unirse a las excursiones familiares.
Era evidente que el chaval estaba raro, pero en su hogar lo achacaron a la adolescencia. Sin embargo, la realidad era muy distinta, pues en la cabeza de Enrique sólo había una cosa: videojuegos. Por eso se quedaba por las noches jugando partidas interminables -seis, siete y hasta ocho horas delante del ordenador-, y si entraba alguien en la habitación, minimizaba la pantalla y decía que estaba haciendo «un trabajo para clase».
Cuando dormía, cada vez más soñaba con el juego, y en clase sólo pensaba en salir corriendo para enfrentarse a otro reto. A veces, en lugar de comer, se llevaba un bocadillo y comía frente al ordenador. Dejó de interesarle todo. Su vida transcurría delante de una pantalla y, si algo lo impedía, se volvía irascible, agresivo… Empezó a faltar al colegio para meterse en «cibers» y jugar «on-line»… Ahora está en tratamiento. Es un tecnoadicto.
El caso de Enrique no es aislado ni excepcional, según asegura la psicóloga Ana Isabel Gutiérrez Salegui, la cual, basándose en distintos estudios psiquiátricos, sostiene que «entre el 6 y el 9 por ciento de los usuarios de internet están enganchados a la Red».
En su opinión, los afectados por el síndrome de adicción a internet «suelen tener tiempos de conexión a la Red anormalmente altos, están aislados de su entorno y desatienden sus obligaciones tanto familiares como laborales». De ahí que «las llamadas drogas sin sustancia o adicciones del comportamiento, en muchos casos asociadas a las nuevas tecnologías, comienzan a preocupar cada vez más a los expertos», matiza Salegui. Y como botón de muestra cita el Estudio epidemiológico sobre drogodependencias y otras adicciones en jóvenes vigueses de 14 a 21 años, en el que «se revela que uno de cada diez encuestados en ese tramo de edad podría sufrir en el futuro una adicción de esta índole».
Esta especialista en nuevas adicciones enumera algunas de las «señales de alarma»: sentir euforia cuando se está frente al ordenador; pensar en Internet o en consultar el correo electrónico cuando se están haciendo otras cosas; darle vueltas de forma constante a la forma de pasar una pantalla o una prueba de un videojuego; mentir sobre el tiempo real que uno pasa conectado ; descuidar la vida real, especialmente con la familia,los deberes, las horas de sueño o el resto de las actividades de ocio.