El 26 de junio pasado se ha celebrado el día mundial contra la droga, uno de los cánceres más graves de la humanidad que golpea duramente también los grandes países de Oriente Medio. Un consumo que ya no está solamente vinculado a las tradiciones locales, esencialmente religiosas, sino también concierne una estandarización sobre modelos de vida consumista.
Consumo, producción y tráfico
En los últimos años, como afirma el “Informe Mundial 2005 sobre la droga» del UNODC, presentado en Estocolmo el 29 de junio, en Oriente Medio y en Asia en general, ha aumentado sobre todo el uso de Estimulantes Tipo-anfetaminas (ATS). Todo Oriente Medio está marcado por un general ligero aumento en el consumo interno de heroína y opiáceos, excepto Irak dónde los datos son estables, y Jordania, dónde ha habido una bajada. Los casos extremos son los de Omán, dónde ha habido un neto aumento en el consumo, y de los confinantes Emiratos árabes Unidos y Qatar, dónde ha habido una neta disminución. Por cuánto concierne a la cocaína, Arabia Saudita, junto con Italia y Angola, tiene a nivel global el aumento más alto en el consumo, mientras que Siria y Jordania han marcado un ligero aumento. También en el consumo de cannabis ha habido un fuerte incremento en Arabia Saudita, una neta disminución en Omán y una ligera disminución en Yemen. Ligeros aumentos sedetectan en los otros países mediorientales. Con respecto a las anfetaminas, sólo Egipto, Arabia Saudita e Irán han marcado un ligero aumento.
El informe del UNODC no pone a Oriente Medio en el centro de la producción de las drogas, pero sí en el centro del tráfico. En el informe se nota como Irán, por ejemplo, haya secuestrado en 2003 26,1 toneladas de opiáceos, producidos semiacabados de opio, morfina, heroína, la mayor parte procedentes de Afganistán. Otras fuentes atribuyen a Siria la responsabilidad de tener su propia industria de droga administrada por el gobierno que desde 1987 a 1990 habría llevado a las cajas del ministerio de Hacienda de Damasco ingresos por más de un billón de dólares el año procedentes de la venta de enormes cuantitativos de droga producidos localmente y enviados hacia Europa, Estados Unidos e Israel. Corazón de la producción industrial de estupefacientes organizada por Siria es Líbano, controlado militarmente por fuerzas sirias desde 1976, y especialmente el valle del Bekaa. En este área bajo total dominio de Siria están situados los laboratorios para la refinación bien de la morfina base importada por otros estados de religión islámica, Irán, Afganistán, Pakistán y Turquía, bien del opio producido localmente en más de 7.500 acres de terreno dedicados al cultivo de amapola. Serían cuatro los centros de producción de droga siria más importantes, pero mucho mayor es el super laboratorio de producción de heroína de Brital, una aldea chiíta en el valle del Bekaa controlada por los Hezbollah. Es difícil decir cuánto sea incisiva y determinante a nivel global la producción de droga en Oriente Medio, sin embargo es evidente que aquí su tráfico se entrelaza con el de las armas procedente de los Países Occidentales y destinadas a toda Asia.
Consecuencias sociales
Actualmente en la capital siria, Damasco, la red de locales nocturnos, de prostitución, de tráfico de mujeres, depende de los mandos del tráfico de droga que pero no ha logrado arraigar dentro de esta nación. Así como en Irán, el uso de estupefacientes en Siria y en Líbano es considerado un «pecado grave», y los traficantes de droga destinada al uso doméstico son regularmente ahorcados. Sin embargo, exactamente como ocurre en Irán, los jefes de los chiítas libaneses han emanado disposiciones a sus adeptos que les autorizan a llevar a cabo algunas actividades en el narcotráfico. Por ejemplo el líder de los Hezbollah, Shaykh Subhi al-Tufayli, considera la implicación de su organización en los tráficos de estupefacientes «completamente justificados, ya que la droga se vende en Israel, Estados Unidos y Europa.» En muchos países, como señalado, hay la pena de muerte por crímenes relacionados con la droga. En Irán también los menores de edad están sometidos a la pena capital si traficantes de droga o si en posesión de al menos cinco kilogramos de opio o treinta gramos de heroína.
Sin embargo en el mismo Irán hay importantes consecuencias en las políticas dirigidas a combatir el fenómeno. La política suiza en materia de droga está convirtiéndose en un modelo sobre el que apuntar. Los médicos iraníes han visitado la Confederación para estudiar la experiencia helvética, que tiene una estrategia que se basa sobre cuatro pilares: prevención, terapia, reducción de riesgos y represión, y es conocida por sus programas de distribución controlada de heroína. Muy activa en Irán es Persepolis, una organización no gubernamental ocupada en la búsqueda de nuevas vías para combatir la dependencia de estupefacientes en Irán, que ha introducido desde hace poco tiempo en el país un primer programa de difusión de metadona no administrada por el gobierno. La ONG iraní Persepolis también se está ocupando del problema del VIH entre los drogadictos, tratando de garantizar la difusión de las jeringas, de las pruebas, de los preservativos y de permitir a los enfermos el acceso a las estructuras sanitarias para la cura. Todo esto también interviniendo a nivel cultural con una grande campaña de sensibilización sobre el problema.
La drogadicción empieza a ser vista cómo un problema del que tiene que hacerse cargo la salud pública, así que se piensa en reforzar las leyes y en discutir de tratamientos y prevención. El problema sigue siendo enorme: oficialmente, en Irán, hay dos millones de personas que toman estupefacientes, la mayor parte opiáceos, hay un incremento de afectados por el virus VIH y numerosos otros problemas como la congestión de las prisiones y la disgregación familiar. Según los médicos iraníes, el hecho que este tipo de programa sea aceptado, demuestra como Irán esté comprendiendo lentamente que es necesario efectuar cambios a su política sobre la droga. Hasta está tratando de ir más allá con políticas así llamadas progresistas, siguiendo también en este caso el ejemplo suizo, para limpiar los parques públicos cerrando las «escenas abiertas de la droga», poniendo a disposición de los drogadictos soluciones alternativas como locales en que drogarse con jeringas limpias, dando la posibilidad a un tipo de trato decente y respetuoso, que beneficia mucho a la sociedad así como a los toxicómanos y a sus familias. Sin embargo, como fue para Suiza, estas políticas todavía necesitan ganar la confianza de la gente.
En muchos otros países de Oriente Medio la lucha a la droga se lleva a cabo también con colaboraciones más allá de frontera, como ocurrió, antes de la Intifada, entre los expertos israelíes y s palestinos, con un acuerdo para una política común de prevención, control y rehabilitación de las drogadicción. La iniciativa partió de la campaña que la revista Addiction condujo en colaboración con los servicios anti-droga de los Países confinantes y asumió particular relevancia en la situación de conflicto permanente. En Irak, el problema de la droga, acentúa ulteriormente la violencia: bajo el efecto de los alucinógenos, muchos habitantes de Bagdad cumplen crímenes de cualquier género, agravando ulteriormente la crisis social del país. Hecho ulteriormente dramático es que hay muchos niños que consumen regularmente estupefacientes.
Pero la atención también está puesta sobre la relación entre web y droga. En una reciente declaración el secretario general del Arab Interior Ministers Council, Muhammad Alas Koman, ha afirmado que también Internet desempeña un papel clave en la circulación de las drogas y que muchos criminales usan el web para ampliar las vías para la distribución y el contrabando de narcóticos. En Arabia Saudita se habla de introducir en los programas escolares discusiones sobre los problemas de la droga y sus consecuencias sociales: muchos líderes mediorientales están orgullosos del hecho que desde un punto de vista cultural, gracias a la conciencia islámica y a la unidad social, el consumo de droga en los países del área sea, en comparación al resto del globo, más baja.
En todo caso el problema de la droga está provocando consecuencias económicas muy importantes: la asistencia que el Estado tiene que garantizar a los drogadictos está teniendo un coste social no indiferente, que pone los estados en la condición de revisar de manera urgente sus políticas en materia. Y tal vez justamente es de la cultura islámica, y no de occidente, que saldrán ejemplos eficaces para afrontar el problema.
Conclusión
Destrucción física y psicológica de las personas que la utilizan, destrucción de familias, estafas y crímenes asociados a su consumo, problemas sanitarios, la droga constituye a uno de los mayores males del mundo contemporáneo, pero falta la voluntad de los gobiernos para combatirlo. No siempre es el problema de la eficacia de las políticas actuadas sino la voluntad política de extirpar el problema: son los mismos grupos de presión que controlan la política y la economía que administran el gran tráfico internacional. Servicios secretos occidentales en colusión con aquellos de los países productores, bancos insospechables que blanquean el dinero procedente de sus provechos. Y los grandes países Medio Orientales entran en esta lógica, en este juego global, dónde la retórica afirmación de los «terrorismos», que ven en la droga un instrumento para combatir el enemigo en su interior, representan quizás la máscara de una colusión y acción simbiótica con occidente. A veces también surge la sospecha que las guerras, que son oficialmente para exportar valores, sean en realidad batallas a todo campo para controlar las vías de los estupefacientes. La pregunta es: ¿quién quiere realmente extirpar este mal? ¿Quizás quién la produce? ¿O quién trafica con esta? ¿Quién la usa como medio de disuasión social? ¿Quién la da a sus militares para llevar adelante interminables guerras de libertad? ¿Quién la secuestra y dice que la quema? En un mundo globalizado, en que los modelos de vida que se difunden son los del más fuerte y más rico, se ha producido, a causa de estos modelos, un vacío irrecuperable en las conciencias de los pueblos, que hoy, acerca de 500 millones de personas creen poder llenar con el uso de sustancias estupefacientes. ¿No ha llegado quizás el momento de repensar las políticas de la lucha a la droga, tratando de afrontar el tema del por qué de este «vacío?»