Los jóvenes vascos lo tienen claro en materia de drogas y se muestran lo suficientemente maduros como para reclamar a sus familiares que la información que disponen sobre la materia se la transmitan «sin sermones», estableciendo «límites claros», ya que se reconocen «personas en fase de desarrollo». Un grupo de representantes de 12 colegios de la CAPV visitó ayer el Parlamento de Vitoria para elaborar una declaración en la que expresaron lo que la juventud vasca siente frente al fenómeno de las drogas. Un escrito que, desde ayer, forma parte del programa de participación ciudadana Parte Hartu impulsado por la Cámara vasca.

A través de tres enmiendas, los grupos de escolares, divididos por colores, entablaron un enfrentamiento político a través del que revelaron el modo en que entienden este problema social. Su punto de vista no se ciñó sólo al ámbito de las sustancias ilegales, sino que reflexionaron, también, sobre el consumo de alcohol y tabaco, «elementos siempre presentes de forma tradicional en cualquier celebración».

Los jóvenes quisieron huir del victimismo y mostraron su faceta más autocrítica al manifestar que su determinación y fuerza de voluntad constituyen las fuerzas más poderosas y las únicas realmente válidas para acabar con el problema social que conlleva el abuso de drogas.

Los portavoces de los escolares de la CAPV agradecieron a sus familiares el esfuerzo realizado a la hora de sentarse y hablar con ellos sobre drogas, aunque les reclamaron un cambio de actitud para poder tratar el tema «sin sermones» y con una mayor dosis de libertad. A los educadores, por contra, les recordaron que «ya tenemos padres y madres», por lo que les conminaron a huir de este rol y a organizar charlas en las que el problema se aborde con «naturalidad».

Juan Carlos Melero, portavoz del colectivo Edex, el consejero de Educación, Tontxu Campos, y la presidenta del Parlamento, Izaskun Bilbao, valoraron muy positivamente el paso de la representación por la Cámara ya que, según indicaron, ayuda a trasladar al plano político las inquietudes reales de los jóvenes, preocupaciones que, habitualmente, llegan distorsionadas hasta la Administración.