El caso de un paciente con sida que ha sobrevivido con éxito dos años después de un trasplante cardiaco, sirve para ilustrar el momento actual de una situación que ha creado un impotante debate: El trasplante de órganos a estos enfermos. El paciente es además médico y uno de los firmantes del trabajo que se publica en una revista científica.
Existían hasta hace poco argumentos científicos y éticos en contra de trasplantar a pacientes seropositivos. Por un lado estaba el miedo al empleo de medicamentos que bajan las defensas, necesarios en los sujetos trasplantados, en pacientes ya de por sí bajos de defensas. Por otro, el pronóstico mortal del sida y la falta de órganos para otros tipos de pacientes.
Sin embargo, las experiencias iniciales, centrados en hígado y sobre todo en riñón, apuntaron rápidamente a una evolución no muy diferente de la de pacientes seronegativos trasplantados.
El Dr. Zackin, así se llama el protagonista de esta historia, sufrió durante más de 10 años un verdadero calvario. Se descubrió seropositivo en 1992 y padeció durante los años siguientes todas las infecciones y complicaciones del sida en los tiempos en que no existía un remedio eficaz: neumonías, tumores, infecciones intestinales…
Se encontraba al borde de la muerte, con un nivel de defensas indetectable en la sangre, cuando aparecieron los primeros fármacos eficaces. En 1995 se benefició también del descubrimiento del primer inhibidor de la proteasa, los medicamentos más eficaces descubiertos hasta el momento contra el VIH y su sida se controló.
Sin embargo, la fortuna le dio temporalmente la espalda en aquel momento. El Dr. Zackin se fatigaba más de la cuenta y sus médicos descubrieron que padecía un problema cardiaco. La quimioterapia que había necesitado para controlar una de las complicaciones de su sida, el sarcoma de Kaposi, había lesionado irreparablemente su corazón.
Para octubre de 1999, sus latidos eran tan ineficaces que necesitó la administración intravenosa y durante las 24 horas del día, de un fármaco que estimulara la escasa función cardiaca que le quedaba. El paciente se encontraba muy bien de su sida (no volvió a tener infecciones oportunistas y mantuvo una carga viral indetectable) pero se estaba muriendo como consecuencia de una complicación del tratamiento.
Finalmente, en enero de 2001, el paciente fue enviado a la prestigiosa Cleveland Clinic para ser incluido en la lista de trasplante cardiaco. Tuvo que esperar hasta el 4 de febrero, con un balón mecánico implantado dentro de su aorta para sobrevivir los últimos días hasta que se consiguió un donante apropiado.
La historia posterior tuvo un final feliz: dos años después del procedimiento el paciente se encuentra perfectamente, trabaja y realiza ejercicio a diario.
Los avances en el tratamiento del sida han conseguido prolongar mucho la supervivencia de estos pacientes. A la vista de las últimas experiencias y de los progresos también ocurridos en la medicina de los trasplantes, no puede negarse en el momento actual un riñón, un hígado o incluso un corazón a un paciente por el mero hecho de ser seropositivo. Ellos y sus seres queridos tiene derecho a beneficiarse de los avances de la medicina en estos dos frentes.
El estudio ha sido publicado en «The New England Journal of Medicine».