Se los recetaron para evitar la ansiedad. Supuestamente sólo los iba a necesitar un tiempo. Hoy Carolina no puede salir de su casa sin un ansiolítico en el bolsillo de la mochila. Tiene 29 años y hace dos empezó a sufrir insomnio. El médico le prescribió tranquilizantes para dormir. Hoy toma, «todos los días», un derivado de las benzodiacepinas. «Intenté dejarlos varias veces pero no puedo. Nadie me explicó la adicción que me iban a generar».

Carolina no es un caso aislado. Uno de cada cinco uruguayos consumió psicofármacos alguna vez, según la Cuarta Encuesta Nacional en Hogares sobre Consumo de Drogas, de la Junta Nacional de Drogas. La edad promedio de inicio es 27 años. Y, con la edad, las cifras se disparan hasta llegar a un 41,7% de consumidoras entre las mujeres de 56 a 65 años. Lo más preocupante: 52 mil uruguayos que se automedican.

Con estas cifras, ¿se puede hablar de uso o estamos frente a un abuso de los psicofármacos? «Abuso» responde sin dudar la psiquiatra María Lorenzo, integrante de la Junta Nacional de Drogas. «No es un problema nacional, es mundial. Es un exceso, sin lugar a dudas». En este escenario, el Ministerio de Salud Pública implementó un relevamiento, tanto en el sistema público como privado, para conocer con exactitud cuántas personas consumen y qué medicamentos usan.

Para eso, cruzaron los datos del control de la receta verde indicadas por médicos y de los sistemas informáticos de las farmacias de los servicios de salud, explicó a Qué Pasa, Miguel Fernández Galeano, subsecretario de Salud Público. Aunque el estudio empezó en noviembre de 2007 y los datos todavía se están procesando, quedó en evidencia que hay médicos que recetaron muchos más psicofármacos de los que indica el sentido común. «Se tomó contactó con estos profesionales y en los casos en que no se encontró explicación, se los enviará a un tribunal de conducta», afirma Fernández Galeano.

No es la única conducta que preocupa. «Hay personas que hacen acopio de tranquilizantes. Visitan distintos médicos en distintas oportunidades y directamente les piden determinado medicamento. Quizás se los indicó un médico en algún momento pero lo siguen tomando por tiempo prolongado por decisión propia», señala el psiquiatra Pablo Fielitz, profesor adjunto de la clínica psiquiátrica de la Facultad de Medicina.

Lo que genera preocupación en la comunidad médica no es el uso de antidepresivos sino de ansiolíticos. De hecho, las cifras revelan que, entre las mujeres, el consumo de tranquilizantes duplica al de los antidepresivos y pasa del 10,4 % al 25 %.

La preocupación está justificada. Las benzodiacepinas integran el selecto grupo de las «tres drogas que generan más adicción», explica la psiquiatra de la Junta Nacional de Drogas. Más que el tabaco, la cocaína o la heroína. Primero está el alcohol, seguido de los barbitúricos y en tercer lugar figuran las benzodiacepinas, las drogas más usadas a la hora de prescribir ansiolíticos. Los nombres comerciales de los derivados revelan que son los tranquilizantes más usados. La larga lista incluye al Aceptax, Alplacin, Clonoten, Rivotril, Ondil, Valium y Lexotan, dentro de las más conocidas.

Lorenzo explica que ella misma hizo la prueba. Quería experimentar en la práctica lo que sabía en la teoría. Decidió tomar durante una semana Aceprax, un derivado del alprazolam, que es considerada una de las benzodiacepina más adictivas. «A la semana ya había aumentado la dosis. Esa tolerancia que genera es justamente el principio de toda adicción».

Es un consumo difícil de controlar en una sociedad que se automedica cada vez más y en la que, como señalan los médicos, cada familia tiene su «farmacia». Así, el 27% de los consumidores de tranquilizantes los consiguen en el botiquín de su propia casa y un 8,3% «a través de un amigo», según datos de la encuesta sobre consumo de drogas.

Otro tema que preocupa a Fielitz es que cada vez baja más la edad a la que se consumen estos medicamentos. En un estudio realizado en la emergencia del Hospital Pasteur detectaron que el mayor consumo de tranquilizantes en los últimos 12 meses lo tiene la franja que va de los 15 y 19 años. «Se toman como drogas recreativas, mezclados con alcohol o para contrarrestar los efectos euforizantes de los estimulantes», explica el psiquiatra.

«Sin duda la perversión más grande viene de parte de los laboratorios que basan su estrategia en vender cada vez más medicamentos», sostiene Lorenzo. La psiquiatra pone como ejemplo lo que está pasando con el clonazepam, una de las drogas más medicadas dentro de la familia de los ansiolíticos. La dosis habitual es de dos miligramos. Pero un laboratorio sacó una presentación de 0,5 miligramos «que no tiene ningún sentido, porque la persona la puede partir y tomar de a cuartos y gasta menos. Es para que el médico general se atreva a medicarla porque es una dosis menor».

Lo que está comprobado es que los médicos generales cada vez se animan a recetar más. La encuesta de la Junta Nacional de Drogas lo deja en evidencia. Los psiquiatras prescribieron sólo el 32% del total de los psicofármacos consumidos. Y los médicos generales fueron los que indicaron más de la mitad de los tratamientos, con un 50,4%.

Carolina sufre las consecuencias de un tratamiento que se extendió durante demasiado tiempo. Su médico nunca le dijo que cortara el tratamiento. Hoy se cataloga como «adicta». «Si me quedo sin ansiolíticos porque no tengo recetas, me tiemblan las manos y sufro taquicardia. Termino como una yonqui. Voy a lo de mi abuela, que también toma, y le saco dos pastillas», concluye.