El Observatorio Noctámbul@s celebró su décima jornada bajo el título Protocolos de abordaje de violencias sexuales, drogas y fiesta: ¿qué hemos aprendido?. Durante las sesiones se abordó la importancia de los protocolos, la forma de trabajarlos en diferentes municipios de Cataluña y las prácticas de implementación en el ocio nocturno privado y autogestionado.

«Las mujeres hemos gritado que se acabó, ni una menos. Y por eso hay que continuar haciendo protocolos que contribuyan al acompañamiento. Sabemos que no hay fórmulas mágicas, pero sí que queremos construir un mundo libre de violencias machistas«, destacó Ana Burgos, coordinadora del Observatorio Noctámbulas. En la misma exposición, su compañera Amaya Díez, consultora en el desarrollo de políticas públicas de prevención de las violencias sexuales en espacios de ocio y otras formas de violencia machista, habló sobre la revictimización de las mujeres usuarias de sustancias y la necesidad de que, si la demanda no viene de la parte política, es importante que haya un compromiso a largo plazo. «Los protocolos deben tener una mirada estratégica de compromiso, ya que no tienen una duración concreta, sino que deben ser implementados en el tiempo».

Durante las jornadas, una de las mesas estuvo dedicada específicamente a las buenas prácticas de implementación de protocolos y otras acciones de prevención y atención a las violencias sexuales y el uso de drogas en el ocio nocturno. En este aspecto, se especificó la importancia de desestigmatizar el consumo e integrarlo dentro de los protocolos de género. «A la hora de elaborar los protocolos de género no se tiene en cuenta el consumo, cuando lo que hay que hacer es un trabajo interseccional», recalcó María Giaever de Sot a Terra, colectivo feminista enfocado en transformar los espacios festivos autogestionados y visibilizar las relaciones de poder que operan desde una perspectiva de género.

En estos espacios como las raves, en los que predominan los valores de autonomía, libre acceso y libertad, abordar las violencias supone un desafío debido a la ausencia de autoridad y seguridad, además de la falta de delimitación del espacio físico. Desde que comenzaron su trabajo hace cinco años en Valencia -actualmente también se encuentran en Cataluña-, vieron que a pesar de ser entornos políticos y libres donde «supuestamente» no existían violencias, sí identificaron violencias invisibilizadas dentro de las estructuras.

«Nos dimos cuenta que, aunque en las fiestas gratuitas se rechazan algunas violencias explícitas en la pista de baile, hay dinámicas estructurales más sutiles e invisibilizadas que atraviesan la organización de la fiesta o los momentos posteriores, por ejemplo», afirmó Giaever. «La primera resistencia con la que nos encontramos es el propio espacio físico, especialmente si la actuación tiene que ver con la expulsión de alguna persona de ese lugar. Saber quién puede estar dispuesta en una fiesta de tres días a ayudar si ocurre una agresión es muy importante».

Otro de los lugares de ocio nocturno del que se habló fue la Sala Apolo de Barcelona, por el que pasan entre 12 y 15 mil personas a la semana. Tamara G. Cascales, responsable de programación de conciertos, dijo que los protocolos son necesarios y se implementan porque las violencias ocurren. «Nosotras, además de ser trabajadoras, somos usuarias de ocio y queremos sentirnos seguras por la noche. Recibimos formación y nos dimos cuenta de que nos queda mucho camino por recorrer». Cascales remarcó la necesidad de hacer autocrítica, como ya se hizo en su día cuando se ofrecían entradas o bebidas gratis a mujeres.

Además, después de la pandemia, la Sala Apolo comenzó a colaborar con el Observatorio contra la LGBTI-fobia. Cristina Vidal es psicóloga social y está a cargo del punto lila permanente en dicha sala. «Es muy importante estar en los espacios e intentar transformar los contextos in situ. El protocolo nos ayuda a que la atención de violencias sexuales, o cualquier tipo de violencia estructural, no sean tratadas solo por parte de la persona técnica, sino que hace colectivo el trabajo». En su intervención, Vidal también destacó la necesidad de trabajar sobre el estigma del consumo: «Hay que acompañar el consumo y hay que hacerlo con perspectiva de género».

Por último, Iris Jarros, responsable del área de género de Mostra, festival independiente de pequeño formato de música electrónica, habló de la importancia de contar con un protocolo, ya que es un lugar propenso a que se den violencias sexuales. Y  también un espacio donde se da el consumo de sustancias. «Las grandes facilidades de estos espacios es estar dentro del paraguas del ‘No Callamos‘, pero este protocolo municipal no contempla las sustancias y estas siempre están presentes».