El trabajo en prevención y tratamiento de conductas adictivas tiene un techo de cristal  establecido por el paradigma que lo encuadre. Techo de cristal es una metáfora que expresa un límite a la posibilidad de crecimiento que está pero no se ve. Los paradigmas contribuyen  al desarrollo de priorizaciones de enfoques según los criterios particulares que toman en cuenta. Sin embargo, las discusiones en torno al éxito o fracaso de las  estrategias de abordaje en uso suelen omitir esta dimensión, corriendo el riesgo de volverse menos productivas o tal vez estériles. Funcionan como techos de cristal.

Como se construyen y posicionan los distintos paradigmas que facilitan u obturan estos análisis? Dejo abierta esa cuestión, y al mismo tiempo avanzo en algunas reflexiones tomando como referencia un enfoque  que se ha ido despejando  como resultado de la investigación teórica, y también del estudio de los efectos prácticos registrados con la aplicación de distintos  mapas conceptuales.  Dicho enfoque permite observar  el condicionamiento que estos establecen sobre la relación entre niveles de expectativas y  posibilidades de  cambio asociadas con problemáticas ligadas a consumos de sustancias psicoactivas (aumentan en la medida en que las expectativas favorables  se incrementan).

Según paradigmas que proponen  enfoques ampliados, el fenómeno adictivo se configura mediante la dinámica que se establece entre sujeto,  contexto  y  objetos de consumo con potencial  de generar procesos adictivos y sostenerlos. Es importante destacar en este entramado conceptual   las dimensiones tangible e intangible (incluye lo paradigmático) que definen el contexto, ya que frecuentemente el análisis suele limitarse a la primera, desatendiendo el peso que tiene la segunda en cuanto componente simbólico con capacidad de establecer  percepciones selectivas en individuos, e incentivar o  reforzar ciertas prácticas respecto de otras. Lo intangible no reconocido se constituye en techo de cristal.  En este sentido, se puede afirmar que  el fenómeno adictivo, por su nivel de complejidad, refiere a  algo con mayor alcance que el dado por la definición que se suele  expresarse en términos tales como   “problema de drogas” o  “políticas de drogas”, donde prevalece la mirada sobre el objeto de consumo, desatendiendo la dinámica de este objeto con el contexto y el sujeto.

Entendido  lo paradigmático como uno de los aspectos intangibles del contexto,  según sean sus características tendrá capacidad de condicionar  actitudes y prácticas al facilitar cierto tipo de  explicaciones y predicciones relacionados  con  todo lo asociado al fenómeno adictivo.  Estas podrán ser funcionales a la salud pública y el bien común, tal como espera el conjunto social, o  quedar atrapadas en lógicas que operan a la medida de sectores con intereses particulares.

Lo paradigmático tiene repercusiones sobre   los procesos de cambio que requieren tanto las  actividades preventivas como las terapéuticas y  los contextos (simbólicos y fácticos) que generan diversos niveles de motivación para que tales procesos se activen. Este  análisis basado en la evidencia muestra que  los modelos salubristas  ofrecen mejores resultados debido a su aptitud para  enfocar sistemas de  complejidad creciente, superando fragmentaciones y reduccionismos. Asimsimo,  facilitan la instrumentación de la diversidad de recursos disponibles al   recuperar y posicionar favorablemente la noción de lo saludable en los procesos vitales respecto de lo patológico o dañado,  colaborando de este modo al desarrollo motivacional que requieren los cambios esperados. Estos no pueden ocurrir cuando el concepto de referencia es el daño, lo patológico o lo deficitario, relegando lo saludable a un plano  marginal o descreyendo de él por cuestiones adjudicadas a lo cultural.

Es así como algunos paradigmas desfavorables al cambio en clave de salud pública, se posicionan a nivel social de un modo  determinista desalentando actitudes críticas e innovadoras. Por ejemplo, introducen en el campo  discursivo   enunciados tales como  “el consumo de drogas está instalado culturalmente” “tarde o temprano van a consumir”. Sin embargo, el uso de tales enunciados conduce a distintas conclusiones según como se lo contextualice.

Una de ellas implicaría aceptar lo cultural como algo estanco y que solo puede profundizarse en el mismo sentido, incluso como profecía auto cumplidora. Se identifica este mecanismo como  prohibicionismo de mercado,  ya que mueve a aceptar lo dado, desde un supuesto pragmatismo, impidiendo todo tipo de cuestionamiento o posicionamiento crítico que sea contrario a la tendencia impuesta,  asfixiando posibles movimientos innovadores.

Otra, tendría en cuenta que el hecho cultural es una construcción colectiva continua, en términos de cognición con objeto social, siguiendo a Leyens y Codol. Por tanto, desde un enfoque socio sanitario no lineal, reconociendo las interdependencias, se verá en  esta construcción un dinámica atravesada por  conflictos en evolución continua. Se incluirán las alternativas para el desarrollo de  creencias y opiniones que interpelen las asociadas a los consumos de drogas, y por tanto, promuevan procesos salugénicos. Asimismo, teniendo en cuenta el rol del mercado en la construcción cultural contemporánea, esta interpelación supondrá reflexionar también sobre el modo en que este avanza sobre el entramado socio institucional, donde los posicionamientos teóricos y políticos tienen un rol de gran importancia. Es preciso destacar lo que ocurre cuando otras perspectivas  excluyen esta dinámica de construcción simbólica, refugiadas en un supuesto pragmatismo, no ingenuo, que obtura estos  procesos (imaginarlos, validarlos, programarlos, activarlos, sostenerlos, etc.), tal como se mencionó más arriba.  No advertirlo introduce el riesgo de, tal como si no existieran opciones posibles, acabar   operando con encuadres en extremo funcionales a aquellos que vienen dominando la construcción cultural dictada desde circuitos comerciales para favorecer los consumos que requieren sus producciones. Y precisamente en ello  sustentan sus estrategias de marketing y advocacy, develando la contradicción de que lo que se empeñan en presentar como determinismo, en algún aspecto es creación desarrollada con objetivos de mediano y largo plazo, de quienes tienen por objetivo modelar el deseo de sus clientes.

En esta perspectiva, incluso el planteo actual acerca del fracaso de la estrategia de “guerra contra las drogas” -basado en la evidencia de que los abordajes realizados hasta ahora no han dado los resultados esperados-, por ser de tipo binario y enfocar el objeto en desmedro de las otras dimensiones del fenómeno, podría estar impidiendo la posibilidad de generar otras que se eleven de modo superador por encima de sus limitaciones y sean eficaces. Si el encuadre binario de tipo bélico opera como techo de cristal, por no ser advertido, entrampa a la sociedad en la obligación de elegir solo entre dos opciones: a favor o en contra, con todas las variantes de combates,  batallas y guerras. Y esto con alto riesgo de no aportar soluciones de fondo y ser funcional a los mismos mercados que buscan su expansión, según objetivos muy probablemente disociados  del bien común y la paz social.  En general estos mercados  se mueven con fines económicos  alentados por distintas industrias (farmacéutica, tabacalera, cannábica, vitivinícola, del entretenimiento, etc), o  por gobiernos de ciertos sistemas políticos que facilitan ciertos procesos como parte de las alianzas de poder. Esta dinámica puede apreciarse en el artículo  “Canadá quiere el negocio de la marihuana legal en México”  de reciente publicación  en el diario El País.

Es necesario registrar  alternativas de mayor alcance al modelo dualista tradicional, que privilegia la asistencia del daño, la prevención del daño y  reducción del daño, operando éste como techo de cristal. La realidad puede ser reencuadrada para identificar nuevos matices desde perspectivas promotoras de lo saludable como valor,  donde confluyan enfoques sistémicos, ecológicos y de salud integral, acordes a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.

Las estrategias que emergen desde  paradigmas complejos que reconocen la dinámica entre cada una de sus dimensiones, ofrecen perspectivas multifocales, más allá de lo binario.

El reconocimiento de esta situación habilita  nuevas miradas. Estas tienen la capacidad de registrar sin prejuicios el funcionamiento exitoso de la metodología utilizada por las industrias a nivel global (que generalmente son copiadas por los micro emprendedores) y realizar una transferencia inteligente al desarrollo de políticas integrales, donde la salud pública tenga posibilidad de expandirse en los diversos entramados de modo aun más eficaz.

De este  conjunto de tensiones  se configura el enfoque que denominamos multidimensional integral salubrista  (MInS) como una aproximación alternativa a la complejidad desarrollada en torno a hechos y procesos  saludables, que  son  valores constitutivos del tejido social, se nutren en la perspectiva del bien común, y aportan al capital necesario para el desarrollo sostenible. Reconociendo múltiples dimensiones del fenómeno adictivo, que incluyen geopolítica,  economía, el entramado socio institucional,  lo normativo, salugénico, y lo dañado, entre otras, destaca  el vínculo  entre placer y vida saludable, a modo de  eje estructurante, procurando autonomía respecto de intereses del mercado. Promueve el desarrollo y activación de factores salutógenos, tanto para consolidar procesos saludables en ciernes,  como para facilitar aquellos que  requieren   cambios, cuando el proceso vital está atravesado de crisis con origen en alguna de las  dimensiones  de lo humano. Sus fuentes incluyen especialmente las diversas líneas dedicadas a salutogénesis, como las de la Escuela Andaluza de Salud Pública (2010), de Rivera de los Santos, F. y cols (2011), y de Saforcada, E. (2012) y avanza en su adecuación a lo específicamente relacionado con el fenómeno adictivo. Esta adecuación es fundamental, pues se ha comprobado que los abordajes de tipo inespecífico, que no abordan de modo integral los procesos adictogénicos, tienen resultados limitados. Por el contrario, cuando los beneficiarios de las acciones preventivas y terapéuticas advierten el modo en que el contexto opera sobre el entramado y sobre ellos mismos, los recursos salugénicos se potencian, facilitando el logro de los objetivos propuestos.

El fenómeno que nos interpela es vasto y complejo. Las dificultades para afrontarlo plantean numerosos desafíos teóricos y prácticos. La capacidad de registro de su multidimensionalidad, opera de manera directamente  proporcional a la posibilidad de  diseñar estrategias innovadoras y eficaces. El  devenir histórico y la dinámica de la ecología social, invitan a profundizar esta perspectiva de análisis, y enriquecerla a partir de la investigación / acción. Este procedimiento aumentará las posibilidades de que el campo de lo teórico pueda ser transferido a experiencias reales, y  que se retroalimente a favor de una mayor calidad de vida y equidad social.

Conviene tener presente que el campo teórico compone  la dimensión contextual intangible y es moldeador de paradigmas. Estos no cesarán  su función de techo de cristal, lo que no impedirá que podamos ser conscientes de ello y ampliemos las fronteras. El horizonte de posibilidades es vasto, y cada agente de salud tiene la oportunidad de sumar su aporte.

 

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