Hacia una psiquiatría crítica. Excesos y alternativas en salud mental.
Autor Alberto Ortiz Lobo.
Colección Salud Mental Colectiva. Editorial Grupo 5 Madrid
ISBN 978-84-941428-0-2

La calle donde vivo es Camino de Santiago, por lo que no es de extrañar que pasen por ella diariamente decenas de peregrinos, en verano hasta centenares. Siempre me ha gustado ver cruzar de buena mañana a estas aves de paso; nos saludamos con simpatía renovada y les deseo buen peregrinaje. ¡Con pan y vino se hace el camino!

Digo esto porque hace unos años se presentó en un congreso de psiquiatría el denominado Síndrome del Camino de Santiago, cosa que me sorprendió sobremanera, pues siempre había considerado a los peregrinos personas saludables que anhelaban con su esfuerzo alcanzar una meta personal, cultural, espiritual o religiosa. Pero desde entonces ya no veo a los peregrinos con los mismos ojos, y a menudo me pregunto si esos que pasan frente a mi casa serán o no serán enfermos. Y si lo son, me sigo preguntando, ¿estarán bien atendidos psico-socialmente? Aquellos que realizan el camino montados a caballo, ¿tendrán aún peor pronóstico? Y yo mismo, que completé la ruta jacobea en su día, ¿adoleceré también de dicho síndrome? En fin…

Esta viñeta tan solo pretende expresar la cierta inquietud que comparto con otros colegas por el aumento de los diagnósticos y los pseudodiagnósticos. Actualmente asumimos demasiados interrogantes con relación a cuándo hay que tratar y cuándo no, puesto que el umbral de lo que se considera enfermedad sigue a la baja, y por tanto uno ya no sabe muy bien a qué atenerse cuando “casi todo” es presentado como un problema que debe ser resuelto o una falta que ha de ser tratada.

No hace mucho escuchaba en Radio Nacional de España a un clínico que decía: Morderse las uñas es debido a un “trastorno de personalidad” de tipo neurótico. Esta situación ha derivado, por ejemplo, en que se hagan incluso chistes sobre estos excesos evaluativos de la psicología y la psiquiatría, ya que la sociedad es muy sensible a todo aquello que despunta y en consecuencia se defiende como puede.

En mis manos sostengo un libro de carátula amarilla que ofrece valiosas interpretaciones de este aumento de las enfermedades mentales. Dentro de la innegable expansión que se está produciendo, explica por qué hemos pasado de las cuatro enfermedades clasificadas por Philippe Pinel (1745-1826) en su Traité Médico-Philosophique sur l’aliénation mentale (1801) a los 357 “trastornos” del DSM-IV (1994).

A lo largo de sus entretenidas páginas, el autor de la obra, el psiquiatra madrileño Alberto Ortiz Lobo, reflexiona con admirable capacidad de síntesis y espíritu crítico sobre las industrias farmacéuticas y sus intereses, sobre el cada día más encorsetado modelo de bienestar y sus consecuencias, y demuestra gran valentía al señalar la responsabilidad que deben asumir muchos profesionales que, por mero afán de protagonismo, fuerzan los límites del diagnóstico para inventarse síndromes y pseudotrastornos. Crear un nuevo síndrome, no cabe duda, otorga prestigio al sanitario que lo inaugura, proporcionándole además la posibilidad de impartir buen número de conferencias, aparecer a menudo en los medios de comunicación y, por ende, obtener pingües beneficios económicos.

Lamentablemente no es habitual encontrar autocríticas bien fundamentadas sobre este fenómeno que con tan harta frecuencia se da hoy en día, y por eso este libro se hace tan imprescindible para psicólogos y psiquiatras. Me atrevo a aventurar que en los próximos años cada vez hablaremos más de los daños que puede originar nuestra labor y, por consiguiente, de la importancia de la prevención cuaternaria en salud mental (la prevención cuaternaria es el conjunto de actividades sanitarias que atenúan o evitan las consecuencias de las intervenciones innecesarias o excesivas del sistema sanitario).

Este libro nos enseña, entre otras muchas cosas, algo que, quizá porque no figura en los programas de estudio universitarios, resulta más novedoso de lo que debiera; nos enseña a saber cuándo no hay que tratar a un paciente. Por otro lado, el autor ha tenido el acierto y la inteligencia de agregar textos de especialistas de primera fila que contribuyen notablemente a redondear la excelencia del libro.

Para terminar, hay que decir que no es una obra que se contente con quedarse en la queja fácil. Antes bien, incluye en su última parte una invitación a ir más allá del modelo biomédico y apuesta decididamente por la conveniencia e importancia de las narrativas y la formulación de casos, destacando a este respecto los últimos capítulos, donde hace hincapié en las alternativas y modelos asistenciales desmedicalizadores, en la indicación al no-tratamiento y en una forma de psiquiatría crítica que, centrada en las personas, busca equilibrar el poder entre el profesional y el paciente.

En definitiva, un soplo de aire fresco en tiempos tan enrarecidos como los que vivimos.

Firmado: Fernando Pérez del Río