¿Qué personas demandan actualmente tratamiento?

Entre las demandas de atención ha tomado protagonismo los consumidores de cocaína que progresivamente van en aumento. Son personas entre 25 y 50 años; en apariencia integrados en su entorno familiar y social, que desempeñan un trabajo; que iniciaron el consumo como parte del complemento de la “noche” y que paulatinamente a lo largo de los años (más de 5) la adicción ha ido ganando terreno hasta ocupar un espacio importante de sus vidas; lo cual en determinados momentos les plantea dificultades importantes ya sean físicas, psíquicas, económicas o sociales. De entre los que se plantean abandonar el consumo, hay quienes deciden dejarlo un tiempo e intentar controlarlo en mayor medida porque perciben el consumo de “coca” como poco perjudicial. Les cuesta reconocerse como adictos y en muchos casos son los médicos de atención primaria quienes realizan la detección del problema a partir de una demanda como no poder dormir, concentrarse o problemas físicos. Algunos son reacios a asistir a programas específicos de drogodependientes y recurren a profesionales privados para no verse estigmatizados como “drogadictos ”.

Existe un grupo importante de personas adictas a la heroína y que además toman otro tipo de sustancias como alcohol, hashish y cocaína que constituyeron hasta hace poco el grupo mayoritario de las personas atendidas en los diferentes tratamientos. Son varones en mayor proporción; con edades comprendidas entre 30-45 años; con muchos años de consumo de drogas (entre 10 y 20 años) un importante nivel de deterioro físico y psíquico; entre los cuales se concentra el colectivo de seropositivos que han sobrevivido a la enfermedad. Estos drogodependientes han iniciado y en algunos casos llegado a finalizar a lo largo de todos estos años de adicción diferentes tipos de tratamientos; bien ambulatorios o residenciales; alternando periodos de relativo control o abstinencia en el consumo con otros más convulsos donde es frecuente encontrar episodios de ingresos en unidades de urgencia por accidentes, sobredosis o descompensaciones psiquiátricas. Personas que viven entre la vida y la muerte; cuyos lazos con sus familias de origen se han debilitado o han desaparecido a lo largo del tiempo. Un grupo numeroso de estos pacientes participa de los programas de metadona lo cual junto a las ayudas sociales a permitido que el deterioro social sea menor. Una cuarta parte de estos pacientes tienen hijos lo cual constituye un importante elemento de preocupación para los servicios sociales de los ayuntamientos.

Las demandas por consumo de alcohol, van integrándose cada vez más en las redes asistenciales de drogodependientes .La incorporación de personas dependientes a sustancias más normalizadas ha ayudado a acercar estos graves problemas, que por su extensión social constituyen un importante grupo de riesgo, y que se han sentido desatendidos durante años y sin un lugar desde donde ser atendidos más allá de los grupos de auto-ayuda.

Las demandas por consumo de hashish; que eran inusuales hasta hace 7 años van en aumento y se refieren tanto a consumidores adolescentes o jóvenes que presentan signos de aislamiento social, dependencia asociados en algunos casos a problemas psicológicos o de integración social; pero también en consumidores habituales adultos con muchos años de consumo (más de 10 años) que se plantean dejarlo y no pueden.

Las demandas asociadas al uso de pastillas (el popular éxtasis por ejemplo) van precedido de algún episodio de alarma por parte de los padres, en los adolescentes especialmente. Es un consumo juvenil; entre los 16 y 25 años, vinculado a las fiestas y fines de semana que posteriormente se abandona en la mayoría de los casos. Aunque es significativa su extensión; su consumo pasa desapercibido socialmente; y es uno de los motivos mayores de alarma entre los padres de hijos / as adolescentes. También probablemente es dentro de las drogas ilegales, la que más equipare en su uso a hombres y mujeres.

¿Y el futuro que nos puede deparar?

Las drogas, tal como las hemos ido reconociendo estos años, no son una moda pasajera, extranjera, ajenas a nosotros. Las “nuevas sustancias” vinieron para quedarse y formar parte de nuestro modo social de ser y relacionarnos junto al alcohol y el tabaco. Probablemente en una sociedad donde consumir es uno de los paradigmas del desarrollo, junto con la adaptación rápida al cambio o la búsqueda de estímulos y alicientes que complementen mágicamente nuestra cotidianidad; el uso de drogas forma parte del acerbo de respuestas que los individuos buscan para encontrarse bien y vivir tratando de erradicar el aburrimiento, el dolor, la soledad o el alineamiento. Las drogas las tomamos a la búsqueda de satisfacciones y sabemos que tienen por supuesto un precio; que bien puede pagarse física, psíquicamente o socialmente. Poco importa que vengan a cobrarnos la letra de estos placeres al día siguiente o dentro de 2, 5, 10 , 30 años; en todo caso el tiempo que tardará en cobrarse tendrá importancia dependiendo de la edad del interesado y de los beneficios que a corto plazo (segundos, minutos, horas) le otorgue la sustancia. Cuanto más necesitado de placer o de no sentir el malestar tenga una persona más posibilidades de depender de una sustancia ,creando un nudo a su alrededor que lo sujeta para encontrar satisfacciones o cuanto menos alivio al sufrimiento fuera de las drogas.

En todos estos años de tratar a drogodependientes, un aspecto que se me ha quedado grabado es el reconocimiento del dolor y la desesperanza de muchas personas que han quedado atrapadas en un “sin vivir”; o a lo mejor es que las dificultades y el dolor que en su vida tuvieron les atrapó en un bucle donde el encuentro con la droga; especialmente con la heroína lo percibieron como una solución en su vida. Hay un algo de decisión fatídica en el adicto que nos lleva a preguntarnos ¿qué le pasó a esta persona para llegar hasta este estado?.

La exploración en la historia de vida de cientos de drogodependientes que he asistido señala a la adicción como la punta del iceberg de situaciones personales o familiares más graves y dolorosas, que anuncian que esa persona está enferma, de otras cosas aparte de la droga;.La droga fue una respuesta que encontró en su camino muchas veces sin darse cuenta, que pensó sería pasajera ,y que le fue envolviendo, hasta ser lo más importante en su vida pasando a un segundo plano las situación inicial .Pareciese que todos sus problemas son la droga , fundiendo al individuo con la sustancia y esto no es así.

No para todas las personas resplandece igual el atractivo de las drogas; hay un código genético con relación a la tolerancia al dolor y la necesidad de placer, que luego se va modulando en los primeros años de vida en la familia con relación a los cuidados y empatía de los progenitores; modos adictivos de ser, relacionarse y enfrentarse a las dificultades y dolor cotidiano. Y sin minusvalorar las circunstancias que ha cada ser humano le ha tocado vivir. Detrás de muchos toxicómanos he encontrado dramas antes de la droga, que posteriormente al entrar en contacto con esta se ha recrudecido y me han hecho plantearme que hubiese hecho yo en esa situación. Otra cuestión es como buscar una salida que aunque no pueda cambiar los sucesos de la vida atenúe el sufrimiento de esa persona, bien con prescripción y seguimiento médico o ayudándole a vivir sin drogas; lo que sea pertinente para cada caso; pero quitando protagonismo a la sustancia y dándosela al individuo.

Si nos preguntamos el porqué del consumo de las nuevas drogas y los cambios en el estilo del consumo entre los adolescentes y jóvenes, ellos nos apuntan a las mismas preguntas de siempre: que hacer para divertirme, para relacionarme, para ser exitoso, no estar solo, no aburrirme…; pero con distintas respuestas. Lo extraño y peligroso pueda ser que los adultos no nos preguntemos por que consumimos drogas y tratemos de pensar que son asuntos de otros.

Los recursos asistenciales que se han desarrollado en todos estos años deben irse adaptando a los cambios en las demandas de los usuarios de drogas y existe el peligro de que la burocratización de las tareas y el cansancio del personal no permitan reconocer las necesidades más allá de las sustancias de una enfermedad problemática y compleja que envuelve situaciones personales, familiares y sociales. Es un reto el normalizar la asistencia a las necesidades de los usuarios de drogas ofreciendo respuestas más cercanas a los problemas que afecten, sobretodo, a la mayoría de las personas que han incorporado el consumo de sustancias como parte de su vida cotidiana, ya sea alcohol, tabaco, hashish o cocaína.

Destacar la importancia que han tenido y siguen desarrollando las asociaciones de auto-ayuda , y el papel de los voluntarios que desde O.N.G. o formando parte de programas de apoyo de los ayuntamientos o asociaciones locales han permitido aminorar el estigma social de los toxicómanos dando soporte y apoyo a los colectivos más marginales y acompañando a los sujetos a los tratamientos.

A lo largo de estos 25 años de atención a drogodependientes en España hemos podido saber algo más de las nuevas sustancias que tanta alarma generó en su inicio; aprender de la complejidad de los procesos adictivos que en los primeros momentos pensábamos que eran tan sencillos como “querer dejarlo”, y reconocer en nuestro medio social problemas ya antiguos como el alcoholismo al que sumar nuevas dependencias que se inscriben dentro de los tiempos que nos toca vivir. Hay más información sobre las drogas; lo cual no atenúa los problemas, pero deja en terreno de cada cual la responsabilidad de su uso.

Cuando se establece la dependencia la pregunta es como ayudar a comprender que hay detrás de la droga y qué cara oculta del malestar y el dolor atenúa la sustancia.

Firmado: Gabriel Roldán

Psicólogo