El presente texto pretende lanzar una reflexión sobre algunos aspectos que rodean al uso de la DMT[1], también conocida como la molécula de Dios. Esta substancia se encuentra en diferentes organismos[2], de los que se han utilizado algunos para ayudar a sanar diversas afecciones físicas, emocionales, mentales, energéticas y anímicas. Aunque también sirvió para todo lo contrario.

¿Por qué la molécula de Dios? La metáfora se puede interpretar de diversas formas, desde quién cree que genera un canal o puente con la dimensión espiritual, hasta quién considera que conecta con lo sagrado dentro de uno mismo, o desde el ateísmo quien considera que conecta con la profundidad del inconsciente colectivo o los entresijos de la mente.

La ayahuasca

Debido a la gran demanda occidental de ayahuasca en la última década se desencadenó una progresiva y acelerada desaparición de las plantas en sus áreas selváticas. Cada vez se exporta más, se encuentra menos cantidad, de menos diámetro y es más cara[3].

Para concienciar y defender la planta, el centro Takiwasi[4] inició una campaña de apadrinamiento de la liana en su reserva botánica. Hay más iniciativas en ese sentido y asoma una consciencia proteccionista de algunos sectores vinculados a ella, lo cual confirma la mala señal.

Ese creciente uso lo produjeron diferentes colectivos que la consumen: los psiconautas o turistas a la caza de experiencias alucinógenas; personas necesitadas de curación y otras de “curación”; y expansivos grupos religiosos brasileños que la utilizan como sacramento[5].

Los psiconautas buscan cosas como el autoconocimiento, la inspiración artística, un rato de exploración psíquica, divertimento, etc. El libre albedrío y la moda new age suele ser su guía clínica, tanto en el set como en el setting. Se alejan bastante de los lentos, duros y sacrificados procesos de aprendizaje y manejo de las plantas en el contexto tradicional adecuado, con normas y compromisos estrictos. No suelen respetar los tiempos, ni las integraciones necesarias. Los accidentes y las malas experiencias son comunes.

Paralelamente el turismo ayahuasquero[6] también encontró una oferta entre los cada vez más “maestros y maestras” que salen de debajo de cada piedra que se levanta[7]. Hoy en día se acepta el hecho de que existe un turismo de masas entorno a la sagrada planta amazónica. Incluso hay ofertas que incluyen ceremonias en los paquetes turísticos.

Por otro lado están los pacientes que buscan formas alternativas de sanarse. Suelen estar decepcionados con la medicina oficial, pues no responde a sus expectativas terapéuticas. En la cual, a menudo solo encuentran la cronificación de sus enfermedades y/o un silenciamiento de los síntomas de las mismas con altos costes para su salud.

Al fin y al cabo, huyen de una medicina mecanicista que los trata como objetos, vinculada cada vez más a intereses de grandes grupos farmacéuticos. Los cuales incluso establecen las guías clínicas de los médicos del sistema público de salud[8]. Por lo cual, los pacientes exploran otro tipo de curación más allá de lo puramente orgánico y protocolario. La salud, cada vez más, se entiende como un bienestar bio psico social ambiental[9] y espiritual.

En las propuestas terapéuticas hay de todo, con más o menos honestidad y conocimiento: personas con formación tradicional; otros con titulación académica en disciplinas de salud o social que articulan sus praxis con las plantas; hasta “terapeutas” allegados por sus experiencias personales únicamente, algunos provenientes del colectivo psiconauta. O una mezcla de las anteriores. Incluso se podría decir lo mismo a nivel de centros terapéuticos[10].

Paralelamente, entre los “pacientes” también hay adictos a las terapias y en especial a las que utilizan psicoactivos. En muchos casos se banalizó las palabras terapia, proceso de curación, crecimiento personal, etc., que se utiliza como excusa para tomar y tomar ayahuasca cada fin de semana.

La palabra curación ha derivado en algo alejado de la medicina tradicional, donde existe un tipo de diagnóstico y terapéutica propia en el que muchas otras plantas y procedimientos la componen. Además, la ineludible fe en lo espiritual ayuda a restablecer el binomio cuerpo-alma: sanación y salvación.  En occidente la salvación no se suele aceptar por principios científicos.

Claro está que los terapeutas sin fe lo reducen a una mera medicina psicodélica: uno no necesita ser llamado por el espíritu que proceda para poder adiestrarse durante años y acabar ofreciendo la medicina. Sino que se habilita como con una formación más, cuestión de voluntad, cursos, libros, Internet, dinero y en algunos casos ni la parte intelectual. Eso choca frontalmente con la esencia de la medicina tradicional[11]. Estas propuestas no necesitan protegerse energética ni espiritualmente ¿para qué si no creen en eso?

Por otro lado, están las religiones brasileñas, donde se dan diferentes motivaciones de quien comulga por ejemplo con el daime[12]: desde la pertenencia a una comunidad espiritual hasta solo la obtención de experiencias enteógenas y místicas. Este impulso también viene favorecido porque las religiones mayoritarias (catolicismo, judaísmo e islam)  suelen alejarse de este tipo de vivencias. Así pues, comulgando con substancias enteógenas se hace más potente y creíble el mensaje espiritual: no es lo mismo que de palabra le digan que Dios existe a que casi lo intuyas con los sentidos en un escenario majestuoso.

Cabe decir que saciar la dimensión espiritual es tan necesaria para la salud como alimentar al cuerpo o estimular la mente[13]. Aceptando la existencia de esa necesidad, la castración moderna de la espiritual occidental, que conlleva la negación de sus propias raíces católicas, es un buen caldo de cultivo para subirse a las propuestas ayahuasqueras. Contrariamente, los grupos tradicionales americanos (no urbanizados) no renunciarían tan fácilmente como los occidentales a su cosmovisión y raíz espiritual.

Este fenómeno ya pasó en su momento con las espiritualidades orientales. Ser cristiano católico era arcaico, sospechoso y corrupto, cero cool, en contraposición con lo atractivo del budismo, el Zen, el Yoga, New Age, etc. Por otro lado, como las religiones ayahuasqueras también incluyen psicoactivos, pues se hacen mucho más atractivas al perdido feligrés occidental.

Además suele haber legislación que protege el uso religioso de una substancia considerada sacramental, por lo tanto se ofrece cierta cobertura legal. Aunque esto último empieza a estar en entredicho, ya que el consumo de masas en esos contextos va causando algunos problemas de salud pública, lo cual ha hecho retroceder la legislación por ejemplo en Holanda, uno de los bastiones de la tolerancia europea respecto al uso de psicoactivos[14].

La participación en las ceremonias de estos grupos religiosos no requiere tanto la fe en su credo, sino un pago más o menos elevado. En el fondo, muchas de ellas explotan el potencial económico de la misma e incluso incorporan plantas como la marihuana, alejándose de su propia génesis[15] en pro del negocio.

Por otro lado, es difícil participar en una ceremonia del Daime gratis, a diferencia del cristianismo y eso no se suele cuestionar. ¿Se imaginan qué dirían en occidente si se hiciese pagar 100 euros por cada misa? Por un lado hay una nula crítica y por el otro una severa e implacable crítica. Aún así, entre sus participantes los hay con fe y también los que desean volar en una experiencia supuestamente más estructurada y segura. 

Internet

Pero todo este boom no se podría entender sin el factor de Internet, que ha propiciado el acceso a un conocimiento y materiales sin precedentes. Eso lleva implícito algunos riesgos y efectos negativos asociados a las nuevas tecnologías[16]. Entendamos pues que el impacto medioambiental contra la ayahuasca está íntimamente relacionado con la velocidad de la comunicación virtual y el negocio asociado en lo que viene a ser la aldea global[17].

Hoy en día, casi cualquier planta utilizada de forma ritual por tradiciones milenarias puede estar en casa en una semana. Eso es velocidad y por qué no decirlo, ¿banalización?

En el mundo tradicional hacerse con elementos naturales considerados sagrados implica un ritual de recogida. Por ejemplo, en la cosecha de la coca en Chulumani[18] se debe recolectar de una determinada manera, con ofrendas previas, durante y después de la misma.  También hay un ritual de iniciación (paso a edad adulta) y todos sus significados simbólicos dentro de la cosmovisión andina.

Toda esta sacralidad queda pulverizada por una transacción económica online. Recordemos también la recogida de los niños santos mazatecos[19], cuidando cada detalle de cómo obtenerlos, haciendo un camino hacia el Chikon Nindó[20], solicitando permisos a los espíritus, ayunando, rezando al altar, etc.[21] De nuevo, hoy se pueden adquirir en la deepweb o incluso cultivarlos con un pan comprado en Internet, cuyos “sagrados” frutos se ingieren para pasar un rato distendido entre amigos.

Contrasta enormemente el aprendizaje y el proceso lento del mundo tradicional ante la revolución tecnológica en un contexto consumista. Así pues, en el primero no había una amenaza sobre la ayahuasca, ni contra su cultura vinculada a la naturaleza dentro de un marco medicinal y espiritual.

Por contra, en el segundo se rompe el equilibrio milenario y saltan las alarmas de la destrucción. Así pues, Internet somete actualmente los recursos y hace más vigente la denuncia del gran jefe Seatle: la tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra[22]. En gran medida se pone de manifiesto que apenas se superó el antropocentrismo.

Siguiendo el hilo virtual, hoy en día incluso se relaciona el consumo de drogas con el de uso problemático de Internet en diversos estudios. Se sabe que el abuso de drogas suele ser 3 veces superior entre adolescentes que usan problemáticamente Internet[23]. Por lo que el uso creciente de Internet en todas las edades, actualmente en España está entre el 81, 1% de la población[24], también apuntaría a resultados parecidos. De hecho los adolescentes son espejos del mundo adulto[25].

Otra cuestión, aunque no menos importante, es que el océano de Internet contiene todo tipo de contenidos, desde informaciones valiosas y cuidadas dentro de webs o blogs hasta todo lo contrario. La dificultad radica en disponer de buenos filtros de cribaje o discernimiento acerca de la calidad, veracidad y honestidad de las fuentes. No es tan difícil dar gato por liebre, a veces solo es cuestión de ofrecer una imagen seria y comprometida para vender paja en vez de trigo.

Redes sociales

Además, la eclosión de las redes sociales (principalmente Instagram, Whatsapp y Facebook[26]) acelera por redes de confianza la diseminación (y en gran medida banalización) de la información sensible. La misma cultura de Internet implica velocidad, no quedarse leyendo algo demasiado largo y matizado. Se busca lo ágil, fácil y mediático. Las redes sociales implicarían, por su formato, algo mucho más ligero e inmediato.

Eso no significa que no pueda haber contenidos veraces y serios en ese medio, pero aquello que debe ser explicado, aprendido y manejado pausadamente se puede desnaturalizar fácilmente en medios híper rápidos tendiendo a menudo al consumismo y al maniqueísmo entre defensores y detractores. Lo cual puede dar pié, favorecer e incluso blanquear indirectamente a otras propuestas nefastas que apuestan básicamente por el negocio.

¿Estamos preparados para la discriminación de los contenidos? ¿Nos enseñan eso? Las señales del impacto medioambiental indican mayoritariamente que no. La cultura de masas se muestra bastante acrítica. Por lo tanto, es más necesaria que nunca una educación crítica en la selección de fuentes, ya que los canales de información son cada vez mayores, aunque también tienden a la homogeneización como parte de esa cultura consumista.

El estilo lento y pausado del mundo tradicional choca frontalmente con esa endiablada velocidad de gigabytes por segundo. Por ejemplo, cuando se toman plantas en contexto tradicional la paciencia es una de la claves en las largas sesiones, dietas y postdietas. En realidad parece que el mundo se detenga y uno pueda volver a contemplarlo, lo cual forma parte del proceso de sanación y/o crecimiento. Alejado de la diversión y de la velocidad.

Incluso se podría afirmar que el mundo tradicional tiene un ritmo circular marcado por la naturaleza. Hay por tanto cierta perspectiva de la globalidad en los planteamientos. Por ejemplo, en un ícaro amazónico se canta: “voy a disfrutar la vida sin olvidarme de la muerte”[27]. Solo esa frase resume la concepción circular, no se fracciona la vida sino que consigue vivir el aquí y ahora sin perder la perspectiva de la globalidad. Cada palabra, cada acto, cada gesto, cada silencio encaja dentro de un todo natural que va más allá, algo difícil de entender para personas que viven bajo un ritmo frenético.

Tomar a la ligera los procedimientos, tempos y técnicas de las medicinas tradicionales suele tener sus riesgos y consecuencias. Ya no solo por la desnaturalización de la esencia de esa medicina, que es espiritual y el cientifismo (junto con el business) reduce a materia, sino por la velocidad en la que se pretende devorar occidentalmente.

Por otro lado, en el mundo tradicional se manejaba también el concepto de círculo abierto y cerrado. Eso se refería al acceso a algo: un ritual, un conocimiento, un espacio, etc. Reservar, prohibir, censurar, restringir o temporalizar el acceso a la información era importante, por diversos motivos de seguridad y supervivencia.

Especialmente delicada era aquella información revelada espiritualmente, la cual se cuidaba celosamente en la transmisión entre el maestro y el aprendiz. Cuidar el contexto, el linaje y el bagaje de saberes garantizaba la calidad, la reputación y la conservación a muchos niveles: conocimiento, medio ambiental, cultural, vínculo espiritual, etc.

En este aspecto se pone más en relieve el desequilibrio entre el mundo más asociado a la naturaleza y la modernidad. Ya que en la cultura económicamente dominante sí hay sistemas de proteger el acceso a ciertas informaciones y el manejo de substancias, pero en las culturas tradicionales cada vez están más desnudas y expuestas.

Eso ha conllevado diversos impactos, como una profanación de su sacralidad o simplemente la explotación de sus conocimientos, diseños, recursos naturales, etc., a base de patentes[28] o explotación indiscriminada. Si fuesen cosas occidentales por lo menos se compensaría la explotación de la propiedad intelectual, el descubrimiento o el derecho histórico.

Llegados a este punto se podría definir el problema como la banalización y destrucción de la molécula de Dios por una cultura híper materialista, desacralizada[29] y exponenciada a la velocidad de la fibra óptica. Toda ella bajo la matriz del becerro de oro, el fondo de la toxicidad.

Animales

Últimamente está entrado con fuerza en la escena occidental dos anfibios: el Bufo Alvarius (Incilius Alvarius) y el Kambó (Phyllomedusa bicolor), cuyas secreciones cutáneas triptamínicas son apreciadas por los adictos a los viajes psiquedélicos. En el primero no hay evidencia de que pertenezca a alguna medicina tradicional[30], a diferencia del segundo.

Si proyectáramos el mismo esquema histórico que sufrió la ayahuasca fácilmente se puede deducir que las poblaciones de estas especies de sapos y ranas caerán lamentablemente.

Como en las películas de Hollywood se sigue un patrón similar en los fenómenos que vinculan los psicoactivos tradicionales con occidente: normalmente empiezan a llegar informaciones más o menos serias y académicas, aunque también desacralizadas y con cierto aroma de atea  superioridad científica norteña.

Después surgen algunas ofertas de uso responsable y se proponen estudios sobre posibles aplicaciones terapéuticas (sin asumir en lo que se ha convertido la medicina oficial hoy en día). Acto seguido se publican y entran en la red. E irremediablemente después llega el boom de una demanda que requiere saciar su sed de fe y sanación (no pocas veces escondida entre psiconáutica o new age).

Además, el mercado también se retroalimenta de eventos, plataformas de acólitos, que llaman la atención a cada vez más público. Los supuestos defensores del psicoactivo que corresponda no cesan de hablar de la parte como si fuese el todo, dañando a menudo a la parte y al todo. Eso al mismo tiempo que van denunciando el impacto medioambiental y el mal uso, en un ejercicio en el que nunca asume su responsabilidad contradictoria en la tragedia. Todos estos encuentros y opiniones subidas a Internet van atrayendo cada vez a más personas no solo a informarse, sino a experimentar y a hacer negocios.

Así pues, centrar la atención del público en el psicoactivo, no en el contexto es uno de los problemas de este tipo de reclamos. Situar el foco en la ayahuasca o en el Kambó y no en la medicina tradicional implica un reduccionismo que desalma y desarma al objeto y a su medicina. Separándola de todo lo que la ha acompañado durante milenios, simplemente la reduce a un producto vendible y explotable. Lo cual también pervierte, cual fiebre del oro, a muchas comunidades originarias que son asimiladas por la inercia materialista dominante.

El Kambó

En el caso del Kambó, se sabe que los grupos originarios que la utilizan también la veneran: respeto al animal, a su simbología y a su espíritu. De hecho, esa veneración se vehiculiza mediante rituales revelados. Así, el procedimiento espiritual de administración de su esencia psicoactiva no se limita a cuando se aplica sobre la piel, sino que requiere de preparación mediante ofrendas, votos, mecanismos y una determinada cosmovisión espiritual. Todo ello para obtener el favor y el permiso del espíritu del animal. Eso conlleva fe, tiempo y dedicación. Si no se siguen las reglas ritualizadas, se corre el peligro de enemistarse con su espíritu y que los esperados efectos beneficiosos no lo sean tanto o incluso todo lo contrario.

Una vez extraída la secreción de la piel de la rana se la libera. No se concibe la propiedad de la rana, que implica una reclusión y explotación de la misma. Simplemente es un animal sagrado hijo de la tierra sobre el que no tenemos un derecho superior. Debe ser libre. En caso contrario sería un buen indicio para alejarse de esos practicantes que la retienen largos períodos.

De nuevo estos conceptos chocan con quién se plantea el kambó incluso como negocio “medicinal”, ya sea desde occidente como desde el origen. Por ejemplo, hoy en día se venden por Internet los palos con el veneno de la rana en smarts shop holandesas, las cuales se proveen de comunidades originarias selváticas. En el fondo es un proceso casi de cadena industrial en el que la rana pierde su estatus tradicional. Por lo tanto, ya no solo se hirió al animal, sino a la cultura y a la cosmovisión que lo protegían: se quiebra el balance con el anfibio y con su espíritu.

También están quienes llevan las ranitas en cajitas por las Europas o las Américas, en un claro acto de tráfico y explotación de animales exóticos. Los facilitadores de esas experiencias argumentan que ellos cuidan las buenas condiciones de cautividad del animal y que lo respetan mucho. Además que lo hacen por el bien al prójimo, para liberarlos de sus males. En la práctica, la rana pierde su libertad y debe soportar todo el estrés del cautiverio.

Además, como el líquido segregado del kambó es una defensa cuando se estresa por algún peligro, entonces podemos imaginar el significado profundo de esos “buenos cuidados y respeto”. Sobre todo cuando se debe exprimir ante una batería de ceremonias agendadas y muchas de ellas ya cobradas.

Paralelamente siguen surgiendo estudios que venden más propiedades saludables, como que el kambó es inmuno estimulante. Es decir, además de facilitar un efecto psicoactivo te sube las defensas ¿qué mejor marketing para el negocio? Los grupos de defensa del Kambó no tardan demasiados segundos en subir esa información a Internet. Es algo parecido a lo que pasa con la marihuana, cuando los usuarios recreativos justifican el uso indiscriminado por las propiedades terapéuticas. ¿Qué tiene que ver estar colocado todo el día con paliar los efectos de la quimioterapia?

Eso acaba perjudicando claramente los posibles usos terapéuticos, ya que da una imagen decadente y contradictoria que suele estimular las trabas políticas de los legisladores más prohibicionistas. La paradoja es que los que defienden la libertad del uso con argumentos basado en salud acaban lamentablemente estimulando lo contrario y perjudicando a los posibles pacientes reales necesitados de medicina.

El kambó, a diferencia de la ayahuasca, es una experiencia mucho más corta y rápida. Es como una aceleración veloz que mantiene un pico de efectos durante unos minutos. Eso encaja de por sí en el tipo de cultura occidental. Ahora bien, como de lo que se trata a menudo es de aumentar la potencia del viaje por criterios comerciales, pues también se mezcla con IMAOs[31] aumentando los riesgos para la salud.

No se contempla demasiado la posibilidad de que la substancia no tenga claros efectos, cosa que a menudo pasa dentro de la medicina tradicional, pues eso no es lo que busca el cliente. Así que para asegurar la arrebatadora experiencia, también se detectan ofertas de packs que incluyen la administración del Kambó o el sapo junto con la ayahuasca[32]. Esta combinación ha dado resultados trágicos, produciendo colapsos graves a nivel cardiaco, pero de nuevo business is business.

El Bufo Albarius o la medicina del sapo

En el caso del Bufo parece no haber consenso sobre si hay una tradición detrás de su uso[33], pero aun así los facilitadores adoptan estéticas de diferentes etnias, algunas que no tienen nada que ver, como las de los shipibos. Lo cual entra dentro de la práctica más comercial new age.

A diferencia del anterior anfibio, en el que se administra la secreción por vía cutánea después de causar unas leves quemaduras en la piel, en este se suele fumar la secreción. Entonces, ante la falta de elementos simbólicos, culturales, espirituales, etc., es más propenso a crear un mercadeo y cosmovisión adaptada al negocio.

Se llega a puntos tan delirantes como utilizar una pistola Táser[34] de la policía durante el trance. Curiosamente la metodología de la descarga eléctrica es de un médico que descubrió el sapo y se consideró salvado por él. Dicho doctor ha sido acusado de utilizar la violencia y la humillación en sus sesiones. Paradójicamente el cual además se transformó en uno de los referentes y defensores de dicha terapia de fumar el sapo.

Realizar bolos o circuitos de la medicina del sapo, atendiendo a cuánta mayor cantidad de gente mejor no sólo es un exponencial negocio. El problema es que cuando las personas participantes quedan mal, cruzadas, desestabilizadas, choqueadas, etc., no suele haber seguimiento ni responsabilidad de quién facilitó la experiencia. De hecho al médico de la Táser se le acusó de retrasar la llamada de auxilio a la ambulancia en una persona que acabó falleciendo.

Conclusiones

El presente texto peca de lo que acusa, ya que al poner en relieve todos estos psicoactivos, también llama la atención sobre ellos. Es una contradicción en sí misma, aunque sea con la intención de enviarlos a un contexto fuera del comercial, que no medicinal ni espiritual, y a un círculo más cerrado de acceso.

Parece claro que existe una dificultad grande en articular sanamente el aterrizaje de elementos naturales y tradicionales en una cultura híper consumista, desacralizada y materialista. En la qual el factor lucrativo es un determinante claro del daño medioambiental, cultural, moral y a la salud de las personas.

Por otro lado, se duda de que Internet esté jugando más a favor que en contra de la noble causa de salvaguardar el buen uso y nombre del psicoactivo de turno. Incluso en plataformas e instituciones que dicen defender al objeto triptamínico, ya que no se asume la contradicción de su contribución a todo lo contrario de lo que pretenden, básicamente por la lucha por la audiencia.

Es evidente que también hay claros daños colaterales por el solo hecho de enfocar básicamente en la parte lumínica y no en el contexto. También por ir tan rápido acelerando en vez de lento.

Probablemente si se asumiese cierta responsabilidad se rebajaría en gran medida la presencia en Internet, dejando en evidencia a quién no cesa de promocionar y estimular la demanda que acaba convirtiendo al templo en un mercado.

El tráfico y la explotación de especies animales de las que se extraen triptaminas es ya un hecho. En sus culturas originarias tenían un equilibrio basado en su sacralidad y al introducirlo en el contexto occidental se pierde. Lo mejor sería que regresase a su área, limitándose a su uso tradicional, que permaneciera en su lugar ya que en la ceguera por el becerro de oro se corrompen hasta las comunidades originales.

Quizás pisar el freno no es tan malo en el fondo.


[1] DMT: Dimetil triptamina

[2] Animales, plantas y químicos sintéticos

[3] Como apunta el etnógrafo Carlos Suárez Álvarez: https://kahpi.net/harvesting-ayahuasca-exploitation/?fbclid=IwAR1BQ4ujWkpsNHXKtsSzVvoac5f5bmJUc7-zZokRsQP1ISQdNxC5ahkm3ss#

[4] Centro de Rehabilitación de Toxicómanos y de Investigación de Medicinas Tradicionales.

[5] União do Vegetal, Santo Daime y todas sus derivaciones.

[6] Qué es la curación. AAVV. Pág. 406 (1r párrafo línea 9). Edit. Kairós.

[7] Recomendamos leer “La realidad de la ayahuasca y los chamanes de Sudamérica” de Jordi Trainé. https://usadbienlaayahuasca.wordpress.com/

[8] El conflicto de interés ha sido denunciado en diversas ocasiones por el Dr. Joan Ramon Laporte, profesor de farmacología de la Universidad de Barcelona. También ha sido denunciado por múltiples publicaciones de médicos e investigadores, destacando el libro “Medicamentos que matan y crimen organizado” del Dr. Peter C Goztsche . También “Hablando claro” de la Dra. Joanna Montcrieff.

[9] En un contexto contaminado y alejado de la naturaleza la persona tiende a enfermar.

[10] Solo en Iquitos, según Carlos Suárez, hay más de 70 centros o logias para retiros con ayahuasca. (ref. 1)

[11] Chamanes, proceso de aprendizaje. Jean Pierre Chaumeil y Jaime Torres. https://chamanismoparatodos.com/2015/04/14/chamanes-proceso-de-aprendizaje/

[12] Ayahuasca

[13] Es la conclusión del Handbook of religion and Health. Harold G. Koening, Michael E. McCullough, David B. Larson. Oxford Univesity Press 

[14] “El supremo en Holanda prohíbe la importación de ayahuasca”. https://elpais.com/sociedad/2019/10/01/actualidad/1569948785_005223.html

[15] Marihuana: ¿Ángel o demonio? Dr. Jacques Mabit. http://gass.cat/wp-content/uploads/2013/12/marihuana_angel_o_demonio.pdf

[16] Cibermundo. Paul Virilio. Pág. 16

[17] El filósofo canadiense Marshal Mac Luhan en 1967 acuñó el término aldea global en su libro The médium is the missage, donde señala que la velocidad de las comunicaciones reduce el mundo a una aldea.

[18] La Paz, Bolivia

[19]  Hongos del tipo psilocibes

[20] Montaña con espíritu protector donde nacen los hongos, Huautla de Jiménez

[21] N’Dali. El legado mazateco de los hongos mágicos. (min 7:09) https://www.youtube.com/watch?v=HTtPOv_TOj8

[22] Fragmento de la carta del gran jefe Seatle ante el intento del hombre blanco de querer comprar sus tierras (1855)

[23] Relación entre el consumo de alcohol y otras drogas y el uso problemático de Internet en adolescentes. Sandra Golpe*, Patricia Gómez*, Teresa Braña*, Jesús Varela*, Antonio Rial*.

*Universidad de Santiago de Compostela, España.

[24] Encuesta General de Medios, http://reporting.aimc.es/index.html#/main/internet

[25] Educar en la adolescencia. Jaume Funes Artiaga. Pág. 18.

[26] Canales más usados según la Encuesta General de Medios, http://reporting.aimc.es/index.html#/main/internet

[27] Ícaro “Espíritu del mundo”. Dra. Rosa Giove

[28] “El 74% de los remedios de origen vegetal han sido descubiertos por sociedades tradicionales”. La Serpiente Cósmica. Jeremy Narby. Página 42.

[29] No se refiere solo a la falta de religiosidad, sino de espiritualidad, en el sentido de que aún sin procesar una religión, se podría considerar sagrado elementos como la vida, la naturaleza, etc.

[30] Artículo del historiador Ali Cortina: https://drogaspoliticacultura.net/cultura/esclareciendo-el-bufo-alvarius/

[31] Inhibidores de la Aminomoonoxidasa

[32] La Banipsteriosi Caapi, componente de la ayahuasca, contiene una elevada concentración de harmalinas, un potente IMAO.

[33] Artículo del historiador Ali Cortina: https://drogaspoliticacultura.net/cultura/esclareciendo-el-bufo-alvarius/

[34] Arma de electrochoque https://es.wikipedia.org/wiki/Arma_de_electrochoque