Los últimos años España ha vivido una autentica explosión del movimiento asociativo y de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), fenómeno al que no ha sido ajeno la problemática de las drogodependencias. A primera vista pudiera parecer que este tipo de entidades está viviendo un momento dulce, pero nada más lejos de la realidad.

Actualmente las ONGs, también las dedicadas al tema de las drogodependencias, están atravesando un momento duro. Por un lado se hace una defensa de las mismas y una declaración de intenciones positiva, aunque no se traduce en realidades operativas. Y por otro lado las ONGs están sufriendo una serie de sutiles agresiones que podemos dividir en dos grupos, las internas y las externas.

En cuanto a las primeras, es decir, las internas, cabe destacar:
1. La utilización de soporte jurídico del asociacionismo y la acción no lucrativa para encubrir negocios que, si bien pueden ser legítimos, no son ni ética ni estéticamente aceptables.
2. También existe una falta de rigor y capacitación de algunas de las entidades en la utilización de recursos económicos o en la ejecución de programas.

En cuanto a las agresiones exteriores, las más importantes son:

1. La utilización de las ONGs para la estrategia política de algunos grupos que utilizan el sufrimiento y la vida como arma arrojadiza de influencia política o ideológica. Uno de los grandes peligros de las ONGs es convertirse en correa de transmisión de los partidos políticos, sean estos del Gobierno o de la oposición. En este sentido es en el que hay que señalar con firmeza que las ONGs somos colaboradores de todos pero cómplices de ninguno.

2. También estamos asistiendo a una descalificación general en varias fases. A veces parece que tenemos que pedir perdón por pertenecer a una ONG.

Por todo ello se hace necesario reivindicar lo que las ONGs, y muy especialmente las que nos ocupamos de la problemática de las drogodependencias, hemos aportado a la sociedad española. En primer lugar las soluciones, primero voluntarias, y después rigurosas, a los problemas que van surgiendo en la sociedad. Hemos corrido la aventura de descubrir y poner en marcha modelos de intermediación reaccionando mucho antes de que lo hiciera el Estado. Además, hemos puesto en marcha la coordinación entre profesionales contratados y voluntarios, y todo ello evitando dos extremos nefastos: El voluntariado ineficaz, y el profesionalismo estéril. Eso nos ha permitido tener en nuestras asociaciones los mejores profesionales.

Las asociaciones y entidades no lucrativas también hemos aportado nuestras reflexiones para la elaboración de numerosas leyes y reglamentos. En el caso de la Unión Española de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (UNAD) estas aportaciones son bien visibles en el nuevo Código Penal, en el Reglamento Penitenciario, o en la Ley del Fondo. No debemos olvidar tampoco que las ONGs hemos contribuido a estructurar la acción del voluntariado, y a diseñar las políticas sociales.

De cara al futuro, las ONGs vamos a seguir apostando por la cultura de la gratuidad al servicio de la ciudadanía y a aportar las fuerzas para consolidar el consenso social sobre las drogas. También nos comprometemos a sumar nuestro conocimiento y estructuración social para hacer una Europa no de mercaderes, en la que se queden al margen del cuerpo social muchos ciudadanos, sino la Europa de la solidaridad, donde todos se encuentren orgullosos de contribuir a la riqueza y bienestar de la comunidad.

Las ONGs vamos, y es algo que ya estamos haciendo, a trasladar y urgir a los responsables de la administración del Estado las nuevas necesidades de muchos hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, que de manera sofisticada están cayendo en las redes de la desestructuración con los nuevos modelos de consumo de drogas.

También queremos dejar claro que nuestras reivindicaciones no forman parte de un fácil exigir pasivo, sino que ponemos en ellas y en las soluciones nuestra imaginación, esfuerzo y capacidad de riesgo al servicio de los nuevos dispositivos sociales y sanitarios que ya se están precisando, sobre todo para atender a los niños en situación de vulnerabilidad, a los jóvenes y a los trabajadores consumidores, para que no tengan la necesidad de dejar el puesto de trabajo a la hora de entrar en un tratamiento.

El Estado nos recuerda a menudo que nos subvenciona, pero hay que reivindicar una verdad que tiende a permanecer oculta, las asociaciones sin ánimo de lucro estamos subvencionando al Estado con el trabajo de nuestros voluntarios y soportando el coste económico de muchos de nuestros servicios hasta que llegan las subvenciones.

Las ONGs no solo nos sentimos sino que estamos objetivamente maltratados, mientras que a las empresas se les aporta una considerable cantidad de dinero para gastos financieros las asociaciones y muchas veces sus miembros tienen que hipotecar incluso sus bienes personales para hacer frente a lo que el Estado corresponde, además de aportar su tiempo y su saber y entender gratuitamente.

Por todo ello las ONGs dedicadas a la problemática de las drogodependencias pedimos, es más, exigimos, que se respete el espacio social que corresponde al llamado Tercer Sector Social, que no es otra cosa que el testimonio operativo de que el hombre es solidario, es hermano del otro, y evitar así que unos nos convirtamos en lobos para otros.

Las ONGs, y UNAD con sus 45.000 voluntarios a la cabeza, queremos ponernos a disposición, entendiendo esto no como una clá de teatro, sino como elementos colaboradores para construir una sociedad donde el dolor, el sufrimiento y el deterioro social y personal, provocado por la droga, sea cada vez menor, hasta que llegue el momento de vencer las nefastas consecuencias de la droga y poder ofertar a los ciudadanos una vida que merezca la pena vivirla al tiempo que siente la alegría de vivir.

Fdo.:
Unión Española de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (UNAD)
URL: www.supex.es/unad/