El mito se ha hecho realidad en el siglo XXI. La advertencia hecha pública en febrero por la ONU sobre las drogas que se utilizan para cometer abusos sexuales, la temida situación de que le echen a una joven una sustancia en la copa para neutralizarla, ha puesto de actualidad un fenómeno aún bastante inusual en España, pero que empieza a dar casos significativos, principalmente en Madrid y Barcelona. En Zaragoza, la incidencia de estos delitos se considera excepcional.

Lo preocupante es que no resulta fácil saber con exactitud cuantos casos se han producido, dado que este tipo de violaciones cuentan con dos dificultades a la hora de denunciarlos: primero, que la víctima no guarda un recuerdo fiable de qué le ha pasado, dado que algunos narcóticos producen también una amnesia temporal; y, segundo, que muchas veces decide no denunciar por vergüenza.

Así lo constata Tina Alarcón, presidenta de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas, que recalca que en el último año y medio ha habido un elevado repunte de este tipo de casos en España. «El problema es que no siempre se denuncia por el miedo de las víctimas a que no las crean», asegura. Pero es que, incluso cuando sí se hace, los visos de que la demanda prospere son reducidos: «El testimonio de la víctima es fundamental, y si no se tiene un discurso coherente las denuncias se acaban archivando por falta de pruebas», lamenta Alarcón. En algunos casos se han hallado restos fisiológicos del supuesto agresor en la víctima, con lo que se le localizó, pero hay poco que hacer frente al argumento de que la relación fue consentida.

Existen cuatro tipos de drogas que se pueden utilizar para cometer abusos sexuales o para robar. El más extendido -porque también es el más consumido entre los jóvenes- es el GHB (gammahidroxibutirato), también conocido como éxtasis líquido pese a que sus efectos son justamente los contrarios a los del éxtasis común, un estimulante. El Plan Nacional sobre Drogas lo define como un «potente depresor del sistema nervioso central». Se distribuye en forma de líquido transparente mezclado con agua o con bebidas alcohólicas. Un consumo excesivo puede llevar al coma.

En segundo lugar está la ketamina o special K, un «anestésico sintetizado en 1962» que aún se emplea en medicina y en veterinaria. Por lo general se comercializa en polvo, que mezclado con la copa genera pérdida de coordinación y estimulación. Tiene un elevado riesgo de adicción, una rápida tolerancia y, en casos extremos, puede provocar paros respiratorios y cardiacos.

El citado informe de la ONU, elaborado a través de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, alertaba del auge de estas dos sustancias, con la agravante de que la ketamina sigue estando al margen de los tratados de fiscalización de drogas.

En tercer lugar se sitúan los medicamentos de la familia de las benzodiacepinas. El más famoso de ellos es el Rohypnol, que ha llegado a ser conocido como la «droga de la violación». Sin embargo, el mayor control desarrollado por los gobiernos ha reducido su distribución. El flunitrazepam (que se comercializa como Rohypnol) tiene un efecto sedante e hipnótico y puede generar amnesia.

El menos común de todos, pero que también ha dado lugar a un buen número de mitos, es la escopolamina, presente en plantas como la burundanga. También conocida como brugmansia o belladona, se cultiva en América Central o Sudamérica. El alcaloide que generan se puede verter en las bebidas o bien inhalarse y provocar una pérdida de la voluntad.

La pregunta es: ¿qué se puede hacer? Para prevenir, Tina Alarcón aconseja tener «mucho cuidado con lo que se bebe». Prohibido perder de vista las copas. «No solo con desconocidos, ya que se han llegado a dar casos de violaciones en fiestas de empresa», explica.