En el debate actual sobre el consumo de alcohol entre los menores,  tan explotado por los medios de     comunicación social y tan olvidado en la práctica por los políticos, resultan imprescindibles, de forma especial, las reflexiones de todos los profesionales ocupados y preocupados por el bienestar y la salud de niños y adolescentes. Las sugerentes aportaciones sobre los comas etílicos y otros despropósitos de Juan Carlos Melero en el artículo del mes pasado (lasDrogas.info.18/11/2016) constituyen una invitación a presentar nuevas y viejas propuestas. El mismo apunta la necesidad de reconocer qué espacios y dinámicas de socialización fracasan para que una situación tan grave pueda darse, y explorar fórmulas para hacerla menos probable. Me centraré aquí en el medio escolar, aunque estos apuntes pueden extenderse a otras instituciones con funciones educativas (centros de menores, servicios de tiempo libre, etc..)

Dentro del tiempo escolar, no faltan ocasiones en las que la problemática del alcohol interfiere el proceso educativo de forma más o menos dramática, una veces, de forma directa (muerte por sobredosis, borracheras en las fiestas…), otras, de forma indirecta (un accidente de coche, incidentes en el barrio, dificultades escolares por abuso de alcohol en la familia…). Por otra parte, en la escuela o desde la escuela se organizan actividades festivas (fiestas de fin de curso, excursiones…) donde el alcohol asume gran protagonismo, sin que profesores ni padres se planteen, en muchas ocasiones,  interrogante alguno.

Habrá que asumir un pensamiento crítico ante la cultura del alcohol que nos envuelve a todos y, de forma especial, a los menores de edad.  Los mercaderes del alcohol saben desenvolverse con mucha habilidad y elegancia tanto en el mundo de la comunicación como en los entresijos de la política, sin olvidar el medio académico a veces vendido al mejor pagador. Basta recordar los debates en torno a la “ley de vino”, como historia más reciente (Vega, 2007).

La escuela tiene en el proyecto educativo un recurso adecuado para dar respuestas coherentes dentro de las contradicciones de nuestra sociedad en torno alcohol. Mediante el proyecto educativo de la institución escolar (propuesta curricular, plan anual, programación de aula…) intenta llevar a cabo  actuaciones acordes con las necesidades del centro y los recursos disponibles dentro y fuera del medio escolar. Al mismo tiempo, potencia el gran esfuerzo de otras instituciones, asociaciones y profesionales comprometidos con la problemática del alcohol.

Se trata de disponer de normas claras de actuación para todas las cuestiones implicadas de una forma o de otra con el alcohol en el ámbito escolar y en su relación con él. No hay que olvidar que el tema del alcohol se plantea en la escuela en muchas ocasiones a partir de la demanda interna o externa (campañas…) o de situaciones problemáticas concretas (comas etílicos, inadaptación escolar… ). De ordinario se actúa con mucha superficialidad, sin reflexión previa por parte del centro, con la deriva de los casos complicados hacia otras instituciones. Conviene, por esto, tener en cuenta contemplar las razones que apoyan la conveniencia de disponer de un plan de actuación educativa,  tanto preventiva como terapéutica, ante la problemática del alcohol.

El centro educativo sólo tiene sentido y poder como «unidad de acción y de cambio». Pues el centro esconde en su organización elementos del currículum oculto, condiciona lo que se hace en cada aula, establece unas relaciones con el medio y con otros niveles del sistema y propicia un tratamiento cooperativo de la acción educativa. Disponer de un plan de acción escolar, facilita la integración en el plan comunitario de actuaciones ante el alcohol dentro de una coherencia propia. Con este plan de acción, se dispone de criterios claros y de estrategias de actuación conjunta en el marco escolar para responder a la diversidad de aspectos implicados en la prevención y en el tratamiento de los problemas relacionados con el alcohol.

La educación para la salud compromete a toda la institución educativa. Esta «transversalidad» lleva a la necesidad de una escuela sana en el más pleno sentido de la palabra, donde no sólo se transmitan una serie de conocimientos, sino que además exista plena coherencia entre el discurso teórico y la práctica. La educación para la salud empieza por conseguir en primer lugar que la escuela como institución goce de plena salud.  Al mismo tiempo, dentro de los contenidos pide que se consideren los diferentes aspectos relacionados con la salud, entre los que también aparecen las cuestiones relacionadas con el alcohol. Toda la comunidad educativa tiene que reflexionar de forma crítica sobre su propia postura ante conceptos, actitudes, valores, normas, estrategias de enseñanza, etc. de forma que se busque coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, sin olvidar la influencia de los medios de comunicación, las contradicciones de la política, el poder de las redes sociales, la manipulación de las empresas alcoholeras…

Habrá que defender siempre el derecho a la salud de los menores, que nunca puede ser manipulada por el mercado ni por los políticos  y profesionales que están a su disposición. Cualquier profesor que sea mínimamente sensible a la problemática del alcohol, captará  los mensajes continuos que llegan a la escuela por los canales más impensables. Habrá que romper los propios mecanismos de defensa, que esta misma cultura ha construido para «no ver» las tremendas consecuencias de sus efectos. Y el consumo excesivo del fin de semana no deja de ser una manifestación “iceberg” de la gravedad del problema.

Sólo con un Proyecto Educativo que asuma la problemática del alcohol en toda su complejidad, podrá la escuela asumir la responsabilidad educativa que le compete. En este marco tendrán sentido las actuaciones preventivas y terapéuticas que los profesores-educadores desarrollen tanto dentro como fuera del ámbito escolar. Hay que educar para saber utilizar de forma saludable esa droga que se llama alcohol y, cuando surjan problemas por su consumo, manejar criterios educativos adecuados a cada persona y  situación.

Referencias bibliográficas

Melero, J. C. (2016). Menores, alcohol y doble moral.6 septiembre, 2016. https://juancarlosmelero.wordpress.com/2016/09/06/menores-alcohol-y-doble-moral/

Vega, A. (2007), Los menores, vi%u0301ctimas invisibles del alcohol. RED, 32(1), 9-12. http://www.aesed.com/descargas/revistas/v32n1_ed2.pdf