En la tarde del pasado 8 de marzo, el Delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas presentaba en las Jornadas Sociodrogalcohol celebradas en Toledo, los resultados de la Encuestas sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España, la conocida encuesta ESTUDES. Los resultados confirman la leve tendencia a la baja iniciada hace dos años. Por primera vez se presentan datos sobre uso compulsivo de Internet. El análisis del empleo intensivo de internet junto al descenso de los consumos de drogas nos permite empezar a confirmar la hipótesis planteada hace algunos años (Martínez Oró, 2013[1]): las TIC desplazan a las sustancias psicoactivas como ritual de paso en los adolescentes.

Los recién estrenados resultados de la ESTUDES 2016, nos invitan a un moderado optimismo porque las prevalencias de las principales drogas descienden. Reconozco que ambas afirmaciones admiten enmienda. Podríamos apuntar que a pesar del descenso aún queda una proporción nada desdeñable de personas menores consumidoras y como bien sabemos cualquier contacto con las sustancias entraña riesgo, por tanto, podríamos señalar que no hay optimismo que valga por muy parco que sea. Además, el descenso se produce en algunos indicadores temporales pero en otros aumenta. Veamos.

Digo optimismo porque, por ejemplo, en el caso del cannabis, la prevalencia de consumo en el último mes ha descendido del 18,6% en 2014 al 18,3% en 2016, datos muy alejados de aquel 25,1% de 2004. El consumo de alcohol en los últimos treinta días ha pasado del 68,2% al 67%, las borracheras del 22,2% al 21,8% y el binge drinking del 32,2% al 31,7%. Los hipnosedantes, en este período de tiempo, reculan del 6,2% al 5,9%. Y, observamos un mínimo histórico para la cocaína que desciende hasta el 1%. Alguien podría apuntar que estas variaciones son pírricas, casi insignificantes, y entenderlas como un descenso es sobre entender demasiado. Es más, podría continuar razonando que una variación de pocas décimas puede deberse al margen de error estadístico. Sin duda que existe una proporción de menores que realiza consumos intensivos o problemáticos de alcohol y cannabis, sobre estos debemos centrar los esfuerzos preventivos. El declive en términos estrictamente cuantitativos es discreto, pero creo que a nivel cualitativo esta bajada es sumamente simbólica, e insisto, invita al optimismo ¿por qué?

Porque visto el escenario sociocultural sería bastante lógico que las prevalencias aumentasen. Detectamos cinco factores que podrían haber potenciado el consumo de cannabis, alcohol y otras drogas.

  • El primero, la industria del alcohol y la del cannabis trabajan incesantemente para captar nuevos clientes y estimular el consumo, los recursos invertidos en márquetin y publicidad no han conseguido adherir gran cantidad de nuevos consumidores.
  • El segundo, la banalización del consumo de ambas sustancias, aunque presente en ciertos colectivos de menores, es residual en gran parte de adolescentes. Esto comporta que pocos, aunque puedan consumir esporádicamente, se conviertan en consumidores habituales.
  • El tercero, algunas noticias en los medios de comunicación insisten en los consumos de cannabis y alcohol como parte intrínseca de la identidad adolescente. Definir las sustancias en este sentido puede estimular entre los más jóvenes el contacto con las drogas, por tanto, observamos como la eficacia simbólica de los massmedia es cada vez menor.
  • El cuarto, una parte importante de adolescentes experimentan malestares emocionales derivados de la incertidumbre hacia el futuro y la ambivalencia de las experiencias cotidianas. Estos podrían emplear las drogas como mecanismo de autoatención para mitigar el tedio existencial, pero observamos, que aunque algunos empleen las drogas en este sentido, esto no comporta que las prevalencias se disparen.
  • El quinto, a pesar de que la disponibilidad percibida de alcohol es absoluta y la del cannabis muy elevada, la oferta total no estimula la demanda desaforada, como así lo demuestran los datos de la ESTUDES 2016.

En clave sociocultural, visto este panorama, debemos mostrar cierto optimismo ante el descenso de las prevalencias, aunque solo sean unas décimas, porque si sólo hubiesen entrado en juego estos factores, de bien seguro que el empleo de drogas entre los menores españoles hubiese ganado adeptos. Pero como deslindaremos a continuación, el desplazamiento del ritual de paso adolescente hacia las TIC, y también las múltiples estrategias preventivas, han frenado el posible aumento.

Llegado este punto, una lectora ávida, me podrá dar la razón en que las prevalencias de consumo en el último mes descienden, pero me advertirá que los indicadores relativos al consumo en los últimos doce meses y alguna vez en la vida aumentan en sustancias como el cannabis, los hipnosedantes o el éxtasis. Sí, sin duda, algunos indicadores temporales aumentan. ¿Esto nos debe hacer pensar que los consumos están más presentes en la vida de los adolescentes? O ¿los altas prevalencias en estas secuencias temporales son indicador de mayor incidencia de problemas entre los adolescentes? La respuesta a ambas preguntas, a mi modesto entender, es no. Mi bagaje en estudios culturales me hace considerar esta situación como un claro indicador de normalización de los consumos. Esto es, los adolescentes emplean drogas en ciertos contextos y tiempos, normalmente durante las fiestas del calendario anual (nochevieja, fiestas patronales, San Juan, etc.) o vital (cumpleaños), de manera puntual y mediante un patrón de consumo que los mantiene alejados de bretes severos. Por esto, aunque sean más quienes han usado drogas en el último año, son menos quienes lo han hecho en el último mes, y bien sabemos que entre estos últimos encontramos aquellos que con los años desarrollarán trastornos asociados a las sustancias. Por tanto, sin atisbo de duda ha descendido el número de adolescentes en «situación de riesgo». Y, esto nos invita al optimismo.

Todos estos elementos, a la vista de los datos presentados por primera vez en la encuesta ESTUDES sobre uso compulsivo de internet, nos hace reafirmar nuestra hipótesis que las TIC están desplazando a las drogas como ritual de paso en la adolescencia, es decir, como práctica que deja atrás la infancia y simboliza la aproximación al mundo adulto. Este desplazamiento es, en última instancia, el responsable de por qué las prevalencias descienden. Según la encuesta, el 23,8% de las chicas y el 18,3% de los chicos han realizado un uso compulsivo de internet. Más allá de la «compulsividad», queda claro que para los adolescentes la identidad y el compromiso grupal circula por la red. En estos espacios modulan y construyen el «yo». En cambio, los contextos materiales de reunión pierden centralidad en su socialización. En consecuencia, las drogas, aunque aparecen en celebraciones especiales, adquieren menor importancia en las relaciones cotidianas porque ya no son necesarias para simbolizar la llegada a la adolescencia. Su ausencia impide realizar ceremonias de separación, por ejemplo fumar cannabis alejados de las miradas adultas, tan importante en la construcción de la identidad de algunos adolescentes de hace unos años. Por tanto, es lógico pensar que a menor centralidad de los consumos en la vida de adolescente menor es el riesgo de desarrollar problemas. El ritual de paso se desplaza hacia otros parámetros, normalmente hacia las TIC. Abrir un perfil en determinada red social o disponer de un Smartphone representan los nuevos rituales de paso, es decir, la adolescencia social llega antes que la pubertad biológica, pero las implicaciones y los riesgos de este nuevo ritual ya es otra discusión.

En definitiva, los resultados de las ESTUDES 2016 deben invitarnos a cierto optimismo porque evidencia la menor importancia de las drogas en la vida de los menores españoles. Las próximas encuestas deberán mostrarnos si seguimos esta tendencia y los consumos se convierten progresivamente en prácticas cada vez más alejadas de la realidad adolescente. A nuestro entender, con los años, las sustancias se convertirán en un riesgo secundario para la gran mayoría de los adolescentes españoles, a excepción de aquellos en clara situación de vulnerabilidad social. Eso sí, esto no quiere decir que los futuros adolescentes se sociabilicen sin atisbo de riesgos. Habrá riesgos, pero de otra naturaleza.


[1] Martínez Oró, D. P. (2013). Sin pasarse de la raya. La normalización de los consumos de drogas. Tesis Doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona.