Las obviedades protagonizaron, un año más, el Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas

Es conocida la leyenda urbana sobre el epitafio que figura en la tumba de Groucho Marx: “Disculpe que no me levante”. No importa que esa leyenda sea falsa [1]. Lo cierto es que, si se han mantenido viva, es porque era creíble.

Utilizamos esta anécdota en el sentido alegórico. Por educado que alguien quiera ser, o por importante que sea una visita, existen condiciones objetivas que disculpan una ausencia de cordialidad o empatía.

El 26 de junio se celebra, desde que en 1987 la Asamblea General de las Naciones Unidas lo decidiera, el Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas.

Un año más la fecha ha sido utilizada, porque esa era su función, por decenas de instituciones públicas y privadas, internacionales y nacionales, para emitir comunicados, declaraciones y fijar posicionamientos.

Este año he leído con atención todas las declaraciones que han llegado a mis manos, aunque es cierto que en esta ocasión lo he hecho con cierta distancia, ya que las drogas no están, en estos momentos, entre mis prioridades profesionales.

La lectura conjunta, o más bien acumulada, de esos textos me ha hecho recordar el supuesto epitafio del más conocido de los Hermanos Marx.

Mediocridad, frases hechas, discursos políticamente correctos, repetición de axiomas más repetidos que evaluados, mantenimiento de los posicionamientos tradicionales, son algunas de las cosas que me he ido encontrando.

Ni una idea original, ni una propuesta rompedora, y por supuesto ni un ápice de autocrítica. Y esto es así para las declaraciones oficiales, pero también para las de las ONG, para las internacionales y para las autóctonas.

Frente al discurso de que las cosas tienen que cambiar, no podemos seguir así, o el actual modelo no está dando los resultados esperados, la respuesta es: pero nosotros vamos a seguir haciendo y proponiendo lo mismo. O dicho de otro modo, que cambie la realidad, porque nosotros no vamos a hacerlo.

Existe un consenso inquietante: son los otros, las otras instituciones, las que tienen que cambiar, porque nosotros, quienquiera que seamos nosotros, estamos en la certeza, en la verdad, en el análisis y la propuesta correcta.

Digamos que todo lo escuchado y leído alrededor del 26 de junio era lo previsible, lo esperado. Tal vez no deba esperarse otra cosa en un día como este, pero a mí me ha sabido a poco, he sentido una gran decepción. Ha sido una jornada muy gris, apenas un trámite burocrático.

Estoy seguro que las personas que para instituciones oficiales y organizaciones sociales han elaborado esas declaraciones lo han hecho con la mejor intención, y que han puesto en ellas todos sus conocimientos y experiencias. Mi reconocimiento para ellas, pero… “Disculpen que no me levante”.

Mi propuesta para el futuro es distinta. Si durante todo el año las diferentes organizaciones, oficiales o civiles, mantienen sus estrategias y líneas de trabajo, podrían utilizar el 26 de junio para dibujar las utopías, para mostrar sus construcciones oníricas, para agitar conciencias, para mover el árbol, para provoca, si se quiere.

364 días al año para promover el arte de lo posible, y un día para lo imposible, que sólo es lo que nadie ha conseguido aun. 364 días de realidad, y un día de deseos.

Y tal vez alguien podría incluir alguna dosis, por pequeña que sea, de autocrítica. Seguramente sólo hace falta que alguien sea el primero en hacerlo para que otros se animen. Pero reflexionar sobre si todo lo que hacemos o pensamos es correcto, sobre si existen otras perspectivas, puede ayudarnos a crecer.

En el ámbito de los consumos de drogas existe un exceso de personas que parecen tener más respuestas que preguntas. Y eso, al menos en ámbito de lo social, no es una buena base para el diagnóstico y para la propuesta de intervención.

Reducir las dosis de certezas y aumentar las de incertidumbres puede ser una receta adecuada, al menos un día al año.

Espero que el 26 de junio del año 2019 me permita leer ideas, propuestas, reflexiones, que me inquieten, que me obliguen a pensar y reflexionar, que me inviten a estudiarlas, que cuestionen mis opiniones.

Espero que el año 2019 al menos alguna de las declaraciones me invite, a diferencia de Groucho Marx, a levantarme.

 

Posdata: No estaría de más escuchar la voz de las personas consumidoras de drogas o de las personas con problemas de adicciones, porque ya son muchos años escuchando la voz de los profesionales y de las autoridades

 


[1] Las cenizas de Groucho Marx, que falleció en agosto de 1977, están depositadas en el Eden Memorial Park del cementerio de Mission Hills de Los Angeles, y la placa solo figura su nombre y apellido, la fecha de nacimiento y muerte y una Estrella de David. Marx dijo esa frase en vida, en una entrevista, en la afirmó que ese era el epitafio que querría tener en su tumba.