La educación de los hijos y su comportamiento es un tema recurrente a lo largo del tiempo. Hubiera podido pensarse que ahora que las familias –muchas veces monoparentales- tienden a tener un reducido número de descendientes les iba a ser más fácil el educarles, pero parece que está ocurriendo al revés y que a los actuales padres no les es tan sencillo convertir a ese “planificado” hijo único en la soñada obra maestra. Y no será por falta de cuidados desde luego (me estoy refiriendo a nuestra sociedad occidental pues en otras latitudes las cosas son bien distintas). Ya antes de nacer la criatura la madre, cada vez menos joven, habla a su niño y se prepara física y psíquicamente para el parto apoyada por su compañero que si va de padre concienciado deberá estar presente en el momento álgido del parto. Después de superar el trance, esto sí suavizado por la epidural, cuando se instala al bebe en casa rodeado de toda una parafernalia de sillitas, cochecitos, peluches diversos, etc. se recurre a los consejos del pediatra y a la literatura al uso sobre su alimentación, higiene, estimulación… Para al final acabar recurriendo a untar el chupete en puro azúcar cuando no hay forma de hacerle callar y haciendo lo que se les ocurre en el momento, además de recurrir a las abuelas, tan socorridas, cuando se dejan.

Y ya desde el principio nuestra criatura comienza a demostrarnos que no va a ser todo tan planificable, y que si no le gustan los purés de frutas aunque el médico haya determinado que a partir del x mes hay que tomarlo, él o ella son muy capaces de escupirlos directamente. Pero claro, los nuevos padres no van a desanimarse por tan poco y siguen rodeando a sus hijos de todas las comodidades materiales a su alcance, así como de todas las previsiones sanitarias posibles, desde las ortodoncias hasta la atención psicológica si el niño está desganado.

Cuando van creciendo a estas preocupaciones se añade el asunto de los estudios. La gran preocupación porque lleguen a lograr algún título que les permita en el futuro abrirse paso en el complicado mercado laboral.

Soy consciente de estar trazando una caricatura poco original pero quería llegar al asunto que me preocupa y en el que van a incluirse un elevado porcentaje de preadolescentes. A los 12, 13, quizás 14 años nuestros cuidadísimos y atendidísimos niños y niñas empiezan a fumar, a beber y a consumir cannabis. A volver tarde por las noches y a realizar consumos excesivos de esos productos todos o casi todos los fines de semana.

Este fenómeno no cesa, sino que va en aumento, lo sabemos por todas las mediciones hechas al respecto, y ante él, los padres en principio queremos creer que ahí no están nuestros hijos sino los de los demás, y cuando no podemos negar la evidencia miramos a nuestro alrededor para ver a quién puede deberse que esto ocurra: ¿A los amigos, a las malas compañías? ¿A los profesores que no han sabido educarles? Porque desde luego nosotros que tanto les hemos cuidado, sin que les faltase nada, que hemos procurado orientar su ocio al deporte, a todas las actividades escolares imaginables, nosotros no podemos tener la culpa. Y desde luego, que lo primero a desterrar es la búsqueda de culpables (padres, amigos o profesores) pero sí que habrá que pensar en responsabilidades, no de unos ni de otros sino de todos, de todo el entorno que rodea a estos niños, que para convertirse en jóvenes piensan que tienen que salir de noche, volver tarde y beber alcohol.

Otro aspecto que quiero traer a colación, también objeto de numerosos estudios y en el que coinciden, sociólogos, psicólogos y educadores todos, es en la importancia de la familia. Importancia reconocida por los propios jóvenes que ya desde hace años vienen eligiéndola en múltiples encuestas como marco prioritario para orientarse en la vida. Entonces como se entiende que unos hijos tan deseados y atendidos y que dicen que su familia es lo más importante para ellos beban excesivamente fin de semana tras fin de semana. El interrogante es muy complicado y bien quisiera tener esa respuesta pero después de haber pasado por lo que tantos padres pasamos, después de haber escuchado a tantas personalidades en el campo de la juventud y después de haber participado en numerosos estudios e investigaciones al respecto, lo que puedo aportar es algo tan viejo como que: “los hijos aprenden de lo que nos ven hacer y no de lo que les decimos”. Y con esto no me estoy refiriendo simplemente a que nuestros hijos nos hayan visto fumar y recurrir al alcohol para celebrar cualquier tipo de acontecimiento, aunque también. A lo que quiero llegar es que lo que han visto de nosotros, como amantes padres es que nos hemos preocupado prioritariamente de que no les falte de nada, de cuidarles hasta la exageración, de apartarles de todo lo que les pudiera desagradar. Casi no les hemos dejado ni estar enfermos y donde más les hemos forzado es en los estudios pero no para abrirles a un mundo culturalmente más amplio sino para que: “el día de mañana encontréis un trabajo que os permita vivir bien.”

Tratando de abreviar, si los que más les quieren les han demostrado su cariño dándoles cosas materiales para que disfruten no les cabrá duda de que lo bueno, lo mejor, lo importante es gozar y mira por donde en este momento para disfrutar a tope lo que les ofrece un disfrute más inmediato es “colocarse”.

Las cosas no son tan simples desde luego, pero, como adultos, como sociedad, qué ofrecemos hoy a nuestra juventud. Cuál es el proyecto ilusionante que supere el disfrute producido por el consumo inmoderado sea de objetos materiales sea de drogas varias.

Cuando encuentro a jóvenes, que los hay, que se comprometen en proyectos de solidaridad, que orientan sus ilusiones a tratar de mejorar un poco el mundo en que vivimos, quisiera preguntarles a ellos que vivieron en sus familias para haber hecho suyos esos valores tan poco presentes en nuestros medios de comunicación y en nuestra sociedad.

Firmado: Nieves García del Moral

Socióloga, especializada en educación.

Investigadora social y colaboradora habitual del Instituto Deusto de Drogodepencias

E-mail: nieves@europe.com

Información del Libro: Drogas y Escuela VI «Evolución del consumo de drogas en escolares donostiarras (1981-2002)»