De símbolo de elitismo desmedido a complemento personal imprescindible. De paradigma de lo hortera a insustituible necesidad. No cabe duda de que estamos hablando del móvil
El boom tecnológico ha provocado una gran explosión. Millones de SMS enviados en un mes, timbres constantes, personas enganchadas a su fiel móvil con el fin de comunicarse con el mundo entero. Definitivamente el móvil ha conquistado un lugar importantísimo en nuestra sociedad y en nuestras vidas. Y si no, fijémonos: ¿no es casi imposible imaginar nuestra vida sin un móvil? Precisamente eso es lo que sucedió el pasado 20 de febrero cuando más de ocho millones de clientes de una conocida empresa de móviles se quedaron desconectados porque ésta sufrió un apagón de telefonía móvil que duró más de medio día. Y es que el móvil ya no es un objeto destinado a unos pocos elegidos, sino que ha entrado con potencia en las escuelas, en los hogares, en las oficinas, incluso en algunos casos ha sustituido al teléfono fijo.
Pero, ¿qué sucedió durante ese día? Muchas personas manifestaron sentir ansiedad, angustia e incluso sufrir cierto malestar y un ligero síndrome de abstinencia. ¿Nos encontramos, por tanto, ante posibles síntomas de adicción o es un simple abuso de estos aparatos? ¿Comodidad o esclavitud?
Quizá exista un poco de todo, pero lo que no podemos negar es que ya se han manifestado los primeros casos de adicción al móvil.
Los adolescentes, los más expuestos
La explosión y sobre exposición de las nuevas tecnologías está creando así un nuevo tipo de adictos desconocidos para los especialistas en este campo. Existe la adicción sin drogas, ha nacido la adicción al móvil. De hecho ha habido centros especializados que ya han recibido las primeras llamadas de socorro de los que se dicen adictos al teléfono móvil.
Todavía son pocos los casos conocidos, pero ya se puede dibujar un perfil del adicto al móvil. Son adolescentes -jóvenes entre los 12 y 18 años-, predominantemente varones y de clase media en los que se aprecia un distanciamiento y una falta de comunicación con los progenitores. En algunos se produce absentismo escolar o no respetan los horarios de estudio, pasan horas chateando en lugar de relacionarse con otros jóvenes de su edad y resuelven los problemas de identidad que tienen desde el teléfono, en lugar de confrontar opiniones y hablar de sus problemas con los demás. Hay quien asocia esta adicción a la crisis que crea el paso a la adolescencia, como puede ser la falta de autoestima, de integración social o incluso los problemas de aceptación del cuerpo, que se ven incrementados si, además, las relaciones con la familia son débiles.
El uso del móvil se convierte en adicción cuando pasa a ser una conducta repetitiva que resulta placentera, al menos en sus primeras fases, y que genera una pérdida de control en el sujeto. Es por eso que las nuevas tecnologías han pasado a formar parte de las denominadas adicciones psicológicas o adicciones sin drogas.
Este comportamiento les impide desarrollar sus habilidades sociales, les hace hipersensibles a los juicios y acrecienta sus sentimientos de inseguridad. En estos casos la familia debe prestar atención a los primeros signos de alarma que se asocian al comportamiento adictivo, como son la tendencia al aislamiento, la ruptura de las relaciones sociales, el fracaso escolar o la agresividad.
¿Cómo superarlo?
Las claves para superar este tipo de dependencias pasa por solucionar los problemas de base, fomentar la comunicación familiar, restablecer la confianza con los padres y los amigos y aceptar la imagen corporal, que es uno de los factores que más contribuyen a la adicción. Por ello, para evitar llegar a lo que se conoce como telefonitis, entendida como un impulso irrefrenable de usar el teléfono móvil como un puente entre el joven y el mundo externo, pasa por educar en la responsabilidad y en el uso adecuado de los instrumentos de que disponemos. Incluso se puede tratar de que el adolescente pueda encontrar satisfacción en otro tipo de actividades que no conlleven el uso del móvil.
Firmado: ISEP Instituto Superior de Estudios Psicológicos
Opinión publicada en: www.isep.es