Lis Gaibar en el Salto Diario el 4 de abril de 2021

No son pocas las personas que han consumido alguna vez pastillas para dormir, con o sin receta médica. Aunque el consumo no siempre está relacionado con el aspecto laboral, varios estudios recientes alertan de que el sistema productivo y las exigencias físicas o emocionales de determinados puestos de trabajo, o incluso el hecho de no tenerlo, se vinculan habitualmente con una falta de higiene de sueño que implica, a su vez, riesgos en la salud y seguridad del trabajo. La pandemia no ha hecho más que agravar esto.

El consumo de hipnosedantes ha aumentado notablemente en el último año, según los datos publicados recientemente por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones del Ministerio de Sanidad. La encuesta Condiciones de trabajo, inseguridad laboral y salud en el contexto del covid-19 (COTS), realizada por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y CC OO, ya advertía de un considerable incremento en el consumo de tranquilizantes y somníferos entre la población trabajadora: dos de cada diez personas encuestadas —casi el doble de mujeres que de hombres— afirmaban haber consumido psicofármacos en el último mes. La mitad de ellos eran nuevos consumidores, mientras que un tercio de los que ya recurrían a este tipo de pastillas antes del estado de alarma aumentó su dosis o se pasó a un fármaco más fuerte. Un reciente informe de Cofares, la empresa líder en distribución de medicamentos en España, lo confirma: la demanda de somníferos y valerianas aumentó durante la primera ola en un 23,3 % con respecto a 2019.

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