Redacción-
Chemsex es el término actual para nombrar el uso de drogas antes o durante el sexo, generalmente para mejorar o cambiar la experiencia. No es un fenómeno nuevo, pero es algo con lo que los profesionales en adicciones y los legisladores están lidiando recientemente.
Para los legisladores y practicantes, el chemsex presenta riesgos por el consumo de drogas, por la actividad sexual y por el contexto único de la sexualización del consumo de drogas. Por supuesto, para las personas que practican chemsex, esos tres factores también son fuentes potenciales de placer.
Natalie Davis habla de las dificultades para incorporar la reducción de daños, en chemsex, en los centros de intercambio de jeringuillas del Reino Unido, en un artículo publicado en addiction-ssa.org.
Para Natalia el problema es que actualmente no existen herramientas de buenas prácticas basadas en evidencias para el chemsex, pero cree que los centros de intercambio de jeringuillas pueden ser sitios «convenientes» para brindar consejos y recursos de reducción de daños. En el Reino Unido, entre enero y junio de 2016 se descubrió que se había producido un cambio del uso de sustancias como el éxtasis y la cocaína en el chemsex a prácticas de mayor riesgo como el ‘slamming’ (un término utilizado para describir inyección) cristal de metanfetamina o mefedrona.
Por ello analiza un estudio de 2022 realizado por Claire Smiles, en el que participaron 17 trabajadores de intercambio de agujas de dos ciudades del Reino Unido sobre lo que sabían y pensaban sobre el chemsex y su capacidad para reducir el daño.
En el análisis del estudio destacan como una de las principales dificultades, la formación de los profesionales. Los profesionales que participaron en el estudio generalmente sabían que era el chemsex y podían definirlo bien, pero no estaban familiarizados con las drogas más comunes de estos espacios, y no tenían experiencia trabajando con hombres que tienen sexo con hombres (la población más asociada a esta práctica). Además, generalmente reconocían que se sentían más cómodos hablando de riesgos que de placeres, en su trabajo entorno el chemsex.
La realidad es que pocos hombres que tienen sexo con hombres se acercan a estos servicios de intercambio, y si lo hacen muchas veces no comparten esa información con el personal del centro. Seguramente es porque no sienten que los centros estén capacitados para atenderlos en ese aspecto. Natalia Davis ante esto se pregunta: «¿Por qué la gente asistiría a su «intercambio de agujas» para recibir consejos sobre chemsex cuando ambos lados tienen la percepción de que el servicio no está hecho para ellos?». Además, añade que muchos hombres que practican chemsex tienen un empleo de tiempo completo y requerirían de horarios de atención más flexibles y prolongados para acceder a los servicios de reducción de daños.
Por ello Natalia apuesta porque los centros de intercambio de jeringuillas tengan una estrategia para involucrar a la comunidad gay, y otras comunidades que no se sienten bien atendidas en los servicios. «Esto podría incluir la divulgación dirigida, la ubicación de servicios dentro de comunidades o contextos donde prevalece el consumo de drogas (por ejemplo, ubicar un servicio de intercambio de agujas en el corazón de una comunidad LGBTQ) y probar nuevas estrategias de marketing» propone en su artículo.
A la vez señala la importancia de que en los centros que atienden a hombres que tengan sexo con hombres puedan ayudar a abordar los daños asociados al chemsex, entendiendo las razones complejas por las que los hombres homosexuales y bisexuales practican el chemsex y probablemente continuarán haciéndolo.
Leer el artículo original en addiction-ssa.org