Es sábado noche y pincha Partiboi69 en una discoteca del centro de Madrid. Los franceses, que proliferan, y los demás visitantes extranjeros bailan en una zona iluminada cerca del DJ; los más curtidos se quedan atrás, en la parte oscura y negra. Tienen entre 25 y 30 años. Llevan gafas de sol. Para ponerse, mezclan un menú protocolario que incluye algún estimulante como cocaína o speed, pastillas o MDMA. Para la última parte de la noche, un singular aporte psicodélico: ketamina.
A esta sustancia, también llamada k, keta o special K, le ha dedicado una canción Partiboi69, K On My D+C (Ketamina en mi polla). Aunque el consumo no es masivo, podríamos encontrarnos en su punto histórico más alto: hace unos meses, el Journal of Psychopharmacology revelaba que un 11% de la población mundial la ha probado. En Estados Unidos las incautaciones han aumentado un 349% desde 2017. En España, el 0,9% de la población la consume, de acuerdo con la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas de 2022. A esta cifra, estable en los últimos años, se debe añadir el consumo de tusi, mal etiquetado como cocaína rosa, que es esencialmente ketamina y se ha extendido en muy poco tiempo.
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