Investigadores noruegos que siguieron a un grupo de adultos durante 11 años hallaron que los que fumaban eran más propensos que los no fumadores a sufrir depresión, y que el riesgo aumentaba en relación directamente proporcional a los cigarrillos consumidos cada día.Los grandes fumadores (más de un paquete diario) eran cuatro veces más propensos a desarrollar depresión que los que nunca habían fumado.
Los investigadores tuvieron en cuenta numerosos factores, incuyendo la salud física, el ejercicio y los eventos que provocan estrés, aunque todos ellos fracasaron al tratar de explicar la relación entre el tabaco y la depresión tardía. Según ellos, esto sugiere que fumar puede contribuir directamente en el desarrollo de trastornos del estado de ánimo.
Por ejemplo, y con el tiempo, la nicotina puede alterar los niveles cerebrales de serotonina, la sustancia química reguladora emocional, que se muestra reducida en las personas con depresión, afirmó el director del estudio, el Dr. Ole Klungsoyr, de la Universidad de Oslo.
Numerosos estudios han detectado que los fumadores presentan unas tasas de depresión superiores a las habituales, pero lo que se desconoce es qué condición aparece primero. Por ejemplo, los afectados de estrés crónico o los propensos a padecer síntomas depresivos tienen mucho más fácil engancharse al tabaco. Sin embargo, el presente estudio no halló ninguna evidencia de que síntomas depresivos pretéritos estuvieran estrechamente ligados a una posterior adicción al tabaco. Sólo un 15% de los casos de depresión emergieron antes de que los participantes del estudio comenzaran a fumar.
Sus hallazgos están basados en entrevistas realizadas hace 11 años, con 1.190 hombres y mujeres de 18 o más años. Todos los participantes hablaron de su estilo de vida y de su salud mental, y se les evaluó la depresión clínica en ambos momentos.
En general, el riesgo de presentar depresión en el momento de la segunda entrevista ascendió en correspondencia con el número de cigarrillos consumidos al día. Las explicaciones potenciales, como los problemas de salud física o el mayor nivel de estrés que presentan los fumadores no variaron la relación observada entre el tabaco y la depresión.
«Es posible,» manifestó Klungsoyr, «que la responsabilidad recaiga sobre otros factores que el estudio no pudo considerar, como rasgos de personalidad que facilitan al individuo la depresión y el tabaquismo. Son necesarios más estudios para contrastar los hallazgos de éste.»