Con el cimbronazo de la economía el mercado de las drogas ilegales cambió y se acomodó a un escenario tan nuevo como pobre. Desde hace un tiempo llegó a Rosario y se empezó a distribuir en el mapa del consumo local una nueva sustancia, más barata y más destructiva que la cocaína: la pasta base, más conocida como el “paco”. Un peso basta para acceder a una dosis pero su alto nivel de adicción y elevadísima toxicidad devora rápida y eficázmente el cuerpo de quienes la consumen.

Más y peor

La mayoría de las drogas comercializadas en el país y la ciudad son de pésima calidad y su uso puede producir efectos psíquicos y físicos mortales. La producción de drogas no escapa a las leyes de oferta y demanda que operan en el mercado tradicional. Quienes producen y venden esperan obtener máximas ganancias, sin importarles la calidad de las sustancias. Y los compradores, en su mayoría, no pueden pagar el precio de la pureza por eso consumen drogas cortadas, es decir, adulteradas.

En este proceso la comercialización también cambió: las grandes organizaciones fueron desplazadas por una red de pequeños narcos instalados en los barrios que hacen de la venta de la pasta base un adicional al ingreso familiar.

En los sectores marginales impera el uso de inhalantes, desde el pegamento o poxi, hasta solventes, aguarás, nafta, bencina o tinner. Sustancias altamente tóxicas para el ser humano que le provocan un alto desgaste físico. La mayoría de los consumidores son niños, algunos menores de 12 años. «Se ve mucha inhalación de pegamento, el Dini Dini (pegamento para emparchar bicicletas) es barato –cuesta un peso el tubito– y resulta terriblemente tóxico aunque es de venta libre», cuenta S. que tiene 38 años es usuaria de drogas y según se define es «toda una sobreviviente que hace 15 años convive con el VIH». A partir de su experiencia, decidió trabajar en las villas de zona sur a través de la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA) como operadora comunitaria brindado información para prevenir el consumo de drogas.

«Los pibes lo consumen para no tener frío, es lo más barato y lo que más locura les produce. Igual que los hongos que van a buscar a Pérez y que juntan del piso», dice en referencia a la sustancia tóxica y alucinógena obtenida del excremento del cebú.

Para la especialista Silvia Martínez, al frente del Área de Toxicología del Hospital Provincial de Rosario, «cuando se prohibió el pegamento, se empezó a consumir la solución de bicicletas o acetona. Ahora en las estaciones de servicio es muy común que se compre nafta». La toxicóloga entiende que la labor de alejar a los más chicos de ese consumo se complica cuando «lo hacen como medio de supervivencia». «Hay que trabajar con la prevención. La asistencia ya se hace pero la situación es cada vez más dura», abundó Martínez.

Desde hace tiempo en las villas rosarinas avanza a la par de la pobreza el consumo de la droga más nociva: el «paco». Le ganó terreno al pegamento (inhalantes) en las barriadas ubicadas al oeste y al sur de Rosario y es veinte veces peor que la cocaína.

A pesar de que en muchas ocasiones, las fuentes oficiales negaron su desembarco en la ciudad, según la doctoras Silvia Inchauraga y Silvia Martínez, el paco se consigue en las villas y muchos han optado por su consumo. «Hay gente que produce acá el paco. Es sumamente adictivo y trae problemas de nutrición y desgaste físico. Es lo más barato junto al poxi», aseguró Silvia Inchauraga directora del Centro de Estudios Avanzados en drogadependencia y Sida (Ceads) y al frente de la asociación de Reducción de Daños de Argentina a nivel nacional. A su vez, Martínez manifestó: «El paco comenzó por disminuir costos, había que sacar provecho de la sustancia (cocaína) restándole procesos de producción. Llegó a Rosario y tengo muchos pacientes que lo consumen».

El «paco» se fuma en pipas fabricadas en aluminio ahuecado, está elaborado en cocinas ubicadas en las villas y se hace con los residuos de la cocaína y otros agregados –como veneno para ratas, nafta, querosén, vidrio molido, glucosa–, y de las nuevas drogas es la más letal.

«El efecto de una dosis de “paco” dura diez minutos y apenas se evapora, el hambre de volver a consumir devora las entrañas», dicen quienes están cerca del consumo. Y de los que lo fuman aseguran que «pierden peso rápidamente, los ojos se les hunden detrás de los huesos de la cara y después de un tiempo caen muertos como moscas».

Pureza cero

«En Rosario, la cocaína es de pésima pureza y está cortada por la falta de dinero». «La única forma de ver la pureza es evaporándola. Cuando no se evapora, a las personas que se la inyectan se les producen abscesos y tienen que recurrir a centros de salud para hacer drenajes pero eso lo produce el corte, no la cocaína en sí misma», explica S.

La cocaína vendida en el mercado negro a unos 20 pesos el gramo, suele ser «cortada» con diferentes sustancias, desde talco, hasta medicamentos como la aspirina o Novalgina. También se mezcla con «anfetaminas, vidrio o fluorescente molido y con estricnina (raticida)». «No sólo consumen una droga muy tóxica sino que se le suma otra desconocida y se acrecienta el poder tóxico que se hace letal», explicó la toxicóloga Silvia Martínez.

«La cocaína se corta con otras sustancias para que la cantidad sea mayor y aumentar el lucro. Cuántos más revendedores hay en la cadena, la sustancia se corta más», analiza Inchaurraga.

Los riesgos que corren los consumidores varían de acuerdo a su organismo y estructura corporal, la mezcla de drogas hechas y el contexto. Para Inchaurraga «algunas son inocuas, otras tienen efectos psicofarmacológicos como una pastilla molida o una pastilla que se usa en lugar de otra. Tomando un estimulante con un depresor del sistema nervioso central hay riesgo de sobredosis».

Un descontrol

Para la especialista de Arda el fenómeno clave que se vive en el campo del uso de drogas, es el policonsumo: la ingesta de diversas sustancias de forma indiscriminada.»Se combinan distintas drogas anulándose los efectos con el consumo de otras y se potencian los riesgos de sobredosis, muertes accidentales», apunta Inchaurraga.

El empleo de diferentes drogas –impulso consumista, en muchos casos– aparece tanto en las fiestas electrónicas como en los pasillos de las villas y por razones económicas se sustituyen por otras más nocivas. Más allá de las diferencias, el denominador común es el uso de drogas legales que se tornan peligrosas. «Se venden en el mercado negro o en farmacias de forma ilegal, y también en las villas como la misma morfina», manifiesta Inchaurraga.

Mientras S. se mete en los nudos de casas que hay en los pasillos de la villa, se lamenta. «Mezclan de todo. El que consume Aceptobrón –descongestivo– tiene que tomar merca para no dormirse y eso lo lleva a tomar alcohol. Se vende a 6 pesos el comprimido y un consumidor puede llegar a tomar 7 diarios y entonces tiene que robar. Hay muchísimos consumidores de Aceptobrón y de psicotrópicos caros», contó S..

La ignorancia respecto a la composición y la calidad de las sustancias aumenta los riesgos, que son menores para quienes se manejan con sus propios «dealers» que hacen servicios de delivery de drogas. «Así se regula la pureza, se sabe más o menos que siempre es la misma», dicen desde Arda. Pero agregan: «La prohibición diversifica el mercado, hay más drogas, más tóxicas y más baratas como sucedáneos de las otras. Si no estuviese prohibida la cocaína no existiría la pasta base».