Aunque D.V son iniciales falsas corresponden a un caso real, y su historia comienza donde empiezan casi todas las que relatan los hombres y las mujeres que como él viven enganchados al sexo: en la adolescencia. De entonces a hoy, hasta sus 35 años, ha vivido ocultándose a sí mismo, y a los demás, su incapacidad para reprimir sus deseos sexuales. «Todo sobrevino por una ruptura afectiva y empecé a mantener relaciones con muchas mujeres como medio para evadirme del dolor. Había días que podía tener varios encuentros o mantener durante una semana 12 relaciones distintas. La necesidad de seducir y conquistar se convirtió en una obsesión», confiesa a SALUD en una entrevista telefónica este sexoadicto que actualmente está tratándose en el Instituto Espill de Psicología, Sexología y Medicina de Valencia. D.V. no calmaba su mono con la masturbación frecuente o con las revistas o con los vídeos pornográficos vistos a escondidas, como muchos otros adictos al sexo, pero sí como otros tantos saltaba de cama en cama con el fin de obtener unos pocos segundos de placer físico, y alivio mental, que acaban siempre por convertirse en horas y días de dolor, vergüenza y arrepentimiento. D.V sufre, como cerca del 6% de la población, un comportamiento sexual compulsivo. Al menos, éstas son las estadísticas que barajan los especialistas involucrados en su estudio y tratamiento. Pero pueden ser más. Según un estudio publicado en el American Journal of Psychiatry, «las cifras están infravaloradas porque esta conducta se vive en secreto debido a que causa pudor, es vergonzante y clandestina». Y todos, ellos y ellas, como todos los que tienen alguna dependencia, han caído en su adicción sin darse a penas cuenta y sufren y se autodestruyen un poco más cada vez que se ven incapaces de decir no. «Muchas de mis relaciones estables se rompían porque se enteraban de mi doble vida y yo sufría por mi pareja y por mí. Mi obsesión afectó a mi vida laboral y a la personal. Además, faltaba a mis valores con mis mentiras y engaños. Por todo ello decidí ir a la consulta». Aunque D.V. reconoce que sus múltiples relaciones sexuales también le producían satisfacción: «La vanidad se eleva con cada conquista y, además, tienes muchas experiencias», afirma que esta vez está dispuesto a reconducir su vida sexual. «He sufrido recaídas, pero creo que estos seis meses de terapia van a ser los definitivos».

«Se trata de un trastorno que ha empezado a ser rápidamente reconocido como uno de los mayores problemas sociales, cuyas características y consecuencias son similares a las de otras adicciones tan bien conocidas como la de las drogas, el alcoholismo o la ludopatía», explican los expertos integrados en el Counseling Afiliates Sexual Addiction Treatment Program en Houston (Texas), una organización estadounidense especialista en la terapia de este tipo de comportamiento compulsivo.

Descrito por primera vez en 1986 como psicopatía sexual por el psiquiatra alemán Kraff-Ebbing, no es hasta 1970 cuando de la mano de un sólo hombre, Patrick Carnes, se desarrollan las pautas necesarias para su identificación y tratamiento. Este psicólogo, investigador y autor de obras como: Understanding Sexual Addiction (Entendiendo la Adicción Sexual) y Don t Call it Love: Recovery from Sexual Addiction (No lo llames amor: recuperarse de la adicción sexual) es el responsable de buena parte de la literatura científica que ha caído en las manos de los terapeutas de los adictos al sexo.

«Las personas con comportamiento sexual compulsivo se vuelven adictas a los cambios neuroquímicos que se producen en su cuerpo y en su cerebro durante el acto sexual, como los cocainómanos se enganchan por los efectos de esnifarcocaína o los heroinómanos por chutarse», ha declarado Carnes. Sólo que en el caso de los sexoadictos, el mono es fundamentalmente psicológico.

QUÉ ES.- Pero, ¿cuánto sexo es demasiado? ¿Dónde esta el límite entre lo normal para cada persona y lo patológico?

La sexualidad forma parte natural del ser humano, pero cuando se convierte en una prioridad que interfiere en la vida diaria, en el trabajo, afecta a las relaciones personales y sociales y, además, causa ansiedad, estrés y arrepentimiento, entonces se convierte en sexoadicción.

Una dependencia que no puede describirse a través de un sólo comportamiento (como sucede con otras adicciones), ya que puede disfrazarse como una o varias de estas formas: masturbación compulsiva, relaciones con múltiples parejas heterosexuales u homosexuales, encuentros con personas desconocidas, uso de pornografía, prostitución o líneas eróticas. Todas están englobadas dentro de lo que se consideran trastornos no parafílicos, porque las otras, las parafilias (que también implican comportamiento sexual compulsivo) son mucho más graves, suelen tener otro tipo de causas y también son menos frecuentes. Es el caso del exhibicionismo, la pedofilia, el voyeurismo, la violación, la pornografía infantil, entre otras.

Otra de las características de esta dependencia es que incluso, a veces, no todo es sexo. «Muchas de las personas adictas pasan por periodos largos de abstinencia», destaca Juan José Borrás, director del Instituto de Sexología, Psicología y Medicina Espill, de Valencia, y ex presidente del comité científico de la Asociación Mundial de Sexología. Y todos, sin distinción de clase social, de ocupación laboral o de sexo, pueden caer en la búsqueda constante e insaciable de este tipo de placer y en la inmensa soledad que ella genera.

Aunque ellos se enganchan más que ellas. «Normalmente nos encontramos con más casos de hombres que de mujeres. Algunas hipótesis se inclinan hacia una explicación cultural, social y educacional. Mayor facilidad en el acceso a la práctica sexual, más necesidad de cuantificar la sexualidad y creen en mayor medida que esto es, precisamente, lo que se espera de un hombre, como la experiencia», apunta Marta Arasanz, del Instituto de Sexología de Barcelona. El comportamiento sexual compulsivo se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales, los sueños y los pensamientos eróticos se convierten en la válvula de escape de los problemas laborales, las relaciones rotas, la baja autoestima o la insatisfacción personal. De ahí que los especialistas en este campo consideren la adicción al sexo como un síntoma y no una enfermedad.

«Es como la punta del iceberg, lo que se ve a primera vista, pero es el reflejo de múltiples trastornos mentales como la ansiedad, las dificultades para relacionarse, la inseguridad afectiva o los problemas de identidad sexual, entre otros», afirma Manuel Manzano, médico y sexólogo, del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid. Pero cuando las ideas sobre el sexo roban la mayor parte del tiempo, muchos eligen pasar a la acción para espantar sus fantasmas.

Para la mayoría de ellos, la dependencia ya ha empezado y ni siquiera se han dado cuenta de ello.

«Todo el mundo tiene fantasías, pero la persona obsesionada decide muchas veces pasar a actuar creyendo que es una forma de liberarse de sus pensamientos. Sin embargo, suele suceder lo contrario, su actitud se empieza a repetir sin control y cae en el comportamiento sexual compulsivo», señala Borrás.

DOBLE VIDA.– Es entonces cuando empiezan las mentiras. Las que se cuentan a sí mismos con el fin de autoconvencerse de que todo está bajo control: («Ésta es la última vez»), y las que cuentan a los demás, para ocultar su doble vida. «Los adictos al sexo se convierten en grandes actores. Se hacen hábiles engañando porque su problema les avergüenza y porque se dan cuenta de que no pueden frenar sus impulsos», aclara el doctor Borrás.

Pero, en ocasiones, su rastro acabapor desvelar toda la verdad.

«Algunos acuden a la consulta cuando las facturas de teléfono de líneas eróticas o los contactos con prostitutas les han arruinado económicamente y sus parejas les han descubierto», señala Roselló Barberá, director del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid.

Otros, en cambio, deciden pedir ayuda porque quieren poner fin a una adicción que les ha costado el matrimonio, les ha causado problemas legales o les está empujando al suicidio. O porque su esclavitud les está obligando a hacer cosas que nunca hubieran imaginado, lo que les causa un sufrimiento insoportable.

Éste es el caso de un hombre homosexual, actualmente en tratamiento, que acabó acudiendo a locales cuya única razón de ser era el intercambio sexual y este hecho le estaba provocando una profunda depresión, uno de los precios de esta adicción. Los otros han sido estimados por el National Council of Sexual Addiction (NCSA) de EEUU: un 40% pierde a su pareja, otro 40% sufre embarazos no deseados, un 72% tiene ideas obsesivas sobre el suicidio, un 17% ha intentado quitarse la vida, un 36% aborta, un 27% tiene problemas laborales y un 68% tiene riesgo de contraer el sida u otras enfermedades de transmisión sexual.

«El mejor factor pronóstico es acudir a una consulta. La mayoría de los casos que llegan hasta aquí se arrastran desde la adolescencia y éstos son más complicados y de difícil tratamiento porque llevan más años manteniendo este tipo de comportamiento. Otros se consideran transitorios porque han sido provocados por una ruptura matrimonial, por un problema económico, por un conflicto emocional o, simplemente, porque exista un problema de disfunción eréctil y el comportamiento compulsivo no se prolonga en el tiempo», destaca el doctor Borrás.

Aunque la masturbación compulsiva durante la adolescencia suele ser un hecho normal, a veces, este comportamiento se perpetúa por la existencia de problemas en la infancia. Según el NSCA, un 71% de los adictos reconoce haber sufrido abusos físicos y un 83%, abusos sexuales.

«Existen más causas de esta dependencia como las biológicas (alteraciones del sistema límbico, trastornos cerebrales, como un tumor, o defectos en los neurotransmisores). También depende de la madurez psicosexual del individuo donde están implicados la seguridad afectiva o los problemas de identidad sexual», destaca el doctor Manzano.


TRATAMIENTO.
– Independientemente de cuál sea la causa, tratar la adicción al sexo es posible. Los especialistas buscan con la psicoterapia los posibles desencadenantes de la dependencia y con las técnicas cognitivas-conductuales, controlar la conducta sexual del paciente.

«A un alcohólico le puedes decir que no beba, pero nadie puede prescindir del sexo. Eso, además, es lo que más miedo les da. Te dicen que cómo van a dejar de tener relaciones, que no se imaginan una vida de celibato. Pero no se trata de vivir sin sexo, sino de reconducir su comportamiento, de aprender a convivir con uno mismo y tomar elecciones», aclara el doctor Borrás.

A algunos, además, les ayudará el uso de fármacos, como los inhibidores de la recaptación de la serotonina. «El Prozac, por ejemplo, en dosis bajas tiene un efecto en el cerebro sobre la sexualidad y la saciedad, y este hecho ayuda durante los inicios del tratamiento, junto con la psicoterapia, en determinados pacientes», insiste el director del Instituto Espill.

Para prevenir la adicción al sexo algunos especialistas, como el doctor Roselló Barberá, creen que sólo hay un camino. «Hay que impartir a edades más tempranas una buena educación no represiva.

Tenemos que enseñar que el sexo es algo bueno, pero que puede convertirse en nocivo cuando se utiliza de forma inapropiada».