Cumpliendo la pauta cíclica en el consumo social de drogas, tras un periodo de gran expansión de sustancias psicoestimulantes –la cocaína y las anfetaminas, en el caso de España, junto con el alcohol–, repunta la demanda de su antagónica, la adormecedora heroína, que esta vez llega en forma de polvo inhalante para ahuyentar la imagen de degradación que hace 20 años la expulsó del mercado.
Lo nuevo de esta demanda recurrente, a la que los expertos no ven fin, es la edad de inicio de los actuales consumidores, un umbral que la estadística española sitúa en los 13 años, la considerada más perniciosa para el cerebro.
A esa edad, un 74% de estudiantes de secundaria encienden sus primeros cigarrillos, unos pitillos que poco después combinan con cerveza o vino, y que, antes de un año, dan paso a la cocaína –que toma un 2,3% de adolescentes– y el cannabis –que consume de forma cotidiana un 20%–. Recientemente, también prueban el polvo de heroína, que ya esnifa un 0,8% de menores.
Este perfil procede de la encuesta 2006 entre estudiantes de secundaria del Plan Nacional sobre Drogas. Los datos oficiales reflejan, por tanto, que un sector creciente de los adolescentes españoles están poniendo las bases cerebrales para su fracaso académico, familiar y profesional, destaca el psiquiatra José Pérez de los Cobos, miembro del servicio de conductas adictivas del Hospital de Sant Pau, de Barcelona, y presidente de la Sociedad Española de Toxicomanías. «La droga que se consume antes de los 18 años influye en todo el desarrollo de la persona y condiciona el resto de la vida», asegura el psiquiatra. El consumo de cualquier sustancia psicoactiva en la adolescencia, ya sea tabaco, alcohol, cannabis cocaína o heroína, interfiere de forma gravísima en el desarrollo neurológico del cerebro, explica.
«El cerebro es el órgano que más tarda en completar su maduración: esa fase nunca se cierra antes de los 18 años –afirma Pérez de los Cobos–. Sospechamos que quienes consumen drogas a partir de los 14 no culminan su maduración cerebral». El sistema nervioso central de esos jóvenes, añade, siempre será proclive a depender de la sustancia que interfirió en su desarrollo. «Nuestro lema de oro es: si es inevitable que la sociedad consuma drogas, es determinante que se atrase lo máximo posible la edad de inicio», resume.
MÁS PURA Y POTENTE Al igual que ocurre con el consumo frecuente de cannabis, pero con mayor potencia, la heroína interfiere en la capacidad de concentración, comprensión y memoria de los estudiantes. «Deja postrado, tirado, mucho más que un porro», dice el psiquiatra.
Pérez de los Cobos propone a las autoridades educativas y sanitarias un especial control sobre la difusión de la heroína, dada su demostrada capacidad adictiva. «La expansión de este opiáceo entre los menores de 18 años aún es anecdótica, pero lo preocupante es la tendencia –advierte–. La heroína que llega a España, desde Afganistán, es más pura, potente y cara que la de hace 20 años. El cultivo de la adormidera ha aumentado».
Ninguna de las drogas ilegales que consumen los adolescentes entra en las escuelas o se vende en sus inmediaciones, según han confimado los expertos. «Las toman en los bares o en la discoteca. Nunca en la escuela», dicen.