Lucir unas cajetillas de tabaco vestidas con mensajes que advierten de que “fumar puede matar” o dibujarles unos dientes destrozados no son suficientes para conseguir un país libre de fumadores. Una investigación hecha por unos psicólogos de Estados Unidos, Suiza y Alemania acaba de demostrar que una advertencia del estilo del “fumar provoca graves daños a usted y a los que están a su alrededor” podría causar más adicción. De hecho, alegan que este tipo de advertencias que recuerdan a los fumadores las consecuencias fatales de sus hábitos podrían causarles actitudes fumadoras positivas como una forma de hacer frente a la inevitabilidad de la muerte.
Francisco Javier Ayesta, presidente de la Sociedad Española de Especialistas en Tabaquismo, no está de acuerdo en esta afirmación porque, a su juicio, la percepción subjetiva 15 minutos después de una exposición no quiere decir nada: “Si hablamos de adicciones, los efectos (los cambios de conducta) se valoran al cabo de un año (aunque algo que se haga antes puede dar pistas)”. Por eso, el especialista considera que esta investigación no se ajusta al contenido: “Fumar más no significa que provoque más adicción”.
Para Ignacio Fernández, psicólogo de la Clínica Universitaria de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, este tipo de mensajes, como la actual intención del Gobierno de prohibir fumar en bares y restaurantes, simplemente acotan el espacio del fumador y puede ayudarle a dejar el hábito, pero son medidas insuficientes. “Los fumadores deben profundizar más en sus motivos particulares para abandonar el hábito”. Necesitan, además, sentirse respaldados con un tratamiento físico y otro psicológico. “Para conseguir vencer al tabaco, deben ayudarse con fármacos y que un especialista le enseñe las habilidades de las que dispone el ser humano para superar la dependencia”. Se basa en la teoría demostrada de que demasiados fumadores vuelven a coger el hábito después de considerarse ex fumador.
Otra investigación indica que abandonar el hábito de fumar debe ser un proceso gradual, porque los síntomas de abstinencia son menos graves en quienes lo hacen poco a poco que en quienes dejan de fumar de repente. La tasa de recaída es mayor en las primeras semanas y en los primeros meses. Pasados los 90 días, las posibilidades de caer se reducen. “Si las autoridades quieren realmente atajar el problema del tabaquismo, tienen que facilitar a los consumidores las medidas oportunas para abandonar el hábito sin miedo a la recaída. Está demostrado que delegar toda la responsabilidad en el fumador no es suficiente”.
La OMS aprovechó también para lanzar un nuevo informe: el 94% de la población está expuesta al humo mortal del tabaco. El informe, titulado Epidemia Mundial del Tabaco, mantiene que las políticas libres de humo eran fundamentales para reducir el daño causado por el tabaquismo pasivo, que mata a unas 600.000 personas de manera prematura al año y causa incapacitaciones, enfermedades que provocan deformidades y pérdidas económicas. Pese a ser unas cifras pésimas, la organización aplaude el pequeño progreso que se ha conseguido. “El hecho de que más del 94% de la población continúe sin protección por parte de leyes antitabaco integrales demuestra que aún queda mucho trabajo por hacer”, asegura Ala Alwan, experto de la OMS en enfermedades no contagiosas. Las autoridades en general y la sociedad en particular deben concienciarse de que fumar mata de verdad.