La adicción al sexo ha saltado a la fama de la mano de estrellas del cine, cantantes y –el último caso– de deportistas. El jugador de golf Tiger Woods permanece en un centro de desintoxicación de Estados Unidos para tratar su problema. De no superarlo, peligra su matrimonio. En esta tesitura se han visto otros personajes conocidos, acusados además de utilizar la enfermedad como excusa para justificar infidelidades. Hay quien incluso cuestiona la propia existencia de la adicción sexual.

Pretextos aparte, la medicina reconoce la hipersexualidad como un trastorno de la conducta sexual, un comportamiento anómalo que nada tiene que ver con la imagen del don Juan que disfruta y alardea de sus numerosas relaciones, advierte Eduard Ruiz, director del servicio de andrología de la Fundació Puigvert. «La persona que padece hipersexualidad tiene un alto deseo, que busca saciar de forma obsesiva y compulsiva, pierde el control sobre sí misma y persigue el placer emocional de forma rápida», explica este médico. Pero el enfermo no logra satisfacción con sus relaciones u otras prácticas sexuales. Al contrario, «le provoca vacío y un fuerte sentimiento de culpabilidad», continúa Ruiz. ¿Se trata, pues, de un adicto? Este especialista sostiene que no se puede hablar de adicción al sexo en el sentido como se hace con el alcohol o las drogas, pero sí de una alteración de corte obsesivo y compulsivo.

En cambio, Josep Maria Farré, jefe del servicio de psiquiatría y psicología de USP Institut Universitari Dexeus, defiende la existencia de la adicción sexual. «Si coinciden falta de control sobre la conducta sexual, dependencia y síndrome de abstinencia, hablamos de adicción, aunque es cierto que es un término muy discutido», explica Farré. «Con uno u otro nombre y matices, está claro que el trastorno es real», añade. Por la consulta de Farré pasan personas con multitud de problemas sexuales. Él asegura que identifica al adicto claramente.

Una libido alta no es sinónimo de adicción al sexo o hipersexualidad. «La diferencia principal está en que el adicto vive el sexo con angustia y le causa problemas en su vida diaria», dice Cristina Martínez, psicóloga y sexóloga que colabora con la Asociación Española para la Salud Sexual. Un adicto pondrá el sexo por delante de todo, porque escapa a su voluntad. La forma en como se manifiesta este trastorno varía de un caso a otro. Podría fantasear constantemente con situaciones eróticas, masturbarse de forma compulsiva, consumir pornografía –muy común a través de internet–, acudir a la prostitución… Todo de un modo tan exagerado que su vida personal y laboral se ve truncada. En muchas ocasiones también su economía, debido al alto consumo de pornografía y prostitución. Adicto realmente o no, Tiger Woods ha perdido millones de dólares en contratos publicitarios al conocerse su historial de amantes y relaciones. Su matrimonio, además, pende de un hilo, aunque su mujer dice ahora estar dispuesta a darle otra oportunidad. Eduard Ruiz cree que casos como el del deportista estadounidense pueden ayudar a que personas con hipersexualidad se vean reflejadas y acudan en busca de un profesional. Y habla de pacientes en masculino; la mayoría de los que padecen hipersexualidad son hombres.

No existen datos suficientemente rigurosos sobre la incidencia de la adicción al sexo. Los estudios americanos, que Farré recomienda tomar con cautela, apuntan a que alrededor de un 6% de la población sufre hipersexualidad. «Me parece una cifra muy alta», señala este médico. En un estudio piloto de comorbilidad con 65 adictos, Farré identificó que el 85% de ellos eran hombres y el 15% mujeres. «Aun así, requerimos estudios más amplios», admite.

En general, los hombres son mayoría en cualquier tipo de trastorno o desviación sexual, afirma Josep Maria Pomerol, médico del Instituto de Andrología y Medicina Sexual Iandroms. «Puede que el instinto sexual ancestral y primario del hombre tenga algo que ver, también la bioquímica cerebral, aunque todo esto son hipótesis por comprobar», observa. Pomerol también ha medido los niveles de testosterona de los hombres que manifestaban hipersexualidad y comprobó que estaban dentro de la normalidad. Aparte de la cuestión masculina, los especialistas no encuentran un perfil definido del adicto sexual. «Quizás predominan en la franja de edad de los 30 a los 40 años, aunque puede que simplemente sea que a esta edad se consulta más con el médico», dice Farré. Miedo al compromiso, dificultades en las relaciones sociales o ansiedad son algunos rasgos que la psicóloga Cristina Martínez ha observado a lo largo de su carrera. Pomerol también habla de personas que han recibido una educación muy severa, en la que el sexo se veía como algo sucio, un tabú. «También he tratado a personas que han hecho voto de castidad y han desarrollado hipersexualidad, incluso algún sacerdote me ha pedido que lo castre», afirma el médico.

Una vez se identifica el problema, se sigue una terapia psicológica que consiste en aprender a controlar los estímulos, la ansiedad y el estrés, se hacen terapias de pareja, individualizadas o de grupo. Farré explica que en los casos más graves se recurre a fármacos que inhiben el impulso sexual, controlan la impulsividad y reducen el comportamiento compulsivo. Los medicamentos que inhiben la testosterona, en cambio, no se consideran adecuados y se reservan para conductas peligrosas –la adicción al sexo no tiene nada que ver con la patología de los delincuentes sexuales, en los que predomina la voluntad de hacer daño–.

Sin llegar a los niveles de EE. UU., España ya tiene un grupo de Sexoadictos Anónimos y dos clínicas especializadas en adicciones se preparan para tratar la hipersexualidad. Tiger Woods hace yoga, terapia psicológica, deporte, y se ha gastado 46.000 euros en un tratamiento de seis semanas. La web del centro, Pine Grove, tiene un cuestionario titulado: «¿Es usted adicto al sexo? Compruébelo».