Consumo de alcohol en el embarazo

Descripción

Se ha publicado una monografía que, bajo el título de “Consumo de alcohol en el embarazo“ reúne las aportaciones de destacadas expertas y expertos en neonatología, drogodependencias, obstetricia, salud pública, psicología, toxicología, discapacidad física y mental, etc. Básicamente españoles, pero también de otros países como Australia e Italia.

La monografía trata de la prevención, diagnóstico y atención temprana de los trastornos del espectro alcóholico fetal (TEAF), denominación que actualmente se utiliza para nombrar lo que habitualmente se ha venido conociendo como “síndrome alcohólico fetal“, expresión que ahora se reserva para los casos más graves. La obra ha sido coordinada por Oscar García Algar, jefe del servicio de neonatología del Hospital Clínic de Barcelona y por Ramon Mendoza Berjano, catedrático de psicología evolutiva de la Universidad de Huelva, y experto en promoción de la salud. En la misma intervienen muchos otros destacados expertos tales como Elizabeth Elliott, Ellaina Andersson, Consuelo Guerri, Marta Astals, Joan Colom, Joan Ramon Villalbí y Demetrio Casado, por citar solo algunos.

Los diferentes capítulos del libro pasan revista a la experiencia acumulada al respecto, desde las primeras citas en la Biblia, pasando por Aristóteles y Platón, hasta el descubrimiento de que el alcohol pasaba la barrera placentaria en 1900 y la posterior constatación de que el consumo materno de alcohol implicaba una mayor probabilidad de anomalías congénitas, aborto espontáneo y parto prematuro (Ballantyne, 1904). Posteriormente se dio la tipificación del síndrome alcóholico fetal (Lemoine, en los años 1960-60 y 70,  Jones y Smith).

En los últimos 50 años ya han sido miles los estudios que han generado una evidencia abrumadora de que la ingesta de bebidas alcohólicas durante el embarazo puede producir graves daños en su transcurso y con posterioridad, con alteraciones duraderas en el desarrollo cerebral, déficits sensoriales y anomalías orgánicas,  con rasgos físicos craneofaciales anómalos e incluyendo defectos cardíacos. Todo ello se engloba bajo el término “Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal” (que sería más correcto llamar trastorno fetal del alcohol, para no dar la impresión de que solo se produce entre personas alcohólicas).

La investigación indica que cuanto mayor sea el consumo de alcohol (bien de manera habitual o bien en la forma de consumo episódico intenso) mayor resulta el riesgo de daño al embrión o feto. Pero un consumo de alcohol poco intenso también entraña riesgos, al menos, de anomalías craneofaciales, déficits cognitivos y problemas de conducta en la infancia. No se ha podido establecer que haya una dosis mínima de alcohol en el embarazo que resulte segura.