No hay nada que hacer. Cuando uno bebe y es sorprendido por la Guardia Civil no hay artimaña que se resista a los alcoholímetros de los agentes, el único método de medición fiable para un juez homologado por el Instituto Nacional de Metrología.

Ni el grano de café, ni el Almax, ni la pasta de dientes, ni los chicles, ni echarse un hielo a la boca, ni ponerse a correr ni a hacer el pino sirven para contrarrestar los excesos cometidos con el alcohol cuando uno se pone al volante por más que haya quien trate de convencer con falsas leyendas de que algunos métodos dan resultado, asegura José Cabrera Forneiro, psiquiatra y toxicólogo y ex jefe del Instituto Nacional de Toxicología. La razón es simple. El alcohol se absorbe en el estómago, en la primera parte del tubo digestivo, después va a la sangre y se distribuye a todo el cuerpo, también a los pulmones, donde el alcohol, al ser volátil, se evapora por los alvéolos. Es la mayor vía de eliminación, aunque también se puede expulsara través del sudor y la orina. Así, los alcoholímetros miden el alcohol en el aire espirado de los pulmones, no el que contiene el estómago. Según Cabrera, llegamos a expulsar restos en el aire hasta 24 horas de haberlo ingerido. Es lo que conocemos como «resaca», aunque el nivel es ya muy bajo.
Son muchos los mitos que circulan acerca del alcohol, algunos con más fundamento que otros, aunque ninguno puede alterar ilícitamente el resultado de un dedo acusador con tanta fuerza como el del alcoholímetro de los guardias civiles, según indica el experto. Éstos son los más conocidos:

– Si comes cuando bebes te emborrachas menos. «Es un mito a medias. Lo único cierto es que el que come con alcohol tarda más tiempo en apreciar sus efectos que el que se lo toma sin haber ingerido ningún alimento, que apreciaría sus consecuencias de forma casi inmediata.

– El grano de café. No es efectivo porque el grano absorbe el alcohol que se encuentra en la saliva, mientras que el alcoholímetro de los agentes mide el alcohol que está en los pulmones.

– Salir del coche y ponerse a correr. El ejercicio físico aumenta la velocidad de metabolización del alcohol, pero esto no se aprecia hasta pasadas al menos dos horas.

Es bueno hacer ejercicio porque se mueve el corazón, la sangre y orinas más, una de las vías de expulsión del alcohol.

– Tomar Almax. Este medicamento es un protector de la mucosa gástrica. Evita que algunas sustancias se absorban por el estómago y al igual que ocurre cuando se bebe y a la vez se come algo, retarda los efectos de la bebida. Pero volvemos a lo mismo. Los alcoholímetros miden el alcohol que se encuentra en los pulmones.

– Masticar chicle. Al producir saliva se ralentiza el proceso que permite que el alcohol pase a los pulmones, pero en una cantidad tan mínima que no altera en nada la medición del alcoholímetro.

– Ingerir aceite. Retarda la absorción del alcohol, pero no altera la medición que se hace de los pulmones. Tiene efectos laxantes a las dos horas de tomarse unas cucharadas.

– Beber agua. No tiene fundamento, porque no ayuda a diluir el alcohol.

– Comer hierba. Es sólo un laxante. No tiene valor alguno.

– Pasta de dientes. Tampoco tiene ninguna utilidad.

– Vomitar. Lo único que se consigue es eliminar el alcohol del estómago, pero no el que está en los pulmones.

– El alcohol con azúcar emborracha más. Falso. El azúcar no altera el metabolismo del alcohol.

– Beber con una pajita es más embriagador. No es cierto. Sólo que con una pajita se ingiere el alcohol más rápidamente que sorbo a sorbo de tal manera que los efectos de la bebida se aprecian antes.

Sólo el ingenio y la picaresca les han servido a algunos para esquivar una sanción tipificada ahora como una infracción muy grave por la Ley de Seguridad Vial y castigada con pena de prisión de tres a seis meses o multa de seis a 12 meses y, en su caso, trabajos en beneficio de la comunidad. Es el caso que le ocurrió a un agente a altas horas de la madrugada por una carretera secundaria: «Estábamos haciendo un control cuando vemos pasar un coche de lujo que se detiene a los cien metros del lugar donde nos encontrábamos. Nos acercamos a la ventanilla y observamos a tres hombres de entre 40 y 50 años sentados en el asiento trasero, con los brazos cruzados y durmiendo aparentemente. ¡Oigan!, les alertamos de nuestra presencia. Uno de ellos finge despertarse y comienza a explicarnos que vienen de una fiesta. Por el olor que desprendían parecía evidente que habían bebido. Le preguntamos por el conductor y entonces el hombre comienza a hacer una magnífica representación haciendo aspavientos y preguntándose dónde está Manolo, el supuesto conductor. ¡Manolo!, ¡Manolo!, le llamaban a voces. Evidentemente el tal Manolo no apareció porque el conductor era alguno de los que había fingido dormir en el asiento trasero, pero no podíamos practicar una prueba de alcoholemia ni multar a otra persona que no fuera el que conducía el vehículo. Visto el panorama y ante la imposibilidad de hacer el test al supuesto Manolo, tuvimos que marcharnos sin multar a nadie».

Otro agente relata que «la mayoría de la gente a la que se para en un control no reconoce que ha bebido. Todos aseguran que no se han tomado más de dos cervezas. Hacemos hasta dos pruebas con un margen de diez minutos porque si una persona se acaba de tomar un vaso de vino da tres veces más de lo permitido. Es lo que llamamos “alcohol en boca”. Al cabo de un rato practicamos la segunda prueba para que no haya lugar a error. Además, les informamos de su derecho a un análisis de sangre si no está de acuerdo con el resultado. Todos renuncian. Si resulta negativo, lo paga la DGT; si da positivo, el gasto lo desembolsa el afectado». Pero lo cierto es que, salvo excepciones, el cóctel alcohol-conducción acaba mal. «A la altura de Alcalá de Henares vimos un todoterreno volcado. El conductor dio positivo, pero lo peor es que viajaba con su mujer de copiloto que tenía carné y no había cogido el coche. Llevaban tres niños en el asiento trasero a los que por fortuna no les pasó nada. El hombre lloraba por la tragedia que pudo ocurrir por su irresponsabilidad».
No obstante, cuando se habla de alcohol hay que tener en cuenta una serie de principios que explican el porqué algunas personas aprecian sus efectos con mayor intensidad que otras. El psiquiatra y toxicólogo asegura que las mujeres metabolizan tres veces menos el alcohol. «La enzima desintoxicadora del alcohol que está en el hígado la mujer la tiene en menor cantidad por razones biológicas». A esta circunstancia se pueden añadir diferencias raciales. Así, los negros y los asiáticos se embriagan antes que los blancos y caucásicos. Un chino necesitaría beber la mitad que un europeo para llegar al mismo grado de embriaguez. Incluso hay algunas razas, como los apaches cheerokees, que se hicieron famosos por las películas del Oeste, que metabolizan el alcohol hasta cinco veces menos que un español, por ejemplo. «Les afecta más porque han tenido poco contacto con el alcohol y biológicamente esta tribu india se ha alimentado de otra manera. Tienen muy poca enzima metabolizadora», matiza Cabrera. Y si hablamos de dos hombres de una misma raza y con el mismo peso puede darse el caso de que unos metabolizan el alcohol la mitad de rápido que otro y no saberlo.

Muchos de los que se han embarcado en apuestas con el alcohol han podido comprobar que mientras uno de los competidores caía en un coma etílico, el otro aún se mantenía en pie. ¿Por qué? «Por las diferencias enzimáticas del hígado. Además, con un hígado similar, metaboliza mejor el que más peso tiene porque tiene que ver con el tamaño corporal. Cuando uno tiene más masa, el alcohol se distribuye por una mayor cantidad de tejido y eso significa que necesita más alcohol para llegar a embriagarse que el que menos pesa», añade.

Para el psiquiatra, la madurez para asimilar el alcohol se alcanza a partir de los 20 años. Un joven de 16 lo digiere peor que el de 25 y acusa antes sus efectos porque «los tejidos nerviosos y hepáticos aún no están maduros».

Cabrera hace hincapié en el hecho de que el alcohol mata, se coja el coche o no. Esto es, que tiene una dosis letal: 250 gramos, que equivaldría a ingerir una botella de whisky en menos de una hora. Lo que ocurre es que nadie muere porque la mayoría tarda toda una noche en apurar el último trago.

Coches que no dejan conducir bebido

La tecnología se alía para evitar riesgos al volante. En algunos países europeos, como en Suecia, los conductores de autocares y transporte público tienen ya instalado en el vehículo un dispositivo que mide el grado de alcoholemia en aire espirado del conductor.
Se encuentra conectado al motor de tal manera que lo bloquea o permite su arranque en función de la tasa de alcohol que registre el conductor al soplar. El dispositivo se conoce con el nombre de Alcolock. En algunos estados americanos, hay jueces que imponen como condena su instalación en el coche a conductores que fueron sorprendidos con tasas superiores a las permitidas y no cometieron faltas muy graves. En España, Alcolock se implantó de manera experimental en Valladolid como proyecto de la Comisión Europea. Quince autobuses de la empresa La Regional Vallisoletana, S. A. – que cubren rutas de transportes escolar, servicios discrecionales e itinerarios definidos circularon este año con él y se prolongará hasta junio de 2006.

En este experimento participan además de España, Bélgica, Holanda, Noruega y Alemania. Si los resultados son buenos, la UE valorará la posibilidad de obligar a su instalación en todos los vehículos a partir de 2012. La tecnología es canadiense, su alquiler cuesta entre uno y dos euros diarios, lo comercializa una multinacional europea y su precio oficial oscila entre los 2.000 y 2.500 euros, aunque no rebasará los 200 si la UE obliga a los fabricantes de automóviles a su incorporación en serie.