Basta una ojeada a una conocida app de contactos gay para ilustrar la dimensión del chemsex, un fenómeno casi exclusivo del colectivo de hombres que tienen sexo con otros hombres y que se caracteriza por el consumo intencionado de drogas para tener relaciones sexuales por un período largo de tiempo. En un solo vistazo a la app, decenas de usuarios toman partido en su perfil de la aplicación: “Cero drogas” o “No chems”, zanjan los más reticentes en las primeras líneas de su descripción personal; “Busco fiesta” o “De chill [como se conocen estas fiestas sexuales]”, invitan otros. Pocos se quedan al margen. A favor o en contra. El auge del chemsex obliga a posicionarse.

De facto, se trata de una práctica minoritaria dentro del colectivo gay, pero está ganando terreno en la calle, advierten las voces consultadas. Los expertos alertan de un aumento del consumo problemático de sustancias en este contexto y avisan de los peligros de este fenómeno: el chemsex eleva el riesgo de infecciones de transmisión sexual (ITS), adicciones y mala salud mental. El Ministerio de Sanidad admite su “preocupación creciente” por esta práctica.

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