El verano es una fecha crítica para los que luchan contra las sustancias de abuso, que actualmente van indisolublemente unidas a la diversión. Las zonas de vacaciones se convierten en sedes de macrofiestas y discotecas donde el alcohol, los porros, las pastillas y la cocaína corren sin problema.

Con la llegada del verano, las autoridades y el personal sanitario se echan a temblar. Con buena parte de la plantilla de vacaciones, además de la atención que requieren los problemas de salud asociados al aumento de las temperaturas (golpes de calor, quemaduras solares, accidentes acuáticos…) han de hacer frente a una auténtica avalancha de intoxicaciones derivadas del consumo de estupefacientes, algo que se ha convertido prácticamente en una tradición en algunas zonas de vacaciones como Ibiza, Valencia o Barcelona. Éstos y otros «puntos calientes» son, desde hace algunos años, sedes de discotecas y macrofiestas en las que ingerir alcohol, cocaína y las llamadas drogas de club o de síntesis es algo habitual.

Los especialistas han llamado la atención sobre el cambio de los patrones de consumo entre los más jóvenes, que ven en estas sustancias un elemento más de la fiesta. Piensan que tomarlas de forma esporádica -para ellos este término significa fines de semana y vacaciones, lo que en verano es prácticamente todos los días- no conlleva ningún riesgo para su salud, pero se equivocan. El 69% de los consumidores de éxtasis presenta trastornos psiquiátricos y alteraciones neurológicas, a veces irreversibles, desde las primeras veces que lo prueban. El «speed», que ahora hace furor en forma cristalizada, causa un daño cerebral similar al Parkinson. Muchos casos de esquizofrenia y trastorno bipolar están ligados a estas drogas. Aún así, los mensajes siguen sin calar. ¿Qué estamos haciendo mal?

Esta misma semana, el Ministerio de Sanidad y Consumo ha presentado una campaña publicitaria destinada a concienciar a los jóvenes del peligro que representa el consumo de sustancias psicoactivas. Con el lema «Drogas, ¿te la vas a jugar?», las autoridades sanitarias pretenden que los adolescentes asuman que tomar estupefacientes, incluso aunque sea de vez en cuando, representa un coste para la salud y la integridad del usuario.
Por su parte, la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) hizo lo propio a mediados de junio. Su mensaje va dirigido directamente a los jóvenes y es más agresivo que en otras ocasiones. Así, con la frase «Cada vez cuenta, piensa» la institución quiere romper, hablando a los adolescentes cara a cara, con la dinámica banalizadora que tan preocupados tiene a los especialistas en los últimos tiempos y resaltar que cada pastilla, cada raya o cada porro va dejando una huella (que en las imágenes publicitarias se representa con un agujero que va horadando la fotografía del joven) que puede que no se borre jamás.

«Seguimos pensando que la base de la prevención está en educar pero es urgente revertir esta tendencia de disminución del peligro. La percepción sobre las drogas ha cambiado, se han desligado de la marginalidad y la delincuencia, lo que ha contribuido decisivamente a que la sensación de riesgo sea actualmente mucho menor y el consumo se haya disparado», explica Ignacio Calderón, director general de la FAD.

Uso lúdico

Esta transformación está determinada, al menos en parte, por la introducción de nuevas sustancias que vienen precedidas de una fama de seguridad, que es totalmente falsa,quizá porque el deterioro físico que causan no es apreciable a simple vista ni a corto plazo.

La heroína ha sido destronada en favor de la cocaína, la auténtica «reina» de la fiesta, el cannabis y las drogas de diseño. De hecho, la mitad de las consultas -más de 15.000 en 2004- que recibe el servicio gratuito de información y orientación sobre drogas de la FAD (900 16 15 15) están relacionadas con la coca, seguidas muy de lejos por el hachís (que supuso el 20%)

Pero son las llamadas drogas de club, también conocidas como drogas de diseño o de síntesis porque se elaboran fácilmente y al por mayor en laboratorios clandestinos, las que adquieren un protagonismo especial en vacaciones. Son mucho más baratas que la coca (una pastilla suele costar, en función de la compra, entre 3 y 5 euros) y se consumen con mayor facilidad, ya que se presentan en pequeños viales de líquido o comprimidos de pequeño tamaño, lo que permite tragarlos sobre la marcha y seguir disfrutando de la fiesta y el baile sin interrupción.

El emparejamiento entre el consumo de sustancias psicoactivas y la diversión en los ratos de ocio, que en verano son muchos, trae de cabeza a los médicos de urgencias, tanto en las zonas costeras como en lugares más aislados donde, por ejemplo, esporádicamente se celebra una macrofiesta donde las pastillas corren como la pólvora.

Desorientación

La mayoría de los jóvenes españoles cree que si toma estupefacientes para lograr placer el fin de semana o en vacaciones no pasa nada, pero están en un error. Los servicios sanitarios de destinos vacacionales como Valencia, Ibiza o Barcelona pueden recibir en estas fechas -sobre todo por la noche y el fin de semana, que en periodo estival suele comenzar el jueves- hasta una docena de casos de intoxicación grave por consumo de estas sustancias.
Todo ello sin contar con que muchos accidentes de tráfico, agresiones sexuales, hemorragias cerebrales y hepatitis agudas en pacientes jóvenes también suelen estar relacionadas con el abuso de las drogas, aunque no se asocien desde un primer momento con este hecho.
«Uno de los obstáculos con los que nos encontramos es que la mayoría de las veces no saben lo que han tomado o no nos lo pueden decir [están en coma] y no todos vienen con amigos que nos faciliten la tarea», dice Guillermo Burillo, miembro de la junta directiva de Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES).
Por este motivo, y al no haber antídoto específico para la mayoría de las drogas de diseño, los facultativos sólo pueden limitarse a manejar los síntomas de manera aislada y a aplicar medidas de soporte general para estabilizar al paciente.
En la mayoría de las ocasiones, eso implica bajar la fiebre con antitérmicos, sedación con benzodiacepinas para eliminar el estado de agitación nerviosa, intubarlo si es necesario implantar respiración asistida… y esperar la mejoría.

Otro aspecto sobre los que este experto llama la atención es que actualmente existe mucha información (sobre todo en Internet) al respecto de como el propio usuario puede manejar los síntomas de un mal viaje, qué dosis es adecuada, qué hay que añadir para potenciar el efecto…
Incluso en algunas discotecas se han dispuesto «salas frías» para contrarrestar las peligrosas subidas de la temperatura corporal que puede provocar el éxtasis. Cabe recordar que algo en apariencia tan simple como la fiebre constituye un signo de alarma. Por encima de 40 grados, y si no se maneja adecuadamente, puede dañar el cerebro irreversiblemente.

«Nosotros [en urgencias] sólo vemos la punta del iceberg porque muchas intoxicaciones se resuelven en la calle, sin ninguna atención sanitaria», comenta Burillo. De hecho, el coma que induce una dosis demasiado alta de éxtasis líquido (GHB) desaparece por sí solo en unas horas (eso no quiere decir que siempre ocurra así). Este es un «truco» que algunos consumidores se han aprendido sin valorar que entrar en coma implica para la salud algo más que perder la consciencia y recuperarla alternativamente.
En cualquier caso, «lo que nos trae realmente de cabeza es el policonsumo», dice el doctor Burillo aludiendo a otro obstáculo que complica el tratamiento. Según las cifras, la totalidad de los afectados ingiere más de una sustancia. La mezcla que más se repite es cannabis, alcohol y algún estimulante como cocaína o anfetaminas de varias clases.
Por si esto fuera poco, las modas son determinantes. «Las conductas cambian constantemente, lo que nos plantea muchas dificultades», expuso Rosario García, médico de emergencias de Salamanca en el congreso que la Sociedad de Médicos de Emergencias ha celebrado recientemente en Pontevedra.
Estos médicos se quejan de la falta de formación específica en este campo y de la ardua labor que tienen que llevar a cabo para ponerse al día (ayudándose de los efectivos policiales y entrevistando a los propios consumidores).

¿Qué falla?

Casi todos los especialistas consultados por SALUD coinciden en señalar que el fenómeno de la drogadicción de los adolescentes guarda una estrecha relación con la sociedad de bienestar que les hemos construido. En España hay una convivencia generacional muy amplia, con gente que ha sufrido las penurias y el sufrimiento de la guerra y de la posguerra, individuos que han vivido el despertar a la democracia y las libertades y jóvenes a los que se les ha dado todo sin ponerles ningún tipo de límite y a los que se ha inculcado que la diversión y el placer son derechos inalienables que se debe alcanzar sin ningún sacrificio. En resumen, se ha pasado del valle de lágrimas al paraíso sin saber muy bien como hacer el camino adecuadamente.

«Nuestros hijos maduran muy tarde, los tenemos sobreprotegidos, no les damos herramientas para que tomen decisiones basadas en el análisis o en la lógica, sino en el capricho y en la búsqueda de placer», afirma Ignacio Calderón. En opinión de éste y otros especialistas, sólo se les muestra la cara amable de la vida, ocultando que es necesario hacer sacrificios para alcanzar metas.
«Sus primeros contactos con el mundo real, entendiendo como tal el entorno laboral, la independencia del hogar paterno, las responsabilidad familiar… surgen a partir de los 27 o 28 años y eso es tardísimo porque la relación con las drogas se inician en torno los 13, cuando no tienen ni idea de lo que supone y cuando el colegio o los padres ya no son un referente», insiste Calderón.

Por este motivo, los que se han implicado en esta lucha se han propuesto informar sin alarmismos ni tabúes desde etapas muy tempranas. Por ejemplo, la FAD, en colaboración con COFARES (distribuidora de medicamentos líder en nuestro país), ha editado un completo DVD que ya se puede adquirir en las farmacias al simbólico precio de un euro y que, probablemente, esté disponible dentro de poco en las grandes superficies comerciales.

En definitiva, de lo que se trata es que todos, desde los padres y educadores, pasando por las autoridades sanitarias y los propios medios de comunicación transmitan mensajes uniformes y veraces acerca de que el hecho de consumir drogas siempre comporta un riesgo y que la decisión de tomarlas o no debe hacerse en función de una sensatez que hay que empezar a ejercer desde la niñez.

«Hay que trabajar de forma muy intensa en fomentar el autocontrol, el juicio crítico, la responsabilidad, la capacidad de análisis, el respeto y la tolerancia», resume Calderón.