El alcohol irrumpe cada vez con más fuerza en las celebraciones paralelas al Descenso Internacional del Sella. Este año no fue una excepción y desde el jueves por la noche era frecuente ver grupos de jóvenes, tanto en Arriondas como en Ribadesella, recurriendo al famoso «botellón» para alegrar sus jornadas festivas.

La práctica del autoabastecimiento se ha impuesto en los últimos años. Así, numerosas pandillas de amigos llegan a las localidades donde se organizan los festejos con los coches llenos de botellas de diferentes licores y bebidas.

El cansancio y la resaca van haciendo mella en los cuerpos, víctimas de más de tres días de juerga continua.

Así, no resulta extraño ver a jóvenes tendidos en las aceras durmiendo, vómitos por las calles o sentir un insoportable olor a orines invadiendo todos los rincones de las localidades.

Las acampadas organizadas por los ayuntamientos riosellano y parragués se convirtieron en dos zonas en las que tomar buena nota sobre la evolución que va sufriendo la fiesta.

Cuando la música cesa, las luces de apagan y la realidad se impone queda lo peor. Calles sucias y malolientes, basuras y cristales a granel y, sobre todo, la penosa estampa de aquellos que han pasado varios días prácticamente en vela, súbditos de una fiesta excesiva para cualquier mortal.

Vecinos y visitantes de ambos concejos ya se han quejado durante varias ediciones de las Piraguas de la situación que tienen que soportar año tras año, algo que, al parecer, va a más, sin que se vislumbre forma o intención de ponerle freno.