El consumo de las drogas ilegales se hace a ciegas. El consumidor ignora lo que se mete y con qué grado de pureza, lo que multiplica los riesgos para la salud. Al no conocer la composición exacta de una sustancia al ser ingerida, se pueden correr riesgos de sobredosis, sobreestimulación o bajadas de tensión, mareos, etcétera.

«Un ejemplo que vemos a menudo es la anfetamina -relata Miren, de Ai Laket-. Recogemos muestras de anfetamina que varían de una pureza desde un 10% hasta un 98%. Esto hace muy difícil el control sobre la dosificación».

Por otra parte, en función de la sustancia que se emplee para cortar la droga, los efectos secundarios pueden ser muy diferentes: «Si la adulteración es con paracetamol hay que tener cuidado, ya que en estado puro presenta muy baja toxicidad pero su ingesta está contraindicada con el consumo de alcohol ya que ambas sustancias se metabolizan principalmente en el hígado, aumentando por tanto el riesgo de hepatoxicidad. Hay que tener cuidado si son consumos habituales, ya que el paracetamol dejaría de hacer efecto el día que se consumiera con un fin terapéutico».

Material de carga

El corte de la droga llega a tales extremos que en algunas ocasiones el llamado «material de carga» suplanta totalmente a la droga de origen: «Hace poco una persona nos trajo cocaína y comprobamos que la sustancia era un 91,05% de cafeína y un 8,95% de anfetamina».

Las sustancias más utilizadas para adulterar las drogas son cafeína, benzocaína, lidocaína, paracetamol, fenacetina, y dentro de los excipientes, lactosa, manitol y yeso. También se encuentran subproductos de reacción como el benzoato de ecgonina y materia orgánica.

La industria del corte de drogas, al margen de incorporar materiales nuevos, como el peligroso metanol, se mantiene invariable en origen y fluctúa en el último escalón del trapicheo al por menor: «No podemos decir que ahora se adultere más que antes. Realmente, con el vacío sanitario que hay, siempre se han adulterado bastante las sustancias. Es por esto que nuestro trabajo es fundamental a la hora de detectar sustancias potencialmente tóxicas para el organismo o para avisar del tipo de consumo que se puede realizar para evitar mayores problemas», subraya Miren.

Demanda creciente

La puesta en marcha de este servicio de testado de drogas hace seis años ha tenido un desarrollo creciente porque cada vez más ayuntamientos vascos contratan sus servicios, hasta el punto de que este año «hemos tenido que decir que no a más de un municipio, ya que no podíamos ofrecer un servicio de calidad por falta de recursos materiales y humanos o simplemente porque se nos colapsaban en un día más de dos intervenciones».

Ese interés creciente de los municipios ha ido paralelo al de los propios consumidores de drogas: «Está aumentando el nivel de usuarios que se acercan a donde nosotras y gracias a la información que repartimos, los consumibles, las consultas resueltas y los análisis realizados la gente toma conciencia de cómo reducir riesgos y fomentar un ocio y una gestión de placeres más saludable».