Medio millar de personas está intentando superar su adicción al alcohol en Gipuzkoa. Participan, más o menos regularmente, en las reuniones que Alcohólicos Anónimos organiza en decenas de municipios del territorio. Hoy se cumplen 72 años desde que un corredor de bolsa americano creara la asociación, después de descubrir que conversar con otra persona con la que compartía su problema con el alcohol le ayudaba a no caer en la bebida. Para celebrar el aniversario y dar a conocer qué es la asociación y lo que hace, algunos miembros ofrecerán, a partir de las 12.00 horas, una charla abierta al público en Txara I, Donostia.

«El programa es terriblemente sencillo. Pero no es fácil», confiesa Jon, un guipuzcoano de 66 años que lleva más de 20 acudiendo a las reuniones de Alcohólicos Anónimos en Intxaurrondo y que prefiere ocultar su verdadero nombre en el anonimato. Él es miembro de uno de los 36 grupos que existen en Gipuzkoa, seis de ellos en Donostia. Fuera del territorio, la asociación está presente en 180 países y ayuda a superar su adicción a cuatro millones de personas en todo el mundo.

«En los grupos nadie es el jefe ni nadie le dice a nadie lo que tiene que hacer», destaca Jon, quien considera que el hecho de que sean los propios alcohólicos los que se hagan cargo de la asociación es algo positivo, ya que la última decisión de beber o no hacerlo debe partir de uno mismo.

Aunque para tomar esa decisión la asociación pone una serie de ayudas. Por ejemplo, el primer objetivo que se plantea una persona que acude a Alcohólicos Anónimos es no beber durante un periodo de 24 horas. «Nuestra vida está llena de promesas incumplidas y de autoengaños», precisa Jon. Por eso, cree que es más fácil poder cumplir un día sin beber que plantearse estar sobrio una semana entera y no conseguirlo: «Es una trampa psicológica, porque, después de esas 24 horas, empiezan otras».

teléfono «También es más fácil conseguirlo cuando se puede compartir la carga que se lleva encima», cuenta Jon. Y la que suele llevar un alcohólico pesa bastante. Por eso, la terapia del teléfono también es otro de los ejes del trabajo que hace la asociación: todos los miembros tienen una serie de teléfonos a los que llamar en momentos críticos para pasar a otra persona parte de su carga y superar ese instante.

En esas conversaciones, igual que en las reuniones de grupo, no hay condiciones previas ni temas ya fijados. «Sólo se trata de que otros que sufren tengan también la misma opción que hemos tenido algunos a través de la experiencia de cada uno», añade. De igual a igual. Porque el anonimato de la asociación pretende también garantizar que, ante la adicción al alcohol, no hay distinciones ni discriminaciones.

«El alcoholismo es la enfermedad de la soledad, te encuentras desplazado en todas partes, hay un sentimiento de no pertenencia. Pero en la asociación por fin sientes que encajas», explica Jon, quien considera que ser alcohólico es una forma diferente de ser y de sentir, y en Alcohólicos Anónimos encontró a personas como él.

valores Por eso, para hacer frente a la adicción, la asociación incide, sobre todo, en el lado espiritual y humano de sus miembros. «Se trabaja el lado emocional y espiritual, aunque no religioso. No te enseñan sólo a no beber, sino a vivir sin beber. Se trata de cambiar el lado humano y la escala de valores de cada uno para superar la obsesión mental, porque el alcoholismo es ambas cosas: una dependencia física, pero también psicológica», añade Jon. Recuerda que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recoge la adicción al alcohol como una enfermedad y, en ese sentido, insiste en que la percepción de que el alcoholismo es algo que se busca es errónea: «Yo me lo encontré en mi vida, no lo busqué».

mujeres También señala que otra de las creencias sobre la adicción a la bebida es cada vez menos cierta, la que considera que es una enfermedad principalmente de hombres. Explica que cada vez es menor la diferencia entre el número de hombres y mujeres que acuden a las reuniones. No obstante, el hecho de que las féminas no asistieran antes a los encuentros no significa que no bebieran en exceso, sino que por la tradición cultural del país, lo hacían en casa y a escondidas, en lugar de en los bares como los hombres.