El medicamento revela su peor cara cuando no se utiliza adecuadamente y, según estimaciones del Observatorio de Medicamentos de Abuso, un millón y medio de españoles abusa o hace un uso incorrecto de los fármacos. El farmacéutico puede desempeñar un papel fundamental para prevenir y detectar este tipo de prácticas que, según los expertos consultados por EL GLOBAL, se sospecha que están aumentando en España. No obstante, requiere de una mayor formación y una actualización constante —derivada de la variabilidad en el consumo— en este campo.

El medicamento no ofrece sólo una cara. Normalmente, estas sustancias se relacionan con la acción de curar o paliar los síntomas derivados de una enfermedad, pero, como en muchos otros casos, su función depende de su uso. Así pues, la mala utilización, intencionada o no, de un fármaco no sólo no deriva en el alivio de una patología, sino en su creación.

En otros países, como Gran Bretaña o Estados Unidos, la ingesta inadecuada de fármacos supone una realidad que preocupa a las autoridades sanitarias. Al observar esta situación, el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona puso en marcha hace un año el Observatorio de Medicamentos de Abuso (OMA) con la intención de analizar el fenómeno en España.

Actualmente, no hay datos epidemiológicos que dimensionen este problema en el ámbito nacional ni pongan sobre la mesa si está sufriendo un crecimiento, pero los expertos consultados por EL GLOBAL manifiestan que existe la sospecha de que este tipo de consumo está aumentando en España. «Estimamos que hay un millón y medio de personas que abusa o hace un mal uso de ciertos medicamentos», declara Rafael Borrás, director del OMA.

Este organismo diferencia entre dos tipos de usos inadecuados: aquél que se realiza fuera del ámbito terapéutico y bajo unas condiciones y un entorno determinado con finalidad recreativa; y el que se desarrolla con finalidad terapéutica, pero en una pauta y duración diferentes a lo prescrito, lo que puede generar cierta dependencia en el paciente. En cualquier caso, Borrás manifiesta que el límite entre ambos conceptos a veces es muy difuso, ya que, por ejemplo, se puede empezar con una utilización lúdica que derive en una dependencia o, al contrario, desviarse de los tratamientos con el fin de sentirse mejor en un ambiente festivo.

Para Manuel Núñez, técnico del Consejo General de Colegios de Farmacéuticos (CGCOF), los medicamentos susceptibles de ser mal utilizados se dividen fundamentalmente en tres grupos: depresores del sistema nervioso central (SNC), psicoestimulantes y analgésicos y opioides. Dentro de la primera clasificación estarían los ansiolíticos e inductores del sueño, y las benzodiazepinas suponen el ejemplo principal. Estos fármacos están indicados para periodos cortos de tiempo, ya que pueden causar adicción, explica. Sin embargo, continúa, el tratamiento a veces no se revisa y el paciente termina automedicándose incorrectamente.

Durante los meses que el OMA lleva en funcionamiento ha recogido información facilitada por las farmacias de Barcelona y por otros informadores clave que han notificado sospechas de usos incorrectos de fármacos. Entre las notificaciones efectuadas, un 10,32 por ciento corresponde a la mala utilización de la benzodiazepina alprazolam y un 0,79 por ciento al clorazepat dipotásico 50 mg.

A este respecto, Vicente Baos, médico de Atención Primaria, recuerda que España es uno de los países con uno de los consumos más elevados de benzodiazepinas. «Todos deberíamos reflexionar sobre el manejo de los psicotropos, ya que el abordaje resulta complejo y, demasiado a menudo, no se desarrolla de la manera adecuada», manifiesta. En su opinión, esto tiene que ver con la falta de recursos asistenciales dentro de salud mental y con la presión social que demanda soluciones inmediatas ante los problemas.

En cuanto a los psicoestimulantes, este grupo se encuentra más relacionado con el uso recreativo, puesto que, indica Núñez, tienen efectos euforizantes y reconfortantes. «Tienen consecuencias muy parecidas a las anfetaminas» y como ejemplo menciona el metilfenidato, que supone el 11,11 por ciento de las notificaciones realizadas al OMA en los últimos meses. Esta sustancia también puede ocasionar dependencia.

Los analgésicos y opiodes corresponderían al último grupo al que hace referencia Núñez: «Normalmente su uso es recreativo, aunque también existe una tendencia a la utilización abusiva de este tipo de fármacos con intenciones terapéuticas». La codeína representa, según los datos del OMA, el principio activo sobre el que más notificaciones sobre uso inadecuado se han efectuado, alcanzando la cifra del 20,63 por ciento.

En este punto, Vicente Baos explica como, en ocasiones, el abuso de analgésicos cronifica el problema de salud que se está intentando solucionar, como por ejemplo la cefalea. Este experto revela estar de acuerdo con la automedicación, pero, en su opinión, debe realizarse con la información adecuada y valorando cada situación individual. «No es lo mismo la toma de un analgésico por parte de una mujer joven con dolor menstrual, que por parte de una anciana que está sometida a un tratamiento con antiinflamatorios», matiza.

En cuanto a otros grupos de fármacos que suelen ser objeto de utilizaciones inadecuadas y relacionadas con fines lúdicos, Manuel Núñez cita los fármacos antiparkinsonianos y antiepilépticos, que «producen síntomas euforizantes y alucinógenos».

Por otra parte, para Baos los enfermos crónicos conforman uno de los colectivos sensibles al mal uso de fármacos, ya que «tienen una relación amor-odio con los fármacos y son muy susceptibles al abandono del tratamiento o a su adecuación en función de sus propios criterios que, en muchas ocasiones, no son rigurosos».

El portavoz también cita a las personas sometidas a tratamientos agudos, en las que el ejemplo más habitual es el uso inadecuado de los antibióticos. «En estos fármacos, la ingesta incorrecta es más la norma que la excepción, ya que es muy habitual suspender la terapia cuando el paciente considera que se encuentra mejor», añade.

Por otro lado, el Observatorio de Medicamentos de Abuso detecta la mala utilización de misoprostol. Según el Instituto de Salud Carlos III, este principio activo es un agente farmacológico introducido en el mercado español bajo la forma de un fármaco protector gástrico y comercializado actualmente en asociación con un antinflamatorio.

Desde hace varios años, informa el Carlos III, «se desarrolla un debate internacional sobre el hecho de que este producto cumple las características de un abortivo extremadamente eficaz. El uso inadecuado de misoprostol puede causar daños severos a la madre y al feto, tanto si el producto se usa con fines abortivos como si se administra accidentalmente durante una gestación, incluso dentro de las dosis recomendadas». Las notificaciones hechas públicas por el OMA respecto al mal uso de este fármaco alcanzan la cifra de un 4,76 por ciento.

Este organismo realiza otras dos clasificaciones respecto a la información facilitada por las farmacias barcelonesas y otros agentes sanitarios: fármacos que se utilizan para ‘cortar’ o sintetizar drogas y otros que, «por semblanza física», se venden como compuestos anfetamínicos en el mercado negro. Dentro del primer apartado, el OMA cita la pseudofedrina, medicamento indicado para la congestión nasal (2,38 por ciento de las notificaciones), y el piracetam, un agente nootropo que posee un efecto protector sobre el metabolismo oxidativo de las células del SNC. En cuanto al segundo grupo de fármacos, el organismo cita bisoprolol, bruflomedil y diclofenaco.

En cuanto a si existen medicamentos publicitarios (antes denominados especialidades farmacéuticas publicitarias o EFP) que pueden ser utilizados incorrectamente con fines recreativos, tanto Borrás como Núñez manifiestan que sí que se dan algunos casos. El técnico del CGCOF hace referencia a la combinación entre el alcohol y este tipo de sustancias y el responsable del OMA sostiene que hay ciertos productos que, ingeridos a grandes dosis, pueden causar algunos de los efectos deseados por este tipo de consumidores.

En su opinión, debería revisarse la catalogación de algunos medicamentos publicitarios, ya que «hay algunos principios activos que requieren un especial control». El portavoz manifiesta que, ya que la nueva Ley del Medicamento limita la prescripción al médico, «se debe dar un gran valor a la receta y reforzar su custodia para que no haya reiteraciones del tratamiento». Además, este experto cree que la unificación de este documento dentro del ámbito privado y el público resulta fundamental para que exista un mayor control en este campo.

Sobre las vías por las que los ciudadanos intentan conseguir el fármaco con la intención de un uso inadecuado, el Observatorio del Medicamento detecta varias situaciones. Los fármacos que requieren receta son solicitados sin presentar ningún documento en un 26,23 por ciento de los casos y con un papel supuestamente falso en un 22,13 por ciento de los casos.

Por otro lado, otras de las situaciones que hicieron sospechar a los notificadores de situaciones irregulares fueron la petición de una cantidad elevada de unidades (13,93 por ciento), una explicación ambigua o poco convincente sobre para qué quiere el fármaco (26,23 por ciento) y la demanda continua y regular sin justificación en los casos de sustancias que requieren receta (21,31 por ciento) y en los que no la requieren (6,56 por ciento).

De esta primera evaluación del OMA, los responsables extraen dos conclusiones importantes. La primera es que no existen suficientes datos para ofrecer una visión dimensionada de este fenómeno y la segunda es que existe una gran variabilidad en el consumo. Por lo tanto, la preparación del farmacéutico en este campo no es suficiente y, en cambio, el papel que puede desarrollar en prevención y detección de estas conductas resulta muy importante, destaca Rafael Borrás.

De ahí que desde el COF de Barcelona se emitan informes, boletines y campañas sobre las novedades en este campo y consejos para atajar el problema. Por su parte, Núñez propone la creación de una red de alertas de las farmacias y la formación en todos estos aspectos que, en su opinión, ya se está empezando a fomentar.

Penas de dos años de prisión para quién induzca al dopaje

El pasado 29 de junio, el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad el proyecto de la Ley Orgánica de Protección de la Salud y de Lucha contra el Dopaje en el Deporte. El texto contó con 300 votos a favor, ninguno en contra y cinco abstenciones (por parte del Partido Nacionalista Vasco) y será remitido a la Cámara Alta que lo tramitará en septiembre. El proyecto de ley está impulsado por Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte, y cuenta con la implicación de cuatro ministerios (Educación, Justicia, Sanidad y Consumo e Interior). Entre sus principales novedades, el texto introduce en el Código Penal un artículo por el que «serán castigados con las penas de prisión de seis meses a dos años (…) los que sin justificación médica prescriban, dispensen o suministren a deportistas (…) sustancias o grupos farmacológicos prohibidos, así como métodos no reglamentarios destinados a aumentar artificialmente sus capacidades físicas». Varios portavoces de la farmacia se muestran tranquilos, ya que afirman que las sustancias utilizadas no salen de la farmacia (ver EL GLOBAL nº 298).