«En comparación con otras drogas, los derivados del Cannabis savia gozan de una relativa buena prensa, principalmente a causa del desconocimiento de sus mecanismos de actuación en el cerebro y porque se le presupone un menor impacto y riesgo para la salud.

Sin embargo, el conocimiento cada vez mayor del sistema endocannabinoide está permitiendo establecer los mecanismos de tolerancia y dependencia para la marihuana y el hachís, y se ha visto que inducen efectos crónicos similares a los del resto de las drogas de abuso». Así lo afirma el Tratado de Trastornos Adictivos de la Sociedad Española de Toxicomanías (SET), que se presentó la semana pasada con motivo de una reunión organizada por esta institución en Madrid con motivo del vigésimo aniversario del Plan Nacional sobre Drogas (PNSD).

El cannabis es la droga ilegal más consumida en España y los miembros de la SET confirman que el consumo recreativo de cannabinoides se está popularizando entre jóvenes e incluso adultos, hasta el extremo de que a pesar de que su potencial de abuso y dependencia es similar al de otras drogas como el alcohol, los opioides, los hipnóticos o la cocaína, «su percepción del riesgo es muy baja, incluso menor que la del tabaco, y cada vez es más común el consumo crónico en adolescentes», sostiene José Oñorbe, subdelegado del Gobierno para el PNSD.

Los consumidores de cannabis se han duplicado en diez años y el último estudio de la Fundación de la Ayuda Contra la Drogadicción (FAD) publicado al respecto concluye que los españoles creen que el cannabis es la droga menos peligrosa e incluso le otorgan beneficio. Esta condescendencia hacia los porros lleva además a que el primer contacto con la droga se produzca en una edad cada vez más temprana. Uno de cada tres menores de 16 años ya ha probado el cannabis en alguna ocasión y la proporción de chicos y chicas de entre 14 y 18 que lo fuman de forma habitual ha pasado de un 1,8 por ciento en 1994 a un 7,2 por ciento en 2004; algo preocupante, puesto que hay estudios que apuntan que el consumo precoz de cannabis puede predisponer a la adicción a otras drogas (JAMA 2003; 289:427-433). Otro trabajo elaborado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona apuntaba que es posible que los porros estén desplazando al alcohol en el consumo del fin de semana, ya que son fáciles de obtener y producen una desinhibición semejante.

Así, en 2004 el 37 por ciento de escolares declaró que el cannabis relativamente fácil de obtener, en comparación con el 21 por ciento que lo afirmaba en 1994.

Las causas

José Zarco, coordinador del Grupo de Intervención en Drogas de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, señalaba la semana pasada en Valladolid durante un taller de manejo de las drogodependencias en primaria enmarcado en las Jornadas de Actualización en Medicina de Familia que «conceptos como el de cannabis terapéutico están aumentando la confusión entre los más jóvenes, fomentando que se instaure esta percepción del bajo riesgo». A esto se une otro hecho no menos importante: la escasa tradición investigadora sobre el abuso del cannabis, lo que impide que se traslade un mensaje de concienciación basado en la información sobre los efectos crónicos del consumo, algo que sí se ha hecho con otras drogas, como la heroína, la cocaína, el tabaco o el alcohol. De hecho, aunque el cannabis es la droga ilegal más consumida en España todavía no se han dado a conocer dentro de nuestras fronteras conclusiones claras sobre las consecuencias de la dependencia a largo plazo. A este respecto, Oñorbe recuerda que se está ultimando un estudio cuyas conclusiones dará a conocer Sanidad (presumiblemente, esta primavera).

José Carlos Pérez de los Cobos, presidente de la SET, corrobora que, efectivamente, «no hay tradición de estudios sobre efectos en cannabis», a lo que Fernando Rodríguez de los Cobos agrega que «la descripción de la abstinencia apenas aparece, sólo hay datos a partir de trabajos experimentales. Es ahora cuando se está empezando a conocer».

Estudios en animales

Los estudios en modelos animales producidos por el consumo prolongado, comparados con la información disponible sobre la adicción en humanos, revelan evidencias de que el consumo crónico produce tolerancia, dependencia, síntomas motores de abstinencia y modificación de la funcionalidad del sistema endocannabinoide, lo que explicaría, en parte, por qué los consumidores de porros tienen más tendencia al policonsumo de otras drogas, a lo que se suman los efectos ya conocidos del tabaco.

Pérez de Fonseca señala que «en animales se han observado molestias de concentración, sueño y agresividad, el patrón emocional se altera y se producen cuadros depresivos que se revierten con la droga, lo que fomenta la búsqueda y las recaídas». También preocupa el consumo crónico ante enfermedades mentales concomitantes ya que puede desencadenar brotes. En definitiva, «si el sistema endocannabinoide está presente en todos los órganos fisiológicos, se supone que esta droga tendrá efectos sistemáticos generalizados que tendrían que ser descritos mediante más estudios longitudinales».