Holanda sigue siendo hoy por hoy el punto de salida de las principales partidas de «éxtasis», aunque según apuntan los especialistas, en los últimos tiempos se han sumado con fuerza a la producción de las denominadas drogas sintéticas los países del Este «que están arruinados, pero tienen químicos y laboratorios; la infraestructura mínima necesaria para elaborar estas sustancias», explica Juan Díaz, técnico del Centro Provincial de Drogodependencia.

Una vez en territorio español, la «ruta caliente» del éxtasis tiene como parada obligatoria el Levante Español, en donde encuentra buen caldo de cultivo en las discotecas y macrodiscotecas valencianas y alicantinas, que se extienden desde la carretera a Madrid y la Albufera hasta Bigastro, ya en el sur de Alicante. Se trata, según el libro «Drogas de Síntesis en España», publicado por el Plan Nacional sobre Drogas, de un área que ha influido en el consumo en Madrid y Barcelona.

La Costa del Sol, la de Cádiz y la de Huelva están catalogadas también como «zonas calientes» o centros de difusión de los nuevos consumos, con especial incidencia en el litoral y una especial mención a Marbella. No obstante, las asociaciones que trabajan en este ámbito aseguran que se celebran macrofiestas de este tipo con cierta frecuencia en zonas del interior como Antequera y Mollina y también se han localizado este tipo de eventos en Campillos.

Fuentes de la Unidad Contra la Droga y el Crimen Organizado de la Comisaría Provincial de Málaga aseguran que son habituales los intercambios de diferentes sustancias entre los grupos que se dedican a su distribución. Así se han detectado casos en los que se han cambiado partidas de hachís procedentes de Málaga con partidas de éxtasis localizadas en el Levante español.

Los datos sobre las sustancias psicotrópicas intervenidas por la Policía Nacional el pasado año hablan por sí solos y son un indicativo del «boom» del consumo de este tipo de drogas en la provincia de Málaga. Mientras que en el año 2000 se incautaron de algo menos de 9.000 dosis de psicotrópicos, en las que estaban incluidas las pastillas de éxtasis; la cifra en 2001 subió hasta superar los 2,2 millones de dosis. En este balance no estaban incluidas las más de 1.300 pastillas de éxtasis aprehendidas, ni los más de 280 gramos del denominado «éxtasis líquido».

El MDMA o éxtasis (también se conoce como Adan, pastis, pirulas, X o E) surgió en Alemania en 1912 y se patentó como supresor del apetito. El químico alemán Alexander Shulgin la reactivó a mediados de los 60 y pasó a formar parte de la parafernalia «hippy». Asociada a la cultura «dance» desde 1988, hoy se encuentra cortada con soportes de tipo lactosa o psicoativas como la cafeína. Su color es blanco o marrón, su sabor es amargo y se presenta en forma de pastillas; aunque también se venden como «cápsulas».

Durante un tiempo circuló en estos ambientes la idea de que las capsulas contenían mayores dosis de MDMA y sus precios llegaron a alcanzar las 5.000 pesetas por unidad, frente a las 1.500 o 2.000 de las pastillas.

El contenido de MDMA (3, 4-methylenedioxy-N-methylamphetamine) varía y puede ir desde los 50/60 miligramos de una dosis baja hasta los 125 miligramos de una dosis media. Cuando la pastilla supera los 160 miligramos se considera una dosis muy elevada.

Sus efectos duran en torno a tres horas. El principal peligro en su consumo radica en que produce una deshidratación rápida. La mayoría de las muertes que se han registrado han estado provocadas por los denominados «golpes de calor».

De hecho, según explicó ayer el director del Instituto Nacional de Toxicología, José Cabrera, muchas de las pastillas que actualmente se venden como éxtasis «suelen estar cortadas con efedrina, cafeína y anfetaminas clásicas en grandes dosis». Según este responsable, «se trata de componentes estimulantes», por lo que «tras ingerirse comienza a subir la temperatura corporal, que puede llegar a los 41 grados; el corazón puede alcanzar las 200 pulsaciones por segundo y la respiración pasa de 15 a más de 30 minutos, con lo que fracasa todo el metabolismo». Desde que en 1994 apareció el éxtasis en España se han registrado 10 muertes.