Todo el mundo sabe lo cuesta arriba que se hacen las épocas de exámenes. Más aún en verano. Por eso es habitual ver las bibliotecas llenas de estudiantes ávidos de cualquier impulso extra. En las cafeterías de las universidades, la promesa llega en forma de bebidas energéticas. Disponibles en varios tamaños y sabores, prometen mantenerte despierto. También mejorar el rendimiento físico cuando vas al gimnasio, y tu aguante nocturno si las mezclas con alcohol. Y todo por menos de dos euros.

Niños, niñas, adolescentes y jóvenes (como pasa con los ultraprocesados y las bebidas azucaradas) vuelven a ser los grupos más expuestos, más vulnerables, y más desprotegidos frente a estos productos. Ya en 2013, un estudio realizado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), advertía del problema: un 16% de los niños (de 3 a 10 años) consumía bebidas energéticas de manera habitual. Es decir, entre cuatro y cinco veces a la semana (o más), que equivalen a dos litros al mes.

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