El alcohol y el tabaco siguen siendo dos drogas permitidas por los emeritenses. Tomarse una copita de vez en cuando, así como fumarse un paquete de cigarrillos al día, son dos acciones que los vecinos de Mérida creen que forman parte de la vida cotidiana. Beber, incluso, «es una costumbre mediterránea», tal y como afirma Isaac Moreno, propietario del bar «Antillano».

Una opinión que, según demuestran los datos de la última encuesta realizada por la Consejería de Sanidad y Consumo y recogida por Europa Press, comparte la sociedad extremeña. De hecho, el 90,4% de los habitantes de la región, de entre 18 y 65 años, reconoce que ha probado el alcohol alguna vez. La cifra asciende a 95,7% en el caso de los hombres, mientras que en el de las mujeres se reduce a un 84,9. Unos resultados con los que se muestra de acuerdo Juan María Corzo, del bar «El Corzo» y que no duda en atribuir al machismo, propio aún, de la sociedad. «Lo vemos desde pequeños, el hombre siempre ha ido al bar, mientras que las mujeres se quedaban en casa».

Una tendencia que, no obstante, está cambiando. Así al menos lo piensa Lucas Porras, propietario de «La Cruzada», quien afirma que actualmente se establecen pocas diferencias entre hombre y mujer, especialmente en lo que se refiere a bebidas como la cerveza o el vino, «en los cubatas sí suelen tener menos resistencia las mujeres».

«A la gente le gusta el alcohol», señala Juan María Corzo, «porque te relaja o te pone eufórico, en función de tu estado de ánimo», una afirmación en la que coincide Lucas Porras, para quien la sociedad actual es un poco tímida, «por lo que la gente necesita ponerse un poquito alegre para estar mejor».

Edad temprana

Asimismo, el informe de la Junta asegura que la edad en que se prueba por primera vez el alcohol ronda los 17 años, un dato que parece no haber experimentado un gran cambio desde que los ahora adultos empezaran a tomar contacto con el alcohol. «Antes con la sangría también nos calentábamos», recuerda divertido Isaac Moreno, «lo que sucede es que ahora se beben otras cosas, como el whisky, que hacen más daño».

Tomando como guía las estadísticas, 10 de cada 100 extremeños beben cada día, una cifra que algunas de las personas que están en contacto con el público consideran excesiva para el caso de Mérida. De esta forma, Lucas Porras destaca convencido que los emeritenses «somos todos muy responsables, porque durante la semana hay que trabajar; eso sí, cuando se sale el fin de semana a uno le gusta desahogarse».

Fumadores

A juzgar por la actividad de estancos como el de la calle Santa Eulalia y la Puerta de la Villa, en Mérida hay bastante afición al tabaco. Uno tras otro los clientes entran para comprar su marca habitual, mostrando lo variopinto que resulta el público de este producto.

Una impresión que no debe extrañar, teniendo en cuenta que el 73,5% de la población extremeña reconoce haber probado el tabaco alguna vez.

En lo que no coincide Victoriano Velázquez, propietario del estanco número 2, es en que 35,5 de cada 100 habitantes fume todos los días. «Desde mi punto de vista, y teniendo en cuenta las ventas, el porcentaje sería del 50 o el 60%», algo que comparte Chelo Gil, quien trabaja en el estanco número 15.

A pesar de que las estadísticas indican que fuman o han fumado un mayor porcentaje de hombres que de mujeres, Victoriano Velázquez cree que esta tendencia está cambiando, y que ya entre los habitantes más jóvenes se observa un mayor índice de consumo en la población femenina.

En su opinión, también ha cambiad0 la edad en que los jóvenes empiezan a fumar. Mientras que ahora se sitúa en torno a los 16 años, antes la sociedad se iniciaba más tarde. «Incluso recuerdo que muchos hombres comenzaban a fumar en la mili, a uno de mis hijos le pasó».

Respecto a la campaña contra el tabaco puesta en marcha por la Unión Europea, que incluye mensajes acerca de los perjuicios de esta sustancia, y que incorporará en un futuro imágenes de enfermos terminales y órganos con necrosis, Chelo Gil lo tiene muy claro y la tilda de «chuminada».

«Los fumadores sabemos perfectamente lo que nos pasa, no tienen por qué decírnoslo ni enseñárnoslo, porque resulta incluso desagradable. Los que venden pitilleras sí que se deben de estar forrando, porque todo el mundo dice que les molesta». Victoriano Velázquez es de la misma opinión, ya que tacha de absurda esta campaña, que atenta contra las ideas de los demás. «Por esa regla de tres, también se lo podían hacer a un tabernero para evitar la venta de vino».