Los jóvenes ya no tienen ningún reparo en ocultar el consumo de cannabis e incluso el de cocaína. Cada vez se adelanta más la edad en su inicio e incluso reconocen de forma muy mayoritaria que les resulta «sencillo» acceder a estas drogas. La «normalidad» en la que ha caído el consumo de estas sustancias hace que los chicos las legitimen para fines lúdicos, de forma semejante a lo que pasa desde hace años con el alcohol. Estas son algunas de las principales conclusiones del estudio Salud y juventud, elaborado el Observatorio de la Juventud de Euskadi, dependiente del Departamento de Cultura.

El informe, basado en 4.200 encuestas telefónicas realizadas a jóvenes de entre 15 y 29 años y en el trabajo de 11 grupos de discusión, integrados por muchachos de 13 a 29 años edad, refleja una juventud «feliz» y sin mayores preocupaciones, especialmente hasta los 25 años. A partir de ese momento y hasta los 29, ya surgen las inquietudes, en el momento de dar el salto a la «etapa adulta», resalta Bakarne Zuazua, directora del Observatorio. «La etapa de la juventud se ha alargado, pero no es eterna. A partir de los 25 años se dan cuenta de que sus expectativas laborales puede que no se cumplan y empieza a sonar la hora de la emancipación».

El trabajo se detiene de forma especial en varios apartados, todos directamente relacionados con la percepción que tienen los jóvenes de aspectos relacionados con su salud. En el consumo de drogas, destaca la sensación de que a los jóvenes les resulta muy fácil acceder a las drogas, como el cannabis o la cocaína. Tres de cada cuatro encuestados asegura que en su entorno podrían conseguir drogas ilegales con facilidad. El consumo esporádico y moderado del cannabis hasta puede tener efectos «terapéuticos», según los jóvenes, lo que refuerza la imagen de legitimidad que han dotado a esta droga. Tanto con el cannabis como con el alcohol, los encuestados resaltan que mientras alguien «no se pase», no hay problema. «No son conscientes de dónde se encuentra el límite del riesgo. Sería muy positivo romper la idea de que los riesgos del consumo de cannabis están sólo en un consumo excesivo», apunta Zuazua. La cocaína es percibida como el fin de un itinerario, de un trayecto en el uso de las drogas. Sin embargo, es un paso que no parecen dispuestos a dar por el temor a su capacidad adictiva, algo que no aprecian ni en el alcohol ni en el cannabis.

En las relaciones sexuales, se constata «una gran normalidad» en el uso y el acceso a los métodos anticonceptivos. Cada vez resulta más habitual que sean las mujeres las que porten el preservativo. Sin embargo, cuando logran cierta estabilidad con una pareja, se relajan y bajan la guardia en cuanto a la protección. La «monogamia seriada» constituye un nuevo modelo de relación joven, donde las parejas estables puede que no duren más de un mes, pero tiempo suficiente para que los jóvenes dejen de utilizar los métodos anticonceptivos.

La juventud se percibe a sí misma de forma «emocionalmente estable» y con una autoestima alta. Sobre las esperanzas puestas en el futuro, el informe denota «cierto optimismo generalizado». Con relación a la calidad de vida percibida y la satisfacción con la misma, la mayoría cree que tiene una vida buena (93,7%) y que su vida va bien (90,9%). Conducir de forma temeraria o bajo los efectos del alcohol es duramente criticado. Por otra parte, al menos un 21% ha vivido alguna situación de violencia no deseada.

LOS TRES FRENTES DE LA SALUD DE LOS JÓVENES

«El futuro no angustia»

Blanca Martínez Bellido es orientadora en el populoso Instituto de Secundaria Los Herrán, en Vitoria. Desde ese puesto, orienta a los escolares en sus proyectos de vida. Y desde esos pasillos del instituto puede observar que los jóvenes «no tiene preocupaciones. El futuro no les angustia».

«Son unos felicianos. No se hacen cargo de su futuro con la misma crudeza con que tocó hacerlo a otras generaciones». Ello también hace que vivan las cosas con más naturalidad, con menos prejuicios y con calma, «mucha calma».

La orientadora sí que aprecia diferencias entre los jóvenes extranjeros que estudian en el centro vitoriano y los nacionales. «Los extranjeros sí creen que siendo buenos estudiantes tendrán un futuro mejor. Los nacionales tienen la idea de que los adultos les van a resolver las cosas». Y cuando se desvanece esa red de seguridad empiezan los problemas.

«Seguridad inestable»

«Cuando los jóvenes llevan más de un mes con la misma pareja les invade una sensación de falsa seguridad. Es una seguridad inestable, que provoca que se relajen con el uso de los anticonceptivos». El ginecólogo Iñaki Lete observa con preocupación esta idea superficial de estabilidad entre los jóvenes. «Creen que no hace falta protección porque hay confianza y eso lleva directamente al riesgo».

Desde los embarazos no deseados, «un trauma para la mujer», hasta el contagio de alguna enfermedad de transmisión sexual. Para evitar esos embarazos, la píldora del día después se ha convertido en una aliada. Al menos así lo ven los jóvenes, pero Iñaki Lete puntualiza que la juventud no abusa de este medicamento, que no lo usa a la ligera y de manera recurrente. «El 80% de las chicas que usa la píldora lo hace por primera vez. Sólo un 20% repite», resalta.

«No perciben el riesgo»

Gabriel Otálora, director gerente de la Fundación Etorkintza, dedicada a la prevención y la asistencia a los drogadictos, asegura de forma abierta que muchos jóvenes «no tienen ninguna percepción del riesgo» cuando consumen alcohol o cannabis. «Se trata de dos drogas socializadas y eso les infunde confianza, pero el consumo crea un hábito y lo que descubre es que esa persona sufre un problema subyacente».

Para Otálora, el hecho de que un joven consuma drogas como el cannabis de una forma regular es un signo externo de que «algo en su vida no funciona». La prevención resulta complicada, según este experto, porque fumar un porro o beber alcohol se halla socialmente aceptado, como el juego. «Muchos jóvenes no se dan cuenta de que se han convertido en adictos porque se les ha pasado el momento de saber cuándo dejarlo». Y ahí es cuando se quedan pillados.