La ley antitabaco duró sólo seis meses, pero fueron suficientes para que el hospital San Pedro de Helena, una localidad del estado de Montana (EEUU), que atiende a la práctica totalidad de los enfermos cardiacos de la región (de unos 66.000 habitantes), registrara durante ese periodo menos de cuatro ingresos al mes por infarto de miocardio. En la etapa previa a la prohibición, la cifra era un 60% superior: al menos, siete casos mensuales.

No es el único trabajo que ha constatado un declive de la mortalidad cardiovascular a medida que el humo desaparece de los espacios públicos, pero sí el primero que certifica que este tipo de acciones no sólo producen beneficios a largo plazo sobre la salud del fumador pasivo, sino que estos son inmediatos.

Humo de «segunda mano»

De hecho, según los investigadores que presentaron estos sorprendentes resultados en la última reunión del Colegio Americano de Cardiología (ACC, sus siglas en inglés), celebrada en Chicago a principios de mes, muchos de estos infartos se ahorraron gracias a que la prohibición eliminó de forma rápida los lesivos efectos del humo de segunda mano sobre las plaquetas sanguíneas y las arterias que suministran sangre al corazón.

La investigación ha demostrado que aspirar el humo que exhala un fumador incrementa el riesgo cardiaco un 23% en los hombres y un 19% en las mujeres. Basta exponerse unos minutos para que los efectos fisiológicos sobre la función cardiovascular sean detectables y similares a los que sufren los adictos al cigarrillo. A los cinco minutos, la aorta se vuelve más rígida, a los 30, se activan las plaquetas y favorecen que la sangre se espese y lesione las paredes arteriales. «Pasar sólo media hora en una habitación con fumadores origina una serie de cambios bioquímicos gravísimos, como un aumento de la oxidación del colesterol LDL [el malo] y una disminución de la relajación del endotelio que puede producir efectos ateroscleróticos graves», advierte Victor López, presidente del Grupo de Trabajo de Tabaquismo de la Sociedad Española de Cardiología.

El riesgo de infarto de los fumadores se reduce a la mitad un año después de abandonar el hábito y, de acuerdo a otros estudios, las leyes que prohíben hacerlo en lugares públicos animan a la población a desengancharse. Para los investigadores de Helena, este hecho podría incrementar aún más el ahorro de muertes.

Pero la realidad no parece tan halagüeña. Salvo en EEUU, las leyes antitabaco avanzan lentamente. Esta misma semana, el parlamento noruego ha aprobado prohibir en todo el país fumar en lugares públicos, incluidos bares y restaurantes, a partir de la primavera de 2004.

Incumplimiento

En España, aunque desde 1988 rige la prohibición de encender pitillos en centros educativos, hospitales, aeropuertos, estaciones de tren y autobús, edificios públicos y gasolineras, se consumen en el 46% de estos establecimientos, según los resultados de una encuesta de 2002 publicada en la revista Consumer. En nuestro país fallecen cada año 55.000 personas a causa de esta adicción. «Progresaremos lentamente mientras el tabaco sea considerado materia de negocio en vez de un problema de salud», considera López, que critica la «extrema» demora para poner en marcha el Plan Nacional de Prevención del Tabaquismo, que endurecerá las medidas.