La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el tabaquismo como la principal epidemia del siglo XX en los países desarrollados y cifra en 1.100 millones el número actual de fumadores: aproximadamente un tercio de la población mayor de 15 años, calculando que en el año 2025 serán 1.600 millones y que el número de muertes anuales que causará el tabaco serán 10 millones. En España el 35,7% de la población mayor de 16 años es fumadora y el tabaco constituye ya la principal causa de muerte entre los hombres. Es indudable pues el peligro que para España supone su falta de control y el beneficio que se derivaría del mismo.

Parecería lógico que ante tamaño problema de salud pública la administración sanitaria hubiera desarrollado y puesto en marcha una estrategia global de prevención y tratamiento del tabaquismo. Sería también lógico que los profesionales sanitarios hubieran incluido la prevención, diagnóstico y tratamiento del tabaquismo entre sus prioridades y por ello entre sus actividades habituales. Nada más alejado de la realidad.