«Los fumadores con cáncer de pulmón saben que se exponen a desarrollar la enfermedad y la aceptan con resignación, sin sentirse, en ningún caso culpables, aunque sí responsables» de su situación. Y no es para menos, ya que el 43 por ciento de los españoles que fuma sigue haciéndolo pese a habérseles diagnosticado una enfermedad respiratoria o un cáncer… Este es uno de los datos que con más desolación destacaba el doctor Vicente Guillem del «Estudio psicosocial sobre Tabaco y Cáncer de Pulmón», promovido por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) y el Instituto Roche para conocer la realidad social, las necesidades de los pacientes de cáncer de pulmón y el impacto y actitud de los ciudadanos frente a las medidas legislativas de reciente aplicación.
Desde los 16… 21 años fumando
El trabajo, realizado con cerca de 3.000 entrevistas a población general, afectados por este tipo de cáncer y familiares, y profesional sanitario, constató que un 36,1 por ciento de los españoles fuma, que entre los jóvenes la prevalencia se eleva a la mitad de ellos, que el número de fumadoras ha aumentado claramente y que aunque el tabaquismo se ha reducido en relación a los últimos diez años, la tendencia permanece estable desde hace tres. Además de otros datos descorazonadores, como que la edad media de inicio son los 16 años, el promedio de años fumando es de 21 y la media de cigarrillos diarios alcanza los 17, hay una pequeña nota para la esperanza: uno de cada cinco ha conseguido dejar el hábito tabáquico, principalmente gracias a su fuerza de voluntad, y solo en uno de cada diez casos mediante tratamiento farmacológico. Además, un 68 por ciento quiere abandonar los cigarrillos, un 28 por ciento tiene el firme propósito de hacerlo en el próximo año y uno de cada cuatro lo ha intentado entre dos y tres veces.
La salud es la principal motivación para dar este paso —sobre todo entre los adultos, frente a argumentos relacionados con la adicción y la falta de control, que preocupan a los fumadores jóvenes—, seguida de lejos por los motivos de autoestima, los síntomas que implica el tabaquismo, un embarazo (aún así, el 40 por ciento de ex fumadoras dejaron el cigarrillo durante un embarazo) o la recomendación de un profesional sanitario. En lo que hay bastante consenso, de hasta tres cuartas partes de los fumadores, es en el deseo de no haber empezado nunca a fumar y no tener que enfrentarse ahora a este reto…
Ley antitabaco y campañas publicitarias
Un objetivo que muchos han estado dejando para el momento de entrada en vigor de la nueva Ley antitabaco, que los fumadores aceptan con resignación y creen «irreversible» y que Gillem califica de «paso tremendo y fundamental, aunque absolutamente insuficiente»; espera, de hecho, que se haga aún más estricta en los próximos años. En este sentido, el director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, Manuel Oñorbe, aseguró estar «muy satisfecho del cumplimiento de la ley por lo que ha supuesto de cambio cultural y de mentalidad». «Si dentro de un año conseguimos reducir en un 10 por ciento el número de fumadores, quizá evitemos que mueran 6.000 de ellos y 60 de los que tienen que soportar el humo de otros», afirmó durante la presentación del estudio. Sobre estos últimos, Guillem destacó lo «tremendamente comprensivos» que son los no fumadores con quienes consumen tabaco, pese a que un 65 por ciento afirma estar expuesto a ambientes con mucho humo.
Respecto a las campañas publicitarias, la población general las valora poco, pero aún así reclama que se sigan haciendo, y coincide con el resto de encuestados en que «deben ir contra el tabaco, no contra el fumador; con mensajes sin dobles sentidos y que no incidan en el miedo porque pueden producir el efecto contrario y ser transmitidas por emisores con credibilidad», resumió Guillem, presidente del Comité Técnico de la AECC.
Ayuda farmacológica
Los tratamientos farmacológicos para dejar de fumar también fueron objeto de estudio en esta macroencuesta, incluso aunque «de momento —en opinión del doctor—, ninguno de los actuales está suficientemente contrastado para recomendarlo con rotundidad». «Lo más importante es que uno tenga voluntad de dejarlo, aunque en muchas ocasiones eso no sea suficiente, casos en los que a cada persona hay que darle un tratamiento individual», añadió, y opinó que el Ministerio de Sanidad «debería haber subvencionado la medicación», aunque ésta no sea «fundamental». Oñorbe replicó este argumento asegurando que «si se encuentra un tratamiento que es comprueba que es eficaz» es sacará al mercado a un precio «que no será decisivo para adquirirlo o no».
Junto a este tipo de medidas, los encuestados echan también en falta más servicios de ayuda domiciliaria y de atención psicológica. Y es que ningún esfuerzo adicional está de más si lo que se quiere es acabar con un hábito que causa el 90 por ciento de los cánceres de pulmón, enfermedad de la que cada año se producen 18.500 nuevos casos y por la que mueren más de 17.000 personas solo en nuestro país. Además, las estimaciones al respecto de los profesionales sanitarios incluidos en la encuesta no van precisamente por la vía del optimismo: calculan que en el futuro uno de cada cuatro españoles desarrollará cáncer de pulmón.
Reducir estas cifras está, en gran parte, en manos de todos porque, como recordó Guillém, en los últimos años han aparecido fármacos que, si bien se están mostrando eficaces en el tratamiento, aún no han conseguido que este tipo de cáncer deje de ser una patología incurable por métodos médicos. A día de hoy, por tanto, «la mejor forma de reducir la mortalidad por cáncer de pulmón es la prevención del tabaquismo».