El virus del sida vuelve a sorprender a los científicos con un mecanismo desconocido y asombroso de burlar para sistema inmune, un sutil cambio en la forma de una proteína que podría ser una explicación al fracaso de los intentos de desarrollar una vacuna.

Descubrir que el repertorio de disfraces del que se vale el virus para engañar al sistema de defensa es extraordinariamente amplio y refinado es a la vez una buena y una mala noticia. Por un lado ofrece una posible explicación al fracaso de los intentos de desarrollar una vacuna contra el sida. La cara negativa de este hallazgo es que los frentes de lucha contra esta enfermedad se disparan de forma considerable.

El estudio que publica hoy la revista «Nature» viene a reforzar aún más la idea de los expertos sobre la complejidad de esta patología y la necesidad de desarrollar estrategias terapéuticas globales. «No se puede considerar que el sida es una enfermedad crónica. Hoy por hoy no se cura y los pacientes en tratamiento siguen siendo infecciosos de modo que tienen que tomar precauciones para evitar el contagio», explicó a EL MUNDO Javier Martinez-Picado, investigador experto en estrategias de tratamiento contra el VIH en el Laboratorio de Retrovirología del Hospital Germans Trias i Pujol en Badalona.

Una de las armas de las que dispone el sistema inmunitario de un individuo para defenderse del virus son los anticuerpos –propios o inducidos por una vacuna- que reconocen al invasor y lo destruyen. El modo de identificar al microorganismo es a través de una o varias de las proteínas que se encuentran en su superficie y que constituyen su huella de identidad. En el caso del VIH, la gp120 se ha establecido como el objetivo perfecto de los anticuerpos y por tanto, el punto de partida para el desarrollo de vacunas. Esta proteína es una de las llaves que el virus emplea para invadir los linfocitos y bloquear la inmunidad del individuo.

Lo que en principio puede parecer sencillo se complica extraordinariamente por la capacidad del virus del sida para travestirse. Es capaz de mutar rápidamente para producir distintos tipos de gp120. Incorpora pequeñas variaciones en su composición que son suficientes para “despistar” al sistema inmunitario. Aunque la forma de salvar este inconveniente no se puede calificar de sencilla, los equipos de investigación que trabajan en el desarrollo de vacunas ya contaban con él.

Las proteínas son grandes estructuras moleculares que adoptan formas plegadas muy precisas. Este modo de organización espacial es determinante para su función. Cualquier cambio puede modificar completamente la actividad y las características de la molécula. El nuevo trabajo demuestra que el VIH no sólo es capaz de variar la composición de la gp12, sino que puede alterar su plegamiento protegiendo las zonas vulnerables e impidiendo a los anticuerpos acceder a ellas.