“Empezaba a ser evidente: la MDMA podía ser cualquier cosa para cualquier persona”.

Pihkal: A Chemical Love Story, Alexander Shulgin

Éxtasis, ‘emedé’, ‘cristales’, ‘molly’, diferentes nombres para una misma sustancia, la cual muchas personas esperan encontrar en sus pastillitas de sábado por la noche, aunque no todas tienen esa suerte. Porque cada semana, más de un millón de personas alrededor del mundo pegan y se la pegan con pastillas, participando de una suerte de ruleta rusa química por no saber si su pastilla es de kiosco, de laboratorio o mortal. Al fin y al cabo ¿cuán probable es que una pastilla producida por individuos particulares, sin exigencias éticas y completamente por fuera de la ley, sea sometida a los estrictos controles de calidad necesarios para garantizar la honestidad del tranza de la esquina?  (retórica que se vuelve aún más triste al saber que el contenido de pastillas puede ser fácilmente determinado mediante tests con reactivos químicos como Marquis, Mecke, Mandelin, etc. y distintos tipos de cromatografía y espectrometría, pero ninguno de estos métodos puede ser usado en Argentina, porque el testeo de pastillas es ilegal, incluso cuando sería de enorme utilidad para prevenir tragedias).

En términos técnicos, desde la química, la tan codiciada molécula es la 3,4-metilendioximetanfetamina o (en su versión pronunciable) MDMA. Su primera aparición oficial ocurrió en una patente hecha pública el 25 de diciembre de 1912 por la megafarmacéutica alemana Merck. Pero ningún humano experimentó los efectos de esta sustancia hasta varias décadas después, cuando fue re-descubierta como agente terapéutico y droga recreativa durante la década del ‘70.

Sin embargo, su uso para fines recreativos, médicos y científicos fue prohibido en el año 1985, política que fracasó rotundamente en disminuir su popularidad y consumo, aunque sí logró detener por completo la investigación científica legítima y valiosa sobre sus usos en psiquiatría y psicoterapia. La prohibición tampoco logró cambiar otro hecho muy importante: la MDMA existe, y como toda droga que existe y provoca sensaciones de bienestar en la mayoría de las personas, seguirá siendo buscada y utilizada de forma clandestina, comprada en el mercado negro y consumida con desinformación y en contextos potencialmente dañinos.

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