Estudiante de 23 años, la magistral lección la ha aprendido fuera de las aulas. Este joven barcelonés, que pide anonimato porque sus padres no saben nada de esta historia, acaba de ser indultado por el Gobierno para evitar que ingrese en prisión en cumplimiento de una pena de tres años de prisión al ser sorprendido con 150 pastillas de éxtasis.

Los mismos jueces que lo condenaron reflejaron en la sentencia que su ingreso en la cárcel no sólo no le ayudaría a reinsertarse sino que podía tener unas consecuencias muy negativas. Por eso, el tribunal informó a favor de su indulto parcial.

Con una media de notable en sus dos últimos cursos de bachillerato, compagina estudios y trabajo para mantener el piso de alquiler donde vive solo. Delgado y con una cara que aparenta todavía menos edad de la que tiene, C. rememora la tarde del 10 de noviembre del 2000, pocas horas antes de que empezara una fiesta con unos 25 amigos. Además de tomar las píldoras de forma individual, pretendían hacer un cóctel para consumirlas mezcladas con alcohol.
«Me encargaron que comprara las pastillas –empieza a explicar para añadir–: Cuando ya le había dado las 82.000 pesetas y el vendedor ya me había metido las pastillas en la mochila, llegó la Guardia Urbana». Los dos fueron detenidos en las inmediaciones de la zona lúdica conocida como el triángulo golfo del Poblenou de Barcelona. El vendedor, pese a no ser mucho mayor que C., ya sufre una politoxicomanía.

Y llegó el juicio. El Código Penal castiga con especial dureza los delitos contra la salud pública de tal manera que la pena mínima es de tres años de prisión e implica el ingreso en la cárcel.

Consumo arraigado

Precisamente, ésta es la pena que el tribunal de la Sección Tercera de la Audiencia de Barcelona impuso a C. Pero los tres magistrados, al margen de aplicar la ley, hicieron algunas consideraciones.
«La sala tiene en cuenta que el condenado sólo cuenta con 21 años, que está estudiando, que se encuentra perfectamente adaptado a su entorno social y que el hecho que se le imputa está arraigado en los jóvenes de nuestro país, que durante los fines de semana consumen drogas como las que nos ocupan y alcohol», argumentó la magistrada ponente, Ana Ingelmo.

A renglón seguido, la juez añadió: «Si bien merece el reproche penal por su conducta, el cumplimiento de la pena impuesta en un centro penitenciario no estaría de acuerdo con sus fines». El que primero se llevó la sorpresa por este argumento fue el abogado de C., Máximo Godo, muy satisfecho por el desenlace.

«No es habitual que los tribunales informen a favor de indultos en casos de drogas», explicó el letrado, que valoró muy positivamente la sensibilidad demostrada en esta ocasión por los jueces. Godó hizo la petición formal de indulto el verano pasado y ahora ha llegado la respuesta. El indulto es parcial, lo que supone conmutar la pena de tres años de prisión por una de dos para evitar la cárcel.

Vuelco vital

«Al principio lamenté mi mala suerte, pero ahora veo que lo que me ha ocurrido ha sido en realidad muy bueno», dice C., para después asegurar que este incidente supuso un vuelco en su vida. No ha vuelto a ver una pastilla de éxtasis –«les cogí mucha manía»– y, mientras puede ver los devastadores efectos de las drogas en conocidos de su edad, siente que está a salvo.

«He aprendido la lección», reconoce el joven, que practica deporte con asiduidad porque tiene la intención de estudiar Inef. C., que cree que ir a la cárcel hubiera sido excesivo, todavía se acuerda de que encendió el primer cigarro el mismo día que tomó la primera pastilla. Tenía 18 años. «Me marché a Eivissa y volví pensando que las drogas eran geniales». Pero C. sabe que ha tenido suerte al ver la otra cara muy rápido. Poco después de la detención por las pastillas, tuvo un accidente de tráfico tras una noche de fiesta. «Todo esto me hizo ver claro que no iba por buen camino», sonríe C. También hubo ocasiones para la anécdota. Como el día en que se cruzó con la juez de instrucción que le tomó declaración cuando salía del after que la magistrada tiene debajo de casa.