Un estudiante del liceo Rafael Urdaneta de 14 años de edad, que cursaba noveno grado en ese plantel fue asesinado por otro menor de edad el lunes pasado. En la institución no fue tomada ninguna medida inmediata, o por lo menos no durante los tres días posteriores al hecho: no hubo charlas para los estudiantes ni luto en la unidad educativa ni un homenaje en honor al alumno muerto a puñaladas y dejado en medio de un incendio en su propia casa.

«Si las autoridades de una escuela o un colegio no hacen nada ante la ocurrencia de un hecho violento en el plantel o contra alguno de los integrantes de la comunidad educativa lo más probable es que el suceso se repita», explicó el educador, orientador y psicoterapeuta Oscar Misle, que se desempeña como director de Cecodap.

El especialista, autor del libro Violencia en los pupitres, considera que no se trata de resguardar el prestigio de una institución, sino de orientar debidamente a los estudiantes y demostrar que se tiene la capacidad de que alumnos y profesores aprendan del hecho.

Aunque las autoridades del liceo Rafael Urdaneta aseguraron que están tomando medidas para guiar a sus alumnos, muchos estudiantes consultados al salir de clases desconocían que hubiese ocurrido el crimen.

Misle, que actualmente brinda asesoría a más de 30 instituciones educativas públicas y privadas en el país, señala que es necesario reconocer el hecho para reflexionar con los alumnos. «Niños y adolescentes están dando señales de intolerancia que deben ser percibidas y canalizadas a tiempo, porque todo lo que se obvia y se evade se naturaliza y se repotencia», dijo en referencia a la violencia que cada vez es más común en los planteles.

En el liceo José Félix Ribas de Sebucán, por ejemplo, tres estudiantes resultaron heridos el 11 de febrero cuando uno de ellos manipulaba una escopeta en la unidad educativa.

Cuestionarios anónimos

Para el director de Cecodap, escuelas y liceos se preocupan casi exclusivamente por la formación académica de los alumnos y prestan poca atención a las necesidades socio-emocionales de los estudiantes.

«Es necesario revisar el rol de las instituciones educativas y de los maestros», señaló Misle.

Recomendó que se apliquen cuestionarios anónimos en escuelas y liceos para detectar cuáles hechos de violencia son recurrentes en los planteles, con el objetivo de actuar antes de que el problema ocurra.

«Los resultados obtenidos mediante estos instrumentos sirven de base para diseñar planes como charlas y talleres de promoción y enseñanza de la convivencia en los que además es necesario involucrar a las familias», explicó.

Así como los estudiantes tienen un horario para cada asignatura es urgente que dispongan de un tiempo para aprender mecanismos de resolución pacífica de conflictos y de correcto manejo de la violencia, señaló el psicólogo Alejandro Moreno, sacerdote salesiano.

En el caso de los compañeros de Kenny Xavier Guillén Chacón, el estudiante asesinado hace una semana por otro liceísta, lo adecuado es abordar a los muchachos mediante psicólogos y orientadores. Se desconoce si esto ha ocurrido.