Más de 200 familias vizcaínas se llevaron una sorpresa el año pasado al abrir el buzón. Entre la correspondencia encontraron una carta remitida por su Ayuntamiento en la que se les comunicaba que sus hijos habían sido sorprendidos consumiendo alcohol en la calle. Al menos seis municipios del territorio aplican esta campaña informativa, concebida para atajar el problema de la bebida en los menores de edad.

En algunas ocasiones, el alcalde asume la responsabilidad de dar la noticia personalmente, a través del teléfono. «Es una situación un poco violenta para los padres», apunta el regidor de Leioa, Karmelo Sáinz de la Maza. «Cuando reciben mi llamada, les intimida un poco, pero luego reaccionan bien», señala.

Cada año, realiza una media de 25 llamadas, con el fin de citar a los padres y de organizar una reunión conjunta. Con frecuencia también asisten los protagonistas de las misivas. «Se trata de un planteamiento educativo. Leioa es relativamente pequeño, lo que nos permite establecer ese trato personal y cercano», indica Sáinz de la Maza. Este método ha sido bien recibido por los progenitores, ya que el 70% acepta la invitación.

En otros casos, los padres se muestran reticentes ante semejante noticia. «Hay muchos que no se lo creen y se quedan con la versión de sus hijos. Están convencidos de que ha sido una confusión del Ayuntamiento», explica el alcalde de Portugalete, Mikel Cabiezes. Este municipio de la margen izquierda es uno de los pioneros en aplicar esta medida informativa. A pesar de que el fenómeno del «botellón» en Vizcaya no ha alcanzado las proporciones de otras zonas, como Extremadura y Madrid, en la villa jarrillera siempre ha representado un problema serio.

Zonas de reunión juvenil

Portugalete ha sido durante años punto de encuentro para miles de jóvenes del territorio, lo que significa que «todos los fenómenos a nivel juvenil llegan aquí». Hace cuatro años, los servicios municipales contabilizaron más de 1.500 chavales consumiendo alcohol en 27 puntos distintos de la vía pública. Eran las seis de la tarde. De ellos, el 70% procedía de otros municipios.

Aunque el problema de la bebida persiste, la situación ha mejorado. «Ya no se da el fenómeno del «botellón» como práctica habitual», sostiene Cabiezes, quien también se encarga de comunicar a otros ayuntamientos qué vecinos de su pueblo han sido localizados en Portugalete bebiendo en la calle.

El envío de misivas y las llamadas telefónicas suelen ir acompañadas de un incremento de vigilancia en la vía pública. La mayoría de las administraciones locales ha reforzado la presencia policial o creado brigadas especiales para atajar la ingesta de alcohol en plena calle. Estos vigilantes se limitan a identificar a los consumidores y retirarles lo que están bebiendo. El ingenio de los jóvenes ha obligado a los agentes municipales de Zalla a mandar las cartas certificadas y con acuse de recibo. Algunos menores afectados «ya la estaban esperando y se la guardaban sin enseñársela a sus padres».

En Bermeo también se aplican estas campañas informativas. «Aquí empezó como una experiencia piloto y ya llevamos dos años», explican fuentes del Servicio de Prevención de Drogodependencias.

Asimismo, los consistorios de Bilbao y Getxo desarrollan métodos similares, que en algunos casos no se limitan a informar a los padres del abuso de bebidas alcohólicas que practican sus hijos. El destrozo de mobiliario, el absentismo escolar, orinar en la calle o el consumo de porros forman parte de la lista de asuntos que se comunican a las familias.